El poderoso terremoto que sacudió a Turquía y Siria causó más de 5.000 muertos, según un nuevo balance oficial difundido el martes, cuando equipos de rescate continúan la búsqueda de sobrevivientes atrapados entre los escombros.

Al menos 3.419 personas han muerto en Turquía y 1.602 en Siria -en zonas controladas por el gobierno y sectores en manos de los rebeldes-, con lo que el total asciende a 5.021, dijeron funcionarios y fuentes médicas.

Son las 5:55 y el primer llamado a la oración resuena en Sanliurfa tras el mortífero sismo del lunes. En esta ciudad del sureste de Turquía, el día todavía no ha empezado y para muchos el hambre ya aprieta. “¿Habéis encontrado pan?”, pregunta un hombre de edad avanzada, con un gorro cubriéndole la cabeza, antes de seguir su camino.

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Las calles están vacías. El mercurio supera ligeramente los 0 ºC, pero la sensación térmica es negativa. En el barrio, ningún comercio subió todavía las persianas. En la noche del lunes, a todos les faltaba pan. A 100 metros de allí, detrás de las vallas del imponente hotel Hilton, donde decenas de familias encontraron refugio tras el mortífero terremoto del lunes, las palabras “sopa” y “pan” están en boca de todos.

Algunos niños juegan, aunque la mayoría siguen durmiendo en las baldosas, abrigados con capuchas y guantes. Muchos padres ya se despertaron o simplemente no durmieron en toda la noche. “Llegamos aquí ayer a las 15:00. El hotel nos dio sopa ayer por la noche, pero la noche ya ha pasado. Tenemos hambre y los niños también”, dice a la AFP Imam Çaglar, de 42 años.

“Las panaderías estarán cerradas hoy, no sé cómo vamos a encontrar pan”, se preocupa este padre de tres niños. Ni se plantea ir a buscar víveres a su casa, situado a pocas calles, por temor a las incesantes réplicas. “Vivimos en la primera planta de tres. Tenemos demasiado miedo de volver”, dice sacudiendo la cabeza. “Nuestro edificio no es en absoluto seguro”, agrega.

“Pequeño vaso de sopa”

“Recibimos un pequeño vaso de sopa, no es suficiente”, se queja Mehmet Çilde, de 56 años y seis hijos, que espera que la autoridad municipal distribuya comida. “Pero no tenemos ninguna información, nada”, asegura. Filiz Çifçi se perdió la distribución de sopa que se hizo en la víspera un poco más arriba en la avenida.

La madre y sus tres hijos, que huyeron de su apartamento en plena noche del lunes con tres mantas y sus teléfonos, prefirieron saltarse una comida que esperar bajo el viento y una lluvia gélida. “Simplemente tomamos té y café ayer por la noche, nada más”, lamenta la treintañera, con velo y túnica de color malva, sentada cerca de los aseos del hotel.

Desconoce si los niños tendrán suficiente para comer el martes o en los próximos días. “Por ahora, no tenemos nada más que nuestras mantas”, asegura. Se frena, piensa, y continúa: “Al menos, aquí, el agua es potable”.

Esperan ayuda en medio de rescates

En medio del frío y la devastación, los equipos de rescate en Turquía y el norte de Siria continuaban el martes sus labores a la espera de ayuda internacional tras la mortífera serie de seísmos. A veces con las manos desnudas, los socorristas continuaron la dramática búsqueda de sobrevivientes durante la noche, desafiando el frío, la lluvia o la nieve y el riesgo de nuevos derrumbes.

En Hatay, sur de Turquía, los socorristas pudieron rescatar con vida a una niña de 7 años que había quedado bloqueada bajo una montaña de escombros. “¿Dónde está mi madre?”, dijo en brazos de un socorrista, con un pijama de color rosa manchado de polvo. Las malas condiciones meteorológicas en la región de Anatolia complican las labores de rescate y ensombrece las perspectivas de los supervivientes, que se calientan en tiendas o en hogueras improvisadas.

Primera ayuda internacional

La ayuda internacional a Turquía debe empezar a llegar el martes con los primeros equipos de socorristas de lugares como Francia o Catar. El presidente estadounidense Joe Biden prometió a su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan “toda la ayuda necesaria, sea la que sea”.

El equipo francés debe viajar particularmente a Kahramanmaras, en el epicentro del seísmo, una región de acceso difícil y sepultada bajo la nieve. Dos destacamentos estadounidenses con 79 socorristas cada uno se estaban preparando el lunes para desplazarse al lugar, indicó la Casa Blanca.

China anunció el martes el envío de una ayuda de 6,9 millones de dólares, que incluirá equipos especializados en el socorro en entornos urbanos, equipos médicos y material de urgencia, según un medio estatal de Pekín. Según Erdogan, 45 países ofrecieron ayuda.

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PEn cambio, el llamado lanzado por el gobierno de Siria recibió por el momento la respuesta de su aliado ruso, que prometió equipos de socorro “en las próximas horas”, además de 300 militares rusos que ya se encuentran en el lugar para ayudar en el rescate. La ONU también reaccionó, pero insistió que la ayuda debe llegar “a todos los sirios en todo el territorio”, también en la parte que no está bajo control del gobierno.

Aprovechando el caos provocado por las sacudidas, una veintena de combatientes presuntamente del grupo Estado Islámico (EI) escaparon de una prisión militar en Rajo, controlada por rebeldes proturcos. Los balances a un lado y otro de la frontera no dejaron de aumentar y, teniendo en cuenta la magnitud de la destrucción, pueden seguir la misma tendencia.

Solo en Turquía, las autoridades contabilizaron casi 5.000 inmuebles derrumbados. Además, la caída radical de las temperaturas conlleva un riesgo suplementario de hipotermia para los heridos y las personas atrapadas en los escombros.

Dormir al raso

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que temía lo peor y auguró “unos balances ocho veces más elevados”. Durante el lunes, se registraron hasta 185 réplicas, además de las dos sacudidas principales: una de 7,8 en medio de la noche (4:17 locales) y la otra de magnitud 7,5 al mediodía. Las réplicas continuaron durante la madrugada del martes. La más fuerte, de magnitud 5,5, ocurrió a las 6:13 locales (3:13 GMT) a 9 km al sureste de Gölbasi (sur).

Las autoridades habilitaron gimnasios, escuelas y mezquitas para albergar a los supervivientes. Pero por temor a nuevos sismos, muchos habitantes prefirieron pasar la noche al raso. “Todo el mundo tiene miedo”, aseguraba en Sanliurfa (sureste de Turquía) Mustafa Koyuncu, un hombre de 55 años que pasó la noche con su mujer y sus cinco niños en el coche familiar.

Es el terremoto más importante en Turquía desde el del 17 de agosto de 1999, que causó la muerte a 17.000 personas, un millar de ellas en Estambul. El presidente turco decretó un luto nacional de siete días y el cierre de escuelas durante una semana.

Fuente: AFP.

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