Víctor Pavón
(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES)
El título de este artículo se refiere al poder adquisitivo de la moneda con énfasis sobre la inflación. Desde aquí luego me dirijo a los desórdenes que causan el deterioro del poder de compra de la gente. Para tales efectos, considero clave a Milton Friedman, laureado con el Nobel de Economía, como también a representantes de la Escuela Austríaca de Economía como Menger, Mises y Hayek, por citar algunos referentes de esta línea de pensamiento que, por cierto, en este momento causa sensación entre los jóvenes a nivel mundial.
La inflación es un fenómeno monetario por el cual se ponen en circulación más cantidad de monedas y billetes de lo que dispone la producción de la economía. Esto que resulta a la fecha para algunos una especie de novedad, en realidad no es más que una cuestión de sentido común. Si aumenta la oferta de un bien determinado, entonces, ese bien tenderá a perder su precio en el mercado y como el dinero es un bien, el poder adquisitivo de ese dinero también decrece. Tenemos más billetes circulando, pero a pesar de ello compramos menos.
Para comprender mejor esto es preciso entender que lo que llamamos dinero es un medio de intercambio que nos permite disminuir los costos y las numerosas dificultades para comprar y vender bienes y servicios. Imagínese el lector teniendo que volver al trueque para ir de compras al supermercado. Sería imposible y hasta estaríamos en un desorden de inseguridad que aquellos que no tengan algo que el otro no quiera, terminará por no acceder a lo que desea usando la violencia. Estaríamos en permanente violencia.
El dinero tal como lo conocemos hizo posible una revolución pacífica que posibilitó al ser humano intercambiar lo que tenía por aquello que otros hacían sin tener que apelar a la fuerza. Al comienzo se empezó a usar la sal, el azúcar, la seda como una forma de moneda, pero tampoco fue posible seguir utilizando estos bienes porque eran de producción limitada y poco convenientes en su traslado.
El billete y la moneda que hoy disponemos, incluso los títulos de compras en los mercados más complicados, por cierto, no fueron una creación de un Estado en particular. Fue un acto de evolución tipo ensayo-error del ser humano que entendió en el sector privado que la moneda de oro o plata y hoy el papel moneda sencillamente eran mejores en todo sentido para el intercambio y uso en las diversas transacciones. Hasta que el Estado se apoderó de ello.
Ahora bien, dada la existencia del Estado resulta necesario dejar en claro que la moneda debe ser estable y contar con poder adquisitivo. Para que esto suceda el mismo emisor del dinero, es decir, el sector público no debe financiar sus déficits con creación de más monedas y billetes sin respaldo en la producción económica.
En todas partes y en todos los mercados existe una relación entre bienes y dinero. Los precios están en función de la cantidad de moneda disponible. Si la cantidad de dinero aumenta teniendo la misma producción, el resultado será que los precios empezarán a subir hasta luego volverse incontrolables apareciendo el fenómeno inflacionario, el peor de los impuestos especialmente para los pobres.
Lo mejor que puede sucedernos como personas y miembros de un país, por tanto, es comprar más productos y servicios con menos billetes. Esto es estabilidad monetaria. Y todo comenzó con la sal, luego el oro y el billete.