En su desesperación por transferir su propia desesperación (la repe­tición es intencional) a su enemigo político, porque la candidatura propiciada por la cadena mediática de Nata­lia Zuccolillo naufraga irremediable y acelera­damente, el diario Abc Color ha superado los límites de la decencia y la honestidad intelec­tual, ha renunciado a cualquier indicio de ética para desbarrancarse en una orgía grotesca de manipulación aviesa, distorsión infame y des­contextualización retorcida de todo cuanto diga o calle el joven Santiago Peña, repre­sentante de la Asociación Nacional Republi­cana-Partido Colorado, para las elecciones generales del próximo 30 de abril. Hasta ya interpretan sus gestos o las expresiones de su rostro. El curanderismo, la astrología y la quiromancia convertidos en periodismo. En realidad, las fronteras de la seriedad, respon­sabilidad y servicio al público, de la libertad de expresión como derecho del pueblo a estar informado, siempre fueron fluctuantes para un medio que nació santiguándose ante el san­guinario dictador Alfredo Stroessner y cuya bendición fue clave para construir un imperio económico a cambio de mirar hacia otro lado, mientras el déspota perpetraba sus peores crí­menes en contra del pueblo paraguayo.

Que quede claro que condenamos cualquier res­tricción o represalia contra los medios de comu­nicación, como ocurrió con Abc Color el 22 de marzo de 1984. Pero no es menos cierto que, en “homenaje” a los 25 años del régimen del tira­nosaurio en 1979, el diario había desplegado un voluminoso suplemento especial para rendir tri­buto a “un hombre, su tiempo y su aporte al país”. Es incontrovertible que este periódico contri­buyó para consolidar la dictadura. Tardó más de la cuenta para romper su idilio con Stroessner. Mientras el romance daba buenos frutos, nunca tiró piedras al árbol de la represión, la tortura, los asesinatos y las desapariciones. No existe en sus páginas una condena a la “Pascua Dolorosa” de 1976, que tuvo como centro el departamento de Misiones. Esa tapa no han podido exhibirla sus trabajadores por los 45 años de fundación del diario, porque no existe. Fue acallada por las informaciones oficiales originadas en el tétrico Departamento de Investigaciones y la Poli­cía de la capital. Así que no pretendan presen­tarse ahora como los inmaculados héroes de la prensa nacional de un momento en que fueron los villanos favoritos del dictador. Lo que ocurrió después, a partir de 1980, merece otro análisis para conocer las razones de la ruptura de dicha alianza estratégica. Algunos investigadores ase­guran que el entonces director de Abc Color, Aldo Zuccolillo, ya no se contentaba con el poder económico y que pretendía dar un salto hacia el poder político. De ahí el famoso “Plan Z”.

La tapa del viernes último es la esencia misma de la mala fe distorsionadora, que justifica la his­toria de contorsiones de un diario que cambia de posiciones de acuerdo con la conveniencia de sus propietarios de turno. Con la colaboración de periodistas que se prestan gustosos a la política de la manipulación, un tanto para congraciarse con la patrona, otro tanto por su enfermizo anticoloradismo. Afirma Abc Color, con aires de contundencia, que “Santi promete zoque­tes como solución laboral”, con el sobretítulo de “Ser hurrero es suficiente”. En realidad, lo que el candidato del Partido Colorado viene repitiendo es un discurso dirigido a los hoy candidatos a senadores (45) y diputados (80), exhortándoles a gastar sus últimas energías para formar parte del Congreso de la Nación, y que aquellos que no logren hacerlo, tendrán un espacio a su lado, si llegara a ganar la Presidencia de la República. Es normal que un jefe de Estado quiera rodearse de personas de confianza en los cargos de igual carácter, considerando, naturalmente, el nivel de los méritos académicos y las exigencias éti­cas para ocupar tales responsabilidades. Pero, publicar así, como impone la honestidad perio­dística, no sería “noticia vendible”. Y esta es la razón por la cual prefieren fabricarla a su antojo e inmoral parecer. En su exasperación por insta­lar la candidatura de Efraín Alegre, presidencia­ble por la Concertación Nacional opositora, ya ni siquiera guardan la compostura ni las formali­dades. Y han recuperado, como en la época de la dictadura, la desvergüenza de mentir por acción y omisión.

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La cadena de Zuccolillo ha preferido ignorar el informe de la Auditoría General del Poder Eje­cutivo (AGPE) cuando Fernando Lugo era pre­sidente de la República y que muestra con meri­diana claridad un despilfarro de 37 millones de dólares en perjuicio del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones en la época en que Efraín Alegre se desempeñaba en el cargo de ministro. Pero no nos extraña. Corrobora la línea histórica del diario Abc Color. Cuando ocultaba los crímenes de la dictadura estro­nista porque era conveniente –repetimos– a sus intereses. Algunas cosas, por lo visto, nunca cambian. No hay redención posible para quie­nes no se arrepienten de su pasado de abyec­ción y han guardado en el baúl de las miserabi­lidades la función y la misión del periodismo. Felizmente, el pueblo aprendió a leer ya no solo de manera literal, sino, fundamentalmente, en su dimensión comprensiva. Así se entiende por las sucesivas derrotas de esta cadena y sus saté­lites en todas las campañas que han empren­dido en los últimos años. El público, llegado el momento, aplicará su propio discernimiento para elegir entre la verdad y la mercadería ave­riada que le ofrecen en las góndolas de la reinci­dente impostura.

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