Las redes sociales bullen estos días con una teoría complotista que acusa a las vacunas de crear variantes más peligrosas del COVID-19 y a las personas vacunadas de ser portadoras de “bombas de relojería bacteriológicas”, suposiciones refutadas por los inmunólogos.

Este nuevo ataque de los antivacunas, que se propaga desde cuentas conspiracionistas, se presenta con un supuesto cariz científico, buscando acentuar el temor y la desconfianza, mientras las variantes ganan terreno en el mundo, como la británica en Europa y la brasileña en América del Sur.

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Estas informaciones falsas se presentan de varias formas: algunas, publicadas en Facebook y compartidas más de un millar de veces en pocos días, tienen un estilo muy directo: “Las personas vacunadas son bombas de relojería bacteriológicas ambulantes y una AMENAZA para la sociedad”, clama un mensaje acompañado de una imagen de cartuchos de dinamita conectados a un detonador.

“Las personas vacunadas (...) son las que tienen más posibilidades de infectar a otras personas con súpercepas”, defiende un artículo. También en Facebook, una carta más formal de un científico belga, Geert Vanden Bossche, se ganó un buen puñado de adeptos asegurando que la vacunación podría provocar una “fuga inmunitaria adaptativa” masiva, que acabaría reforzando el virus.

“Cuanto más utilicemos estas vacunas para inmunizar a las personas en plena pandemia, mayor será la capacidad de infección del virus”, según este científico. En resumen, el remedio al COVID-19 sería peor que la enfermedad, según estas teorías.

Un contrasentido

Pero estas publicaciones se basan en un contrasentido, puesto que las vacunas deben inocularse lo antes posible para limitar el riesgo de que las variantes peligrosas se multipliquen, explicaron los inmunólogos interrogados por la AFP.

Como cualquier virus, el SARS-CoV-2 muta continuamente debido a los errores de copia genética que se registran cuando se replica. Muchas de estas mutaciones no tienen repercusiones, pero algunas de ellas pueden volver el virus más infeccioso, resistente a los anticuerpos e incluso más mortal.

La selección natural hace que con el tiempo sobrevivan las mutaciones más útiles para la supervivencia del virus. Por ello, cuanto más se demore la vacunación, mayor será el riesgo de que el virus se refuerce frente a los anticuerpos, ya sean naturales o los generados con los inmunizantes.

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“Los riesgos de no llevar a cabo una campaña de vacunación contundente es que las variantes se instalen” en el territorio, estimó recientemente la viróloga Stéphanie Haim-Boukobza.

“Cuanto más circule (el virus), más oportunidades tendrá de hallar soluciones a la vacunación y a la inmunidad”, según el epidemiólogo Pascal Crepey. “Hay que dejarle el menor tiempo posible”, reafirma.

“Si usted pone cada día una pequeña cantidad de insecticida en un hormiguero, matará a cierto número de hormigas, mientras que algunas se volverán muy resistentes al insecticida. En cambio, si usted pone una gran cantidad de golpe, las mutantes no podrán sobrevivir”, resume Michel Moutschen, profesor de inmunopatología.

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“Lo que tememos es que las variantes logren colarse entre el filtro que ejerce la vacunación”, explica Vincent Maréchal, profesor de virología de la Universidad de la Sorbona de París. Pero que las vacunas dejen “pasar las variantes”, no significa para nada que las fabriquen, como sostiene la teoría complotista, insiste.

La variante británica surgió unos dos meses antes del inicio de la campaña de vacunación en el Reino Unido, en diciembre. La brasileña fue detectada en la región de Manaos donde el virus circulaba sin obstáculos.

“Las vacunas contra el COVID-19 no fabrican variantes”. “El riesgo en cambio es que no sean suficientemente eficaces para impedir estas mutaciones”, abunda Olivier Schwartz, responsable de la unidad Virus e Inmunidad del Instituto Pasteur de Francia.

Fuente: AFP.

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