• POR FELIPE GOROSO S.
  • Columnista político

Del populismo siempre se dice que está a punto de morir; sin embargo, está más vivo que nunca. En Paraguay es un error común etiquetar como populismo a lo que en realidad no es y como populista una medida, propuesta o a un político con acti­tudes que tal vez puedan ser populares, pero que en realidad están muy lejos de ser popu­listas. Uno de los principales problemas del populismo es que todo el mundo cree o dice saber qué es y las características de este; el otro es que se parte de la base que el popu­lismo es parte identitaria de una ideología en particular, en la generalidad aquella que, subjetivamente, no le gusta al que asigna la etiqueta casi como un insulto.

La semana pasada, el precandidato oficia­lista a presidente de la República, Arnoldo Wiens, agitó el ambiente con una idea que se le habrá ocurrido más a un asesor de comuni­cación que a uno económico. Básicamente, el Estado pagará las cuentas de quienes están en Informconf para que los mismos puedan salir de esa condición y volver a ser sujetos de crédito.

Supuestamente, instituciones con la caja suficiente adquirirían esas deudas y los deu­dores pagarían con una mayor financiación y sin intereses. Como un condimento de rease­guro, mencionó que el propio Ministerio de Hacienda estaba involucrado en el proyecto.

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Se estima que el universo de paraguayos, que serían supuestamente beneficiados, es de alrededor de 400 mil. Nada mal, si se lo puede multiplicar al menos por dos. Cerca de un millón de votos. Seguro ese es el bri­llante cálculo que habrán hecho los asesores a la hora de presentar la idea al candidato. ¿Qué podía salir mal?

Pues todo. El populismo, mal que les pese a muchos, no lo puede hacer cualquiera. Pre­cisa de una narrativa elaborada con altí­simos niveles de puntillosidad construida desde una capacidad simbólica. Todo esto en formato de mito; es decir, casi como una “verdad” posible o que incluso ya sucedió. Para ser aún más precisos, no necesaria­mente debe ser verdad, pero sí verosímil. Y la diferencia es enorme. Además, el popu­lismo debe venir configurado con otra serie de acciones, hechos y mensajes, todos con­catenados unos con otros.

Nada de eso tiene la idea del candidato del Gobierno. Porque no pasa de ser un burdo intento de subir unos puntos en las encues­tas. Ojo que eso no le resta peligrosidad a la proposición. Es peligrosa, temeraria, pero sobre todo y principalmente desesperada. Se le puede seguir asignando calificativos, todos los que uno quiera, pero en ningún caso puede pretenderse llamarla populista. Es asignarle una altura que no tiene.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos invita a de alguna manera ajustar los conceptos, de manera que el debate sea enriquecido incluso desde la más ácida crítica, pero obligatoriamente precisando los tantos.

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