Durante la emergencia del movimiento interno “militantes combatientes estronistas hasta las últimas consecuencias” de la Asociación Nacional Republicana (ANR), allá por 1986-87, sus dirigentes tenían un pelotón de jóvenes imberbes en dignidad e intelectualmente calvos que se movían y hablaban de acuerdo con el libreto mediocre preparado por algunas mentes abyectas -e igualmente mediocres- que pululaban dentro de ese proyecto.

El blanco de sus arrabaleras diatribas y soeces impugnaciones eran los líderes del sector tradicionalista. El lenguaje con que trataban a personas ya maduras, con la suma de sus aportes y defecciones, constituía un desprecio a la decencia y a la buena educación. Jamás recibieron (estos “jóvenes dirigentes”), ni como generosa retribución, una respuesta a sus insultos. Que no se interprete que estamos negando el derecho a la participación política activa y responsable a las generaciones jóvenes. Ni que la dirigencia canosa está exenta de las críticas.

Al contrario, es en la interacción generacional sistemática, de confrontación y diálogo, que se reconstruyen los liderazgos dentro de las organizaciones partidarias. Lo altamente condenable es cuando los jóvenes se convierten en carne de cañón de batallas que no se animan a disputar sus mayores. Les calientan las cabezas (nuestro famoso “gorro de lana”) sin asumir responsabilidades por el destino de catástrofe que destruye su futuro. No solo es condenable esta premeditada disposición a fundir a una franja etaria en sus primeras incursiones políticas, sino que es repudiable por la cobardía de sus promotores.

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Asediado por los zalameros rentados, el jefe de Estado, Mario Abdo Benítez, fue forzado a responder que en marzo iba a tomar la decisión de participar o no de las internas partidarias para elegir al nuevo titular de la Juna de Gobierno de la ANR. La frase “en marzo vamos a divertirnos” fue como una tácita aceptación para sus acólitos. Pero, a juzgar por los indicios, el mandatario lo pensó mejor y ya estamos al 8 del mes elegido y solo el silencio respondió a las huestes hambrientas de seguir usurpando cargos y medrando con los privilegios que concede la rastrera obsecuencia. Dentro del movimiento Fuerza Republicana dejaron trascender algunos nombres para rellenar el vacío de indecisión del jefe de Estado.

Al menos, hasta hoy. Entre esos nombres aparecen los senadores Juan Afara y Lilian Samaniego, y el director de la entidad binacional Yacyretá, Nicanor Duartes Frutos. Sin embargo, todo indica que ninguno quiere sacar las castañas del fuego. Con un precandidato a la presidencia del mismo equipo, Hugo Velázquez, en incontenible descenso, nadie se ofrece para sacrificarse por el proyecto. Décadas atrás, un destacado dirigente liberal, aunque en otro contexto, diría que es como abrazarse a un cadáver. Al menos esa es la impresión que proyectan desde esa esquina del cuadrilátero republicano.

El periódico digital oficioso de Duarte Frutos, primero, y del Gobierno, después, “El Trueno” (financiado por Yacyretá) difundió la especie de que “el oficialismo sondea la candidatura de varios jóvenes para enfrentar a Horacio Cartes”. Entre los elegidos aparecen el diputado por Itapúa, Colym Soroka; el intendente de San Lorenzo, Felipito Salomón; el presidente de la Junta Municipal de Asunción, Luis Fernando Bernal; el ministro ejecutivo de la Secretaría de la Juventud, Édgar Colmán y el asesor político del presidente de la República, Mauricio Espínola. El único que tomó en serio la celada de Duarte Frutos fue este último quien, a través de las redes sociales, anunció que para él “sería un privilegio y un sueño aceptar tan grata distinción de liberar de las cadenas que atan a mi querido partido, lo que haría sin miedo y sin dudar; pero HOY mi candidato a la Junta de Gobierno es Marito Abdo”. Espínola es conocido dentro de su mismo entorno como gatillo fácil. Primero dispara y después trata de pensar.

Es casi seguro, según descripción fiel de quienes lo conocen, que al ver estas meditaciones nuestras el propietario fantasma de “El Trueno” exclamará: “Movimos el avispero”. En realidad, les estamos diciendo a estos jóvenes que no se dejen quemar por dirigentes ya incinerados en el horno del desprestigio como apóstatas que renegaron del patriotismo y deshonraron al coloradismo.

Hay una famosa anécdota de un alto funcionario público durante la dictadura de Alfredo Stroessner quien fue informado que a la mañana le iban a comunicar su destitución. Al día siguiente, temprano, vistió su mejor traje, su corbata más vistosa y lustró concienzudamente sus zapatos. “No hay que darle el gusto a quienes quieren hacernos daño -confesaba años después-, aunque estaba golpeado no iba a demostrarlo”. Es, quizás, el parafraseo de otra frase muy popular: “Si hay pobreza, que no se note”. En el caso específico que nos ocupa, lo ideal sería que Marito, Nicanor, Lilian o Juancito asuman la responsabilidad de enfrentar a Horacio Cartes y no enviar a estos jóvenes a las horcas caudinas. De esta manea podrían darle su verdadero sentido al adagio: “Si hay desesperación, que no se note”.

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