• Ivelice Villalba Maidana
  • Fotos: Matías Amarilla

El peregrinar de las personas con lepra en el Paraguay se sostuvo de la mano amorosa de los franciscanos en plena guerra del Chaco y luego se quedaron a cargo las hermanas de San Vicente de Paul. Hoy la población del leprocomio es de 90 personas y la mayoría son pacientes curados con secuelas que viven como una gran familia.

Rodeado de serranías y verdosos árboles nativos, el lugar es bello y apacible. La colonia de leprosos de Sapucai fue creada en plena guerra del Chaco (1932-1935). Antes, el lugar era llamado San Eusebio y luego esta denominación fue cambiada por la de Santa Isabel. Se trata de un amplio predio de 894 hectáreas que fue traspasado por el entonces IBR (Instituto de Bienestar Rural) al Ministerio de Salud en 1988.

El leprocomio está ubicado a 115 kilómetros de Asunción, en el distrito de Sapucai, departamento de Paraguarí. Actualmente en el lugar se encuentra solo un paciente enfermo del mal de Hansen. La mayoría de los que viven allí son pacientes secuelares, con problemas de salud mental y otras afecciones. La población total actual es de 90 personas, entre mayores y niños.

El sitio cuenta con tres pabellones (uno de varones, otro de mujeres y otro de salud mental). Además, se instalaron 12 casitas en los alrededores, donde viven algunos pacientes secuelares con sus familias y otros solos.

Actualmente en el hogar hay una sola persona con el mal de Hansen, pero los pacientes secuelares encontraron allí una familia. Foto: Matías Amarilla

El peregrinar de las personas afectadas por el mal en el país ha sido difícil y muy estigmatizante, como en el resto del mundo, con historias de abandono, maltratos y aislamiento.

La IXª Región Sanitaria se encarga de proveer enfermeros y medicamentos controlados. Pero el mantenimiento, la alimentación y toda la administración está a cargo de las hermanas de la Orden Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, quienes cuentan con un total de seis colaboradores, entre personal de tambo, cocina y limpieza.

Tanto los pacientes como las religiosas viven de la providencia y caridad de las personas solidarias. Desde la pandemia, las hermanas vicentinas piden que se les llame para preguntar qué necesitan y así organizar las necesidades del establecimiento.

LABOR CARITATIVA

Obdulia Mendoza, hermana de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, responsable del leprocomio Santa Isabel, cuenta que la congregación llegó al Paraguay en 1880 después de la guerra contra la Triple Alianza.

“Fuimos las fundadoras del Hospital de Clínicas, cumplimos este año 125 años de misión en el Paraguay y 75 años en el leprocomio. Al inicio de nuestra misión atendimos a los heridos de la guerra en el hospital, pero allí mismo también se les atendía a los enfermos de lepra. Luego salió un decreto-ley para que se les saque de ahí. La decisión era alejarlos de la población porque no había un tratamiento específico para ellos y fue cuando decidieron traerlos acá en 1933”, relata.

La hermana Obdulia Mendoza, responsable del leprocomio. Foto: Matías Amarilla

La religiosa cuenta que hace casi un año es responsable de la misión en el leprocomio, pero hace seis años que sirve en el lugar. “Realmente en este lugar aprendimos a vivir la providencia de Dios y se ha convertido en una obra evangelizadora para muchas familias, que acuden al lugar para mostrar la realidad y tocar el corazón de sus hijos rebeldes o animar a las personas deprimidas. Hay historias de conversión de los que nos visitan. Aquí vivimos en carne propia lo que sabemos en teoría.

Vivimos la providencia de Dios día a día”, expone.

Agregó que la congregación cuenta con un tambo, que provee de leche y queso a la población. “Cuando hay mucha necesidad de carne, mandamos faenar algún ganado”, señala.

La hermana Obdulia explica que los pacientes secuelares ya no tienen la enfermedad y que debieron haber vuelto con sus familias, pero la mayoría ha perdido contacto con estas y otros no quieren regresar porque han sentido la discriminación de su propia gente. Ellos dicen que sus compañeros son “su familia”.

75 AÑOS DE AMOR Y PROVIDENCIA

Por los 75 años están llevando adelante varios proyectos de mejoras en las instalaciones y nuevamente contarán con la misión evangelizadora de los hermanos franciscanos.

“En febrero hicimos una reunión de trabajo con los padrinos y gente solidaria que siempre nos ayuda. Hasta ahora hemos mejorado las instalaciones de la cocina, hemos mandado construir un gran tanque de agua (donación del exídolo de la Albirroja Nelson Cuevas), hemos refaccionado dos pabellones con la ayuda de las Hijas de Caridad de Estados Unidos, pero queremos mejorar otro pabellón. También estamos abocados a refaccionar completamente una casita para el fray, que vendrá nuevamente. Hemos cambiado completamente el techo, hemos mandado hacer el piso, un baño moderno. Estamos debiendo por estas obras, es parte de un proyecto que hemos presentado al Gobierno y esperamos contar con esos fondos cuanto antes. Nos prometieron para este mayo”, dijo.

Actualmente tienen 27 pacientes, que requieren de la atención sanitaria, dos de los cuales son personas que tuvieron ACV, una enferma con cáncer, una persona con las dos piernas amputadas y dos personas con problemas de salud mental, que requieren a diario del acompañamiento profesional.

“Ahora solo contamos con una enfermera en el turno tarde, necesitamos más profesionales. Por lo menos necesito cinco enfermeros, uno para la tarde, otro para la noche y los otros para refuerzo. Estoy insistiendo con la región sanitaria, me prometieron conceder”, indicó.

MEJORAS

Las religiosas quieren festejar los 75 años de la presencia de la congregación en el lugar con las mejoras, así como la formación espiritual y evangelización de los colaboradores y enfermos.

“Creo que con el regreso del fray Iñaki podremos lograr esos objetivos. Agradecemos mucho la colaboración de la gente solidaria. Tengo personas que colaboran mensualmente y con eso podemos satisfacer las necesidades urgentes”, expresó.

Asimismo, indicó que entre sus planes está mejorar la capilla de la colonia, que está siendo afectada por las hormigas. “Queremos poner todo bien para que cuando venga el fray esté todo ordenado”, señaló.

Agregó que el pabellón de mujeres necesita también de remodelación. “Hay grupos trabajando en eso, hacen rifa y una arquitecta donó el plano para remodelar el pabellón de mujeres”, contó. Para recibir las donaciones existe el Comité de Ayuda a los Enfermos de Mal de Hansen, que posee una cuenta en el Banco Nacional de Fomento (Número de cuenta 026-00-261015/6). BNF, RUC 800 275 92-6.

HISTORIAS DE VIDA

Algunos habitantes de la colonia recuerdan que llegaron siendo niños y aún permanecen en el lugar, ya curados, pero con secuelas. Tampoco faltan las historias de amor entre los internos, donde el tiempo corre despacio y la vida se vive de manera diferente. Algunos se inspiraron y escribieron poemas, como fue el caso de Tomás Castillo (fallecido), a otros les gustaba cantar y enseñaban a sus compañeros como fue don Luis López (también fallecido).

Sonia Díaz, la cocinera del lugar, recuerda con cariño a don Luis López. “Tocaba el teclado y cantaba muy bien la música paraguaya. Durante su estancia en el leprocomio nos enseñó a cantar y formar parte del coro que animaba las celebraciones eucarísticas que oficiaba un fray. Era una muy buena persona. Dejó un cuadernito lleno de poemas escritos por él”, rememora.

Entre los escritos de don Luis se encuentra el agradecimiento a sor Juanita, una hermana que estuvo al frente del leprocomio durante tres años: “Gracias te decimos todos juntos, sor Juanita. / Durante casi tres años compartimos tu bondad. / Dejarás un gran vacío en cada uno de nosotros, / con lágrimas en los ojos y un silencio total te despedimos hoy”.

En otro escrito dedica unas estrofas a una oftalmóloga llamada Lorena: Era un día de abril cuando llegué a conocerla, / ni siquiera imaginaba que serías tan gentil. / Profesional competente, oculista de primera / es la doctora Lorena, joya de amor guaraní…”.

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