Ciudad del Este. Agencia Regional.

“Nos fuimos con mi marido a trabajar allá buscando nuevas oportunidades laborales, no teníamos condiciones, vivíamos separados porque no tenemos casa y tenemos una hija pequeña. Esta pandemia me quitó el sueño de contar con una casita propia, aunque sea una pieza”, dijo Claudia A., joven de 21 años, quien junto con su pareja dejaron la ciudad de Capiibary, San Pedro, para ir a Brasil en busca de esa fuente laboral que les permitiera contar con ingresos suficientes para proyectar su futuro. Dejaron a su hija pequeña con la madre de Claudia.

Es el relato que recogió La Nación tras una visita al albergue que funciona en la Zona Franca Global de Ciudad del Este, donde se encuentran 139 personas que esta semana cumplirán su cuarentena. Si todo sale bien, podrán regresar a sus comunidades.

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Claudia contó que viajaron el 1 de febrero, trabajaron un mes sin problemas, pararon tres días por los carnavales y cuando retomaron ya estuvieron confeccionando tapabocas hasta que se enteraron de las medidas que se adoptaron en Paraguay. La joven dijo que en Brasil no se había dispuesto todavía nada, pero se veía que existían muchos contagiados por día. Cuando la persona que le contrató les comunicó que ya no había trabajo para ellos, pidieron dinero para volver y consiguieron con su pareja apenas 400 reales.

En ese instante empezó otro peregrinar para la pareja. El pasaje costó a cada uno 160 reales y abordaron un ómnibus junto con otros paraguayos con destino a Foz de Yguazú. Solo que el viaje quedó por el camino y debieron abordar otro minibus con capacidad para 15 pasajeros, con costo adicional de 10 reales. Así llegaron hasta Foz de Yguazú, con apenas con 60 reales en los bolsillos.

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“Ese minibús nos dejó en una curva en Foz, pero lejos del puente a las 5:00 aproximadamente. Uno de los que nos trajo nos dijo que esperemos allí hasta el amanecer para llegar al puente porque hay muchos chespiceros en la zona y que nos iban a sacar todo lo que teníamos. Nos quedamos todos frente a un negocio, había niños que temblaban de frío y después del amanecer caminamos como media hora aproximadamente para llegar a la Aduana de Foz”, relató Claudia.

Mencionó además que en el grupo de paraguayos hablaron de comportarse bien, “de no hacer ningún bochinche en el puente”. “Nos hicimos fuertes y decidimos pasar”, agregó. Estuvieron en el Puente de la Amistad y a las 19:00 de ese día y lograron pasar a territorio paraguayo para ser trasladados hasta la Zona Franca Global.

“No veo la hora de ver a mi hija, las veces que hablo con ella lloro, pero doy gracias a Dios por toda la atención que nos dan acá”, remarcó Claudia, quien al mencionar a su hija se quebró.

Claudia A. espera pacientemente en el albergue poder llegar a su San Pedro natal. Foto. Dolly Galeano.

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PREFERÍA VENIR Y MORIR EN SU TIERRA

Junior Ariel D., de 19 años, es otro joven que integró el grupo y está en el albergue. Contó a La Nación que trabajaba como vendedor de verduras en Ciudad del Este y en febrero fue a Curitiba para buscar alguna fuente laboral, pero antes de conseguir se presentó la crisis sanitaria y decidió venir porque “veía que en Brasil morían muchas personas y prefería morir en mi país que allá”.

Su regreso fue también una lucha porque, sin dinero, decidió apelar a “carona” (viaje gratis) en diferentes tipos de vehículos para llegar a Foz de Yguazú en seis días. En muchos trayectos caminó hasta conseguir alguien que lo acercara hasta algún lugar, nos contó. Durmió en estaciones de servicios y pedía para su comida. Así se sumó Claudia al grupo en el Puente de la Amistad.

Ariel pasó muchos momentos difíciles para volver al Paraguay. Foto. Dolly Galeano.

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