Por Aldo Benítez | abenitez@lanacion.com.py |

Tanya Villalba no imaginaba que la tarde del martes 11 iniciaría un calvario como una víctima más del abuso policial. La joven salía de su local de venta de zapatos para regresar a casa cuando tres policías la detuvieron. La acusaron de traficar 300 gramos de cocaína, en un procedimiento en el que se pone en duda -una vez más- la actuación de quienes deben resguardar la seguridad de los ciudadanos.

Cerca de las 17:30 de ese día, Tanya conducía su vehículo -un Kia Picanto color blanco- sobre la avenida Mariscal López con dirección a San Lorenzo. Culminaba su jornada laboral en su local de venta de zapatos y conducía rumbo a la ciudad universitaria, en donde se encuentra su casa. La Nación conversó con Tanya Villalba y con su abogado, Inocencio González, quienes coincidieron en el relato sobre lo ocurrido

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El tráfico era más pesado que de costumbre. No era para menos, en un par de horas la selección nacional de fútbol se enfrentaría a la de Argentina por las eliminatorias. Estancada en medio del embotellamiento, Tanya envió mensajes de voz a un par de grupos de Whatsapp. Llegando a la avenida Madame Lynch, una patrullera de la Policía Nacional se le acercó y desde su interior, unos oficiales uniformados le hicieron señas para que se estacionara a un costado de la ruta.

Tanya obedeció y al detener el vehículo, observó a uno de los agentes prácticamente frente a su puerta. El oficial en tono amenazante, le ordenó abrir la puerta trasera del automóvil y le reclamó el hecho de utilizar el celular mientras conducía. Al minuto, llegaron dos uniformados más. Todos de la comisaría 11 Metropolitana, local policial que cuenta con un historial importante relacionados con abusos de autoridad por parte de sus agentes. Hasta ese momento, Tanya, una joven universitaria, diseñadora de calzados, sin antecedentes judiciales ni policiales, no estaba en conocimiento de ser una sospechosa de "transporte de drogas", tampoco sabía que en su automóvil viajaban con ella 300 gramos de cocaína.

Los policías le pidieron todos sus documentos y los del vehículo, que la joven entregó sin problemas. Una vez requisadas estas documentaciones, el agente Oficial primero Gustavo Narváez, le anunció que confiscarían su vehículo, porque adentro "tenía algo sospechoso".

Tanya se asustó y lo primero que hizo fue llamar al 911. La llamada se realizó cerca de las 17:45. La operadora que le atendió le dio las siguientes instrucciones: no salir del vehículo y dirigirse hasta la comisaría segunda para realizar la denuncia, pues el sitio del procedimiento no correspondía a la comisaría 11, teniendo en cuenta que esa ya era zona de Fernando de la Mora. Tanya le pidió a la operadora del sistema de emergencias que le enviara una patrullera, pero la oficial se negó. Cada vez más atemorizada, Tanya hizo otro llamado. Esta vez, a su padre, Germán Villalba, abogado y ex intendente de San Lorenzo. Don Germán, que se encontraba en San Lorenzo, demoró una hora y algo en llegar al lugar. Tanya llamó a una amiga periodista de un canal local, pero no la atendió. Deseaba denunciar la situación. Todo le decía que algo no estaba bien.

El procedimiento policial a cargo de los agentes Narváez, del suboficial segundo Arnaldo Lezcano y de la suboficial ayudante Petrona Ovelar, fue engrosándose de situaciones anormales, en tanto Don Germán apresuraba el camino para auxiliar a su hija. Entre las anomalías, procedieron a una inspección del vehículo -sin orden judicial ni presencia fiscal- buscando "algo".

Tanya recurrió a su celular y se dedicó a filmarlo todo, como único recurso de defensa ante lo que consideraba un atropello a sus derechos. En un momento, observó espantada como uno de los agentes introducía la mano en el bolsillo del pantalón para extraer una bolsa con un contenido blanco que colocaría en la bolsa de Tanya. La joven reaccionó y le reclamó, pero el agente Narvaez expuso, con tono firme: "Esto es lo que estábamos buscando". La bolsa supuestamente encontrada en el rodado contenía 315 gramos de cocaína.

Poco después llegó don Germán al lugar y siguieron las discusiones. Eran las 19:15, habían pasado dos horas desde que la detuvieron para un simple pedido de documentación del vehículo que derivó en sospechas de transporte de drogas. Se labró un acta policial y la joven quedó detenida en la comisaría 11, en cuyo calabozo pasó la noche. Allí, mientras el país vibraba con el gol de Derlis González y la tapada de Villar para la histórica victoria de la albirroja, una joven era testigo de un sistema que puede fundir a cualquier paraguayo sin recursos para enfrentar la arbitrariedad policial.

Procedimiento irregular

Si estos tres policías tenían sospechas de que Tanya era una importante traficante de drogas que utilizaba sus diseños de zapatos para esconder millonarias cargas de cocaína u otros tipos de drogas, este procedimiento en el cual la detuvieron, debió contar con el acompañamiento fiscal, además de estar autorizado por un juez competente, según explicaron desde la propia fiscalía a La Nación. El Ministerio Público dedicado a la lucha contra el narcotráfico tenía que estar a cargo del operativo, y los efectivos acompañando.

Si se trató de un "procedimiento aleatorio", igual existen elementos que no cierran. Los agentes de la 11ª Metropolitana no pueden estar haciendo este tipo de controles en una jurisdicción que no les corresponde. Además, de los tres policías, dos no llevaban sus identificaciones a la vista. Todo hace suponer que los agentes quisieron "implantar" la evidencia para forzar a un pedido de coima.

Para el abogado Inocencio González, que lleva la defensa jurídica de Tanya, la situación planteada con la joven es un atropello a los derechos fundamentales de cualquier ciudadano paraguayo. En conversación con La Nación, dijo que su primera preocupación -desde que le comunicaron el hecho- fue lograr que Tanya recupere su libertad y posteriormente, empezar a buscar a los responsables del caso. "Como mínimo, aquí tenemos la figura de coacción y privación ilegítima de libertad, apenas como para empezar a calificar este absurdo" señaló González.

El abogado consiguió que desde ayer, Tanya esté de nuevo en libertad. A partir de esto, empezaron a movilizarse para buscar respuestas de las autoridades. Hicieron la denuncia del caso ante la unidad 2 a cargo del fiscal Isaac Ferreira y esta misma tarde, la abogada Lorena Ledesma, agente fiscal interina de esta unidad, resolvió pedir la detención preventiva de los tres policías, quienes a estas horas ya se encuentran detenidos.

El fiscal Ferreira dijo esta mañana a La Nación que encontró numerosas inconsistencias en el parte policial presentado por los agentes de la 11ª Metropolitana, por lo que dispuso la libertad inmediata de la diseñadora Villalba.

Fiscal desmiente al comisario

Como si las inconsistencias que el fiscal Ferreira encontró en el acta policial no fueran suficientes, esta tarde, el fiscal Miguel Vera, de la Unidad penal Nº 2, desmintió al propio comisario Sergio Paredes, de la Comisaría 11ª Metropolitana. Esta mañana, el comisario Paredes le había dicho a Clari Arias en su programa de la 970 AM, que el agente Vera estaba en conocimiento del operativo en el cual se le detuvo a la joven Villalba. Pero los dichos de Paredes como única verdad duraron muy poco. Apenas horas después, el fiscal Vera dijo a La Nación que el comisario Paredes nunca le informó de procedimiento alguno la tarde del martes.

Este procedimiento policial viene a demostrar que el tufo a corrupción se mantiene inalterable en filas policiales. Pero en este caso, al menos no hubo víctimas fatales o con secuelas físicas que lamentar. Apenas meses atrás, el 12 de agosto para ser exactos, en otro extraño procedimiento a cargo del suboficial primero Jhonnie Orihuela y del comisario Jorge Zárate Barreto, el joven Richard Pereira recibió un disparo que lo dejó prácticamente inmóvil. El proyectil de la pistola 9 milímetros ingresó por la nuca, atravesó músculos, destruyó una parte de la médula espinal y quedó atorado dentro de la columna vertebral, a la altura del corazón de Richard. Esto hizo que pierda toda la sensibilidad en la parte inferior de su cuerpo.

El 1 de julio del 2012, Anderson Medina, un joven que en ese entonces tenía 20 años, recibió un disparo que lo dejó con serias consecuencias físicas. El suboficial Narciso Cañete Cáceres fue encontrado culpable de disparar al estudiante y ya está condenado, pero después de varios años de intensa lucha por parte de la familia de Anderson por conseguir algo de justicia.

En este último caso, Tanya Villalba es estudiante, empresaria y diseñadora. Tiene una familia que la respalda y cuenta con un abogado que ya está haciendo los trámites para empezar las querellas correspondientes para dar con los responsables de esta situación, para así buscar evitar que vuelvan a ocurrir.

¿Pero cuántas Tanyas hay en las calles, que callan ante el abuso policial?

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