El trastorno neurocognitivo, o más comúnmente conocido como “demencia”, se caracteriza por alteraciones en el desempeño cognitivo con relación a niveles previos, interfiriendo esto en el funcionamiento diario. Esta falla se produce en uno o más dominios cognitivos: aprendizaje y memoria, atención, lenguaje, función ejecutiva, motoperceptual y cognición social. Para concienciar sobre esta enfermedad, desde 1994, cada 21 de setiembre se agenda el Día Mundial del Alzheimer.

La Dra. Elisa Ayala Laconich, psicóloga clínica y neuropsicóloga, explicó que existen 13 formas del trastorno neurocognitivo y la enfermedad de Alzheimer es una de ellas y la más común, dándose en un 60 a 90%, de acuerdo al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM5, por sus siglas en inglés), y según un reporte de la Alzheimer’s Association en el 2018, las chances de padecerlo luego de los 65 años son 1 en 10, y pasados los 85 años, 1 de cada 3.

“El Alzheimer es una enfermedad progresiva degenerativa del cerebro donde la persona experimenta gradualmente la disminución de su funcionalidad, ya que su intelecto, emociones, conductas y todo el organismo se deterioran”, refirió la especialista.

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Las pruebas fueron realizadas a 125 pacientes entre octubre de 2012 y enero de 2014 que tenían una forma precoz de la enfermedad o que tenían una forma de "predemencia". Foto: Archivo.

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Igualmente, afirmó que el conocimiento de los 13 trastornos neurocognitivos es menester, ya que nos brinda la posibilidad de realizar el diagnóstico diferencial como vía de detección temprana del Alzheimer. “Es aquí que la neuropsicología cumple un papel crucial en la identificación del perfil neurocognitivo, donde cada uno de estos 13 tipos manifiesta un perfil particular y diferenciable en etapas tempranas, ya en etapas tardías la similitud entre ellos aumenta y la dificultad de detectar diferencias se esfuma. El perfil también permite detectar si la disfunción cerebral corresponde más a áreas corticales o subcorticales del cerebro”, explicó Ayala Laconich.

En cuanto a los factores de riesgo a desarrollar demencia, estos reflejan el grado de control que podemos ejercer ante esta problemática. Relacionado a este punto primordial, en el 2017, el Lancet Commission publicó la presencia de factores de riesgo potencialmente modificables en un 35%, y potencialmente no modificables en un 65%.

Siendo los modificables: la educación (cognición), pérdida de la audición, hipertensión, obesidad, tabaquismo, depresión, inactividad física, aislamiento social, diabetes. “Un factor de alto riesgo para desarrollar Alzheimer es la enfermedad vascular, donde un artículo en Alzheimer´s and Dementia del 2018 registró la presencia en un 43% de los casos con Alzheimer estudiados. Respecto a la influencia vascular, en población latina se ha visto bastante relacionada a la alta propensión a padecer la enfermedad”, indicó.

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Las chances de padecer Alzheimer luego de los 65 años son 1 en 10, y pasados los 85 años, 1 de cada 3. Foto: AFP.

Fases del deterioro cognitivo

Si bien las técnicas de identificación de los biomarcadores y cómo se relacionan estos con la enfermedad, están en constante avance y son necesarias para confirmar el diagnóstico, el protagonismo de la manifestación cognitiva-clínica es innegable al representar la vía de detección en contextos sociales y clínicos.

Existen también criterios específicos que orientan al diagnóstico del Alzheimer como la aparición gradual de los síntomas y la progresividad en el deterioro de las funciones cognitivas manifestándose a través de varias fases identificables por medio de perfil neuropsicológico.

La fase 1 o leve, que está principalmente marcada por alteraciones en la memoria anterógrada o del aprendizaje de cosas nuevas, habilidades visuoespaciales. “Se pierden de sus casas y caminan sin rumbo, tienen dificultad para expresar el nombre de las cosas, y cambios emocionales como tristeza o irritabilidad, indiferencia. Estos inclusive pudiendo aparecer mucho antes que el deterioro de la memoria”.

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En la fase 2 o moderada se caracteriza por un incremento en el déficit de la memoria, extendiéndose inclusive a hechos más lejanos, alteraciones en la compresión del lenguaje y dificultad para trasladar una idea a una acción. Por último, en la fase 3 o severa, la persona está deteriorada física y mentalmente, donde se pueden observar además rigidez en el cuerpo e incontinencia.

“Previo a las fases mencionadas, existen dos fases en las que el deterioro cognitivo no se expresa o lo hace de una manera muy sutil, la fase preclínica, que dura de 10 a 20 años, y es fundamental para acentuar la prevención, donde se detectan signos patológicos en el cerebro sin síntomas cognitivos. La etapa fundamental para detectar la enfermedad a tiempo, llamada deterioro neurocognitivo leve debido a la enfermedad de Alzheimer, con signos patológicos del cerebro e inicio de síntomas cognitivos sin problemas en el funcionamiento, lo que puede durar de 2 a 6 años antes de iniciar las fases de mayor acentuación del deterioro las fases leve, moderada y severa”, explicó Ayala Laconich.

La prevención

Para entender más acerca de la importancia del funcionamiento cognitivo y, sobre todo, de qué recursos contamos para hacer frente a esta enfermedad neurodegenerativa, tenemos que entender el concepto de “reserva cognitiva”, que es como el combustible extra en el cerebro, el cual se utiliza ante una situación de emergencia cerebral como lo son el daño por neurodegeneración como el Alzheimer y el adquirido o traumatismos.

“El estudio de la reserva cognitiva tiene sus raíces a fines de 1980, cuando en estudios post mortem, investigadores detectaron la existencia de personas que aunque en vida no habían reportado la presencia de síntomas clínicos del Alzheimer, sus cerebros presentaban las características patológicas de la enfermedad. La explicación a este fenómeno fue que estas personas habían albergado alta reserva cognitiva, lo que les permitió funcionar pese a tener un cerebro con señales patológicas. Entonces, esto sentó el fundamento a que podemos voluntariamente dotar a nuestro cerebro de protección mediante la educación, actividades sociales, actividades nuevas, las actividades de ocio, el conocimiento y aumento en el vocabulario”, refirió la especialista.

Es así que la reserva cognitiva es un recurso variable entre individuos, ya que depende de la medida en que cada persona incorpore en su rutina cada uno de los aspectos mencionados.

Gracias al avance de la tecnología dolencias como el Alzheimer pueden ser detectadas por medio de la vista. Foto: Archivo.

Tratamiento

El tratamiento neuropsicológico se fundamenta en mecanismos de reserva cognitiva y siendo más específicos se ha visto que varios aspectos de la cognición están relacionados a la misma como el desempeño en las tareas de memoria verbal y visuoespacial, atención, velocidad de procesamiento, control inhibitorio.

La evaluación neuropsicológica debe abarcar una profunda evaluación del desempeño cognitivo, de la funcionalidad diaria, emociones y conductas mediante test especializados. Esta evaluación integral es un recurso sumamente importante en etapas tempranas porque mediante ella podemos tener información acerca de las áreas más afectadas como lo son el lóbulo prefrontal medial y estructuras localizadas en el área temporal medial, así como el grado de afectación de las mismas.

Esta información, sumada al perfil de las funciones cognitivas, sienta las bases para la planificación de un tratamiento acorde, que implementado a tiempo nos brinda la oportunidad de obtener el beneficio máximo, el cual puede retrasar la aparición de la enfermedad o bien disminuir la gravedad. Asimismo, se ha evidenciado que los fármacos desarrollados tienen mejor efecto en etapas tempranas, según explica la profesional.

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Cuanto más largo fue el período de terapia de privación de andrógenos, más alto era el riesgo de desarrollar la enfermedad. Foto: Archivo.

Posterior a la evaluación y planificación de la rehabilitación neuropsicológica, teniendo en cuenta funciones alteradas y conservadas, un punto crucial es proveer a los familiares información sobre esta enfermedad para elaborar expectativas realistas y entrenarlos cómo hacer frente a las fallas en el funcionamiento que se dan por disfunción neurocognitiva en el paciente y cómo afrontar los múltiples cambios que se desencadenan en la familia.

“La familia debe tener un papel activo durante todo el proceso y debe contar con técnicas eficaces y accesibles en aspectos del cuidado, modificaciones en el entorno, plan de precauciones, ejercicios cognitivos simples con objetos significativos del contexto del paciente, esto último particularmente importante debido a que la práctica cognitiva debe realizarse diariamente para poder observar sus bondades y no en pocos casos se presenta dificultad en asistir a la consulta neuropsicológica con tal frecuencia por varios motivos (condición médica del paciente, traslado, economía, etcétera). En la misma línea, el objetivo fundamental del tratamiento es que los beneficios puedan observase en el ambiente propio del individuo y no solo durante la sesión”, refirió.

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