El emprendimiento empezó en el año 2014, cuando un matrimonio decidió crear su propio negocio y abrieron una pizzería. A pesar de varios obstáculos pudieron salir adelante, sin embargo la crisis del COVID-19 les obligó a buscar nuevas alternativas para seguir generando recursos, fue así que nació la idea del delivery de pizzas congeladas.
“Me casé en el 2015 y me quedé embarazada a los dos meses de haber contraído matrimonio. Nace mi primer bebé y ahí se complica por la maternidad, entonces decidimos cerrar, hacíamos solamente delivery”, comentó Alejandra Viola.
Mencionó que a su marido le encanta la cocina, así que siguió esa pasión. Ambos son profesionales, ella periodista y él economista, pero ella renunció a su anterior empleo y él está en paro de actividades a causa de la pandemia, el único sostén de la familia es el delivery de pizzas precocidas.
El inicio
“Mi marido Adolfo Duarte había hecho un curso y se especializó en pizzas. En aquel entonces no teníamos ni registro de marca. Después me despertó la curiosidad de volver a empezar con el negocio. Mi bebé tenía tres meses, fue un año después”, agregó.
Los espacios y las inversiones fueron los primeros pasos en una cocina improvisada. Mientras cada uno se dedicaba paralelamente a su rubro. El local luego pasó al centro de Asunción, ya que creció y su madre ofreció su casa, más tarde le cedió una propiedad.
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Fue ahí cuando se animaron e invirtieron en la edificación del local, empezó en marzo del 2019 y finalizó en el mes de mayo. En junio fue inaugurado con el nombre “Santo Palato”, que hace honor al paladar del santo, con referencia a un artículo sobre la gastronomía del Papa, los filtros que se hacen y detalles sobre sus alimentos, además de las raíces italianas de Alejandra.
“Contratamos gente y los dos seguíamos trabajando. Pero tuvimos una muy mala experiencia, nos robaron muy mal. Nos desperdiciaban comida, no quiero ni acordarme. Cada uno fue renunciando. Y finalmente me quedé con mi marido y mi mamá, entre los tres atendemos de lunes a sábados. Eso también motivó mi renuncia a la empresa después de 6 años de haber estado ahí. Fue difícil porque tenían muchos proyectos, pero gano más en esto que en el periodismo”, relató.
Trabajar en tiempos de pandemia
La ilusión de crecer siguió el ritmo del trabajo, pero ahora con la pandemia del coronavirus el local está cerrado. “Las primeras semanas estábamos sin hacer nada, viviendo de nuestros ahorros. La actividad de él en su oficina también paró y el negocio fue nuestra salvación”, contó.
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Posteriormente vino la luz que dio idea a la nueva forma de ofrecer el producto. “Le di la idea de pizzas congeladas y ahí empezó la producción. Es algo sumamente viable, porque no es algo que en el traslado se puede pudrir. Tengo clientes que me compran de a 8 o 10 planchas y congelan, hasta tres meses podés tener con un buen frío. Pero de eso vivo ahora. No nos acordamos de pagar cuentas, porque está todo parado y tenemos este tiempo de gracia. Entonces toda nuestra producción se centra en comer. Tengo dos hijos y mis padres dependen de mí y mi hermano que vive con nosotros”, concluyó.