Cada 14 de febrero se celebra en varios países del mundo con gran entusiasmo y alegría el Día de San Valentín. Un día muy especial para muchos, donde se resalta la importancia del amor y que, pese a la creencia de su origen comercial, viene de mucho antes.
En Paraguay esta fecha tiene varios indicadores que permiten medir la situación y el humor del país fuera de las redes sociales, aunque hay que tener en cuenta que esta es la primera vez que se celebra en tiempos de pandemia.
Esta fecha especial suele ayudar a los pequeños emprendedores y vendedores a mejorar sus márgenes, con la comercialización de peluches, flores, chocolates y todo tipo de obsequios que por lo general son elegidos por los enamorados.
Pocas personas se acercaron hasta los puestos de venta para preguntar por los precios de los peluches. Foto: Nadia Monges.
No obstante, según las consideraciones de varios de estos comerciantes, las ventas fueron muy escasas en esta fecha. Uno de los motivos señalados es la situación económica. “La gente prefiere comprar las cosas de primera necesidad, antes que peluches”, señaló una vendedora apostada en la vereda de la plaza 28 de Febrero, de la ciudad de Fernando de la Mora.
Otra zona que suele tener movimiento es la avenida República Argentina, donde además de apostarse menos vendedores que años anteriores, las ventas también estuvieron por debajo de las expectativas.
En las redes sociales, las ofertas de combos fueron varias, pero las mismas no tuvieron la demanda de años anteriores. Anoche, el movimiento en los restaurantes fue moderado, ya que mucha gente decidió comenzar el festejo en sus hogares y de esa manera evitar aglomeraciones innecesarias.
Los precios varían desde G. 30.000 hasta G. 500.000, según señalaron las vendedoras. Foto: Nadia Monges.
Planes, proyectos, deseos, sensaciones, regalos, peluches, la salida más glamorosa y detallista que lo que resta del salario puede pagar y un montón de “te quieros” que se guardan en la bolsa del “no va a pasar nada más que esto”. Así le rompen el corazón a un muchacho.
Cuando hablamos de amor, o por lo menos de ese amor que nos mostraron las comedias románticas, generalmente vemos a la chica de la pareja como la que más sufre y aguanta “por amor”, y eventualmente, como la rechazada por ese hombre que tanto la desvela. En la vida real esto también ocurre a la inversa.
“Tengo mil pendejas” o “las minas van y vienen” son frases machistas que decimos cuando nos finalizan unilateralmente la relación. Las compartimos con el grupo de amigos o en el entorno social más directo, principalmente por miedo a las burlas y por el tabú que representan los sentimientos masculinos en una sociedad como la paraguaya.
Hablo de decepción, frustración y un vacío que parece que nunca se volverá a llenar. A nosotros también nos pasa y no es algo que se cure con borrachera. Capaz con alcohol pase por un momento, pero sabemos que el cuco está ahí y que nuevamente despertará día siguiente.
Se ve más o menos así: nos encontramos tirados en la cama o el sofá, sumidos en una insoportable existencia, cambiando los canales. El fútbol no nos contiene y en una de esas nos cruzamos con alguna de esas películas en las que el pretendiente —que no es el más atractivo ni tiene la personalidad magnética y/o extrovertida— al final se queda con la chica de sus sueños porque “proveyó” en todo momento. En criollo, porque “estuvo siempre” y al final “la amiga se dio cuenta”.
Apagamos el televisor gritando alguna grosería al cielo o ahogándola en la almohada. Hicimos todo lo que en el filme nos dijeron que teníamos que hacer, pero al final, ella no se quedó. Capaz ganamos estima y empatía, pero queríamos otra cosa; queríamos sentarnos en el trono de hierro con ella.
Dejamos unas cuantas lágrimas en la manga de la remera. Estamos quebrados. El corazón roto no discrimina sexo ni género. Nos debatimos entre las ganas de espiar sus redes sociales para saber qué hace y el miedo a encontrarnos con una noticia que revele que para ella, la ruptura no ha significado lo mismo.
Todo cambia porque ya no somos los mismos, porque la herida tarda en sanar, porque aprendimos algo, porque no tenemos miedo de dejar fluir nuestros sentimientos, porque vivimos.
Capaz nos vuelvan a romper el corazón, pero tenemos herramientas para levantarnos. Nuestra forma de ver la vida —o al menos esta parte— no es la misma. Ya sabemos que al final de la película, no nos van a dar un beso con una canción pop de amor sonando de fondo.
Periodista especializada en cultura, género y moda
No quiero hablar de amor, sino de deseo porque siento que de amor ya hablamos demasiado pero no aprendimos nada. En cambio, el deseo ha sido un tema tabú que no nos dejó explorar otras posibilidades. Y cuando digo deseo quiero decir placer, y también sexo. Esos temas que se han considerado malas palabras, especialmente cuando somos las mujeres quienes hablamos de ello. Mi educación en ese ámbito estuvo marcada por la contradicción, que es el caso de la mayoría de las mujeres paraguayas, me atrevería a decir.
Asistí a un colegio católico donde conocí amigas que se volvieron hermanas de la vida, y con las que transitamos juntas un aprendizaje y desaprendizaje del amor romántico, con caminos y perspectivas muy diferentes, pero siempre acompañándonos, apoyándonos, secándonos las lágrimas unas a otras cuando hizo falta y celebrando el amor del bueno cuando este aparecía. Nosotras pasamos de leer Cosmopolitan en versión impresa y ver Sex and the city a los 15, a tener profundas discusiones cuasi filosóficas sobre estos temas via Whatsapp a nuestros 30, cuando nos encontramos con la tercera oleada del feminismo que llegó para salvarnos y para coincidir en que ya no nos vamos a callar nada. Pero así también, la casi nula educación sexual que nos dieron en el colegio estuvo siempre ligada con la culpa, y creo que en ese sentido, poco ha avanzado nuestro sistema educativo.
Por suerte para las nuevas generaciones, como contrapeso a lo que la educación formal prohíbe, restringe, censura y desinforma, hay una enorme producción teórica, cultural y literaria que reivindica una búsqueda del placer, y lo hace hablándole a las mujeres en primera persona. En ese sentido, son las autoras feministas latinoamericanas quienes están llevando la batuta en esta redefinición del deseo desde la mirada femenina. Un deseo que ya no está sujeto a la aprobación masculina, que deja de lado las culpas, que nos invita a vivir, explorar, sentir, fantasear de todas las formas posibles. Dos autoras para empezar a adentrarse en el tema, que hablan desde su experiencia y en un lenguaje claro, pero también con una profunda formación teórica, son la argentina Luciana Peker y la colombiana María del Mar Román. La primera nos regaló el texto que ya es fundamental Putita golosa: Por un feminismo del goce; mientras que la segunda lanzó recientemente Coger y comer sin culpa: El placer es feminista.
En la revolución del placer que plantean estas escritoras, aceptamos nuestras contradicciones, pero no nos limitamos por ellas. Somos conscientes que la mayoría crecimos odiando nuestros cuerpos porque así nos lo enseñaron; pero hoy nos rebelamos contra las dietas y cirugías porque reivindicamos el derecho a disfrutar de nuestros cuerpos sin censura. Nos animamos a dar el primer paso pero no renunciamos a la responsabilidad afectiva por eso. Redefinimos las relaciones a nuestra manera: el amor y el deseo no tienen por qué ser solo de a dos. Entendemos que “lo personal es político” y que, en ese sentido, nuestras pequeñas grandes batallas se pelean en lo cotidiano, desde incomodar en la mesa familiar cuando nos preguntan por el novio hasta perderle el miedo a palabras —y prácticas— como la masturbación. Como escribe Peker: “Si en nuestra revolución no hay abrazo, sexo y postre, no es nuestra revolución”. Hoy lo queremos todo. Ya era hora.
¿Buscando opciones diferentes para celebrar el Día de los Enamorados? Qué mejor que salir de lo convencional y animarse a probar algo juntos, por la primera vez.
Texto: Jazmín Gómez Fleitas
@jazgomezf
Saltá y disfruta la vista
Llegó el momento de tildar esta actividad de la lista de cosas para hacer “una vez en la vida”. Aunque, quienes ya saltaron, dicen que apenas se toca suelo se quiere volver a subir a las nubes. Según el director de la Escuela de Paracaidismo Sin Límites, David Vela, uno se supera a sí mismo, a sus miedos y a sus dificultades, al realizar paracaidismo.
Contrario a lo que se cree, es uno de los deportes más seguros, ya que todo el equipo debe estar en regla para hacerlo, además de considerar las condiciones climáticas como lluvias o poca visibilidad (cielo nublado). Si no se llenan todas, no se salta.
Tanto la Escuela de Paracaidismo Sin Límites como Salta con Anita (Anita Daher) cuenta con toda la reglamentación acorde al paracaidismo en Estados Unidos, desde donde la actividad se popularizó de manera comercial.
Anita Daher vive en España y es coach e instructora de túnel de viento (una modalidad para hacer paracaidismo en un tubo o columna vertical), sin embargo, suele estar algunos meses en Asunción para realizar saltos. Ahora estrena pista nueva y estará todo febrero y marzo para quienes la quieran contactar vía Instagram: @saltaconanita.
A la Escuela de Paracaidismo la encontrás como @paracaidismosinlimites en Instagram o Escuela de Paracaidismo Sin Límites, en Facebook. Los saltos se realizan en el Aeródromo Alfonso XI (en Paraguari) los sábados y domingos. Ambos lugares ofrecen el salto tándem para principiantes, que consiste en saltar junto a un instructor para brindarles seguridad en su primera experiencia. ¿Se animarían?
La emoción de la velocidad
¿Qué tal recrear un poco de la emoción de las pistas detrás del volante? Super Kart Paraguay, además de contar con la Escuela de Karting (donde se enseña a niños desde los 2 años) alquila karts a todo público. La pista está disponible de miércoles a sábados de 19 a 22.30 y los domingos de 19 a 22. Por G. 50 mil se puede dar vueltas durante 10 minutos a toda velocidad. Bueno, a la que te permitan en la pista y te animes realmente.
Antes de que te subas al vehículo y lo conduzcas, hay una charla previa. Ahí te instruyen sobre la teoría, la indumentaria, la prueba y te brindan indicaciones básicas. Se hace una primera vuelta de reconocimiento y luego los 10 minutos de vueltas, o bien, si querés competir con tu pareja o amigos y sus parejas, serían tres minutos de clasificación y siete minutos de carrera. Todo dependerá de si van para divertirse o para dar rienda suelta al espíritu competitivo.
Al objetivo con el láser
Seguramente escuchaste hablar del Paintball, el juego en el cual se enfrentan dos equipos y el disparador tiene bolas de pintura con las cuales se apunta al contrincante.
Si te gusta la adrenalina de este tipo de juegos pero preferís evitar la ropa llena de pintura —con manchas que no salen con facilidad— y golpes un poco fuertes —si te disparan de un punto cercano—, esta propuesta es para vos. Laserland Paraguay cuenta con la misma modalidad, pero los disparos son con lásers y las instalaciones con luces led y pintura 3D.
Se trata de una modalidad con tecnología de punta que al fin llegó al país y que antes veíamos en las películas y ya se jugaba en otros países. Cada partida dura alrededor de 15 minutos. La indumentaria incluye chaleco y pistola. Un instructor explica todo sobre el juego. Señala por ejemplo, dónde se obtienen más puntos al disparar, qué objetivos se deben cumplir para salir ganador y que el celular debe estar en modo avión para no interferir en la partida.
¿Están listos para poner a prueba sus habilidades de equipo?