No son muchos los nombres de hombres que actualmente sobresalen como figuras que marcan el rumbo del planeta. Para bien o para mal, Trump, Musk, Bezos, Netanyahu, Putin, Zuckerberg, Jinping, Gates, Zelenski y hasta León XIV acaparan las noticias cotidianamente, demostrando su fuerza y determinación.
De entre ellos, un presidente de los más pomposos y pretenciosos, con 1,73 metros de estatura –que parece mucho menos a causa de su delgada silueta–, y que con su verborragia alienta a sus pares a jugar a la tercera guerra mundial, hace unos días llegó definitivamente al punto más alto del rating. Pero no fue por un hecho positivo ni descollante para la humanidad, sino por una enigmática escena en un vagón de tren.
Nos referimos a Emmanuel Macron, quien días antes había sido burla en todas las redes sociales por supuestamente esconder un paquetito de polvo blanco cuando fue sorprendido por la prensa.
Claro, la maquinaria de marketing del mandatario se encargó de explicar que ese polvito no era cocaína como se pretendió hacer creer a la opinión pública, sino “un pañuelo” y que las imágenes habían sido manipuladas con inteligencia artificial. Todo fue obra de los “malvados” rusos, dijeron.
Pero lo que sucedió a continuación dejó a todos con la boca abierta… y a Macron con la cara adolorida, cuando el presidente se disponía a bajar por las escaleras de un avión, una certera mano le sorprendió ¡con una cachetada!
Esta vez no hubo manipulación, en esta ocasión no fueron los agentes de Putin, sino la decidida palma de la mano de una mujer que “corregía” a uno de los hombres más poderosos del mundo. Era la esposa, quien rotundamente “le explicaba” su parecer a su marido. Para que entendiera y no hubiera dudas.
La cara de Macron fue para filmar. Bueno, en realidad quedó grabada para la posteridad y algunos científicos hasta posiblemente usen ese registro para analizar hasta qué punto puede llegar la caradurez de un político.
Todo ocurrió en centésimas de segundos. En cámara lenta se puede apreciar el trabajo de la mano femenina aplicado con eficiencia en el rostro del mandatario, al mismo tiempo la expresión de sorpresa por esa lección recibida, que instantáneamente se convirtió en vergüenza al darse cuenta de que toda la prensa había sido testigo del hecho, y al mismo tiempo la magia de la sonrisa para intentar disimular lo que todos habían visto.
“Mi esposa y yo bromeábamos, como solemos hacer”, fue la infantil explicación que dio más tarde Macron, pero nadie le creyó.
Aunque los tiempos producen cambios en las sociedades, es una constante que en la historia las mujeres siempre fueron protagonistas, aunque casi siempre detrás del telón. Su astucia hace que los hombres den la cara, pero en realidad son ellas las que llevan los pantalones. De ahí tal vez provenga la famosa frase que reza: “Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”.
En este tiempo en que el feminismo y el machismo se muestran los dientes, para algunos la frase será cuestionada. ¿Por qué detrás y no delante? Otros expresarán que la mujer debería estar al lado del hombre y no detrás ni adelante. También estarán los que lancen el grito al cielo y denuncien la violencia de género y salgan a favor del “pobre” Macron, visibilizando que los hombres de esta época reciben más palos que antes y que no solo los varones son los brutos y salvajes.
Es posible que el misterio de la autoría de esta reflexión de “gran hombre y gran mujer” se pierda para siempre entre los velos del tiempo, pero su contundencia no tiene reparos. A Helena de Troya, Cleopatra, Juana de Arco (ayer se recordó su sacrificio), Elisa Lynch, Marie Curie, Rosa Parks, ahora se suma el nombre de Brigitte Macron, quien desde ahora será recordada con una gran educadora de líderes mundiales.
De ni siquiera a tener alma en el pasado, a conquistar el voto, luchar por la igualdad de derechos, emanciparse de la esclavitud dentro del hogar, hasta ocupar los más altos cargos en empresas y hasta lograr presidencias de países, las mujeres demuestran que están más vigentes que nunca y que siguen cambiando el mundo.