Cubierto con tatuajes rojos que imitan las manchas del jaguar, un indígena se conecta a TikTok desde la remota aldea de Nova Esperança, en la Amazonía brasileña, y suelta una carcajada al ver un video titulado “Si yo fuera rico”.

El pueblo matsés dio un salto a la modernidad con el internet de Starlink, una conexión a través de la constelación de satélites del multimillonario estadounidense Elon Musk.

Gracias a la financiación del gobierno local, la señal llegó hace poco al Valle del Javarí, donde habitan las comunidades indígenas más aisladas de la selva amazónica.

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Los vecinos de Nova Esperança se reunieron para ver la instalación de la antena y el panel solar que la alimenta. El proceso tardó menos de 30 minutos y los trabajadores usaron una escalera para ubicar los equipos en el tejado de la escuela.

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A más de 500 kilómetros y tres días en piragua de cualquier zona urbana, los 200 habitantes de esta aldea podrán disfrutar gratuitamente de conexión a Internet, un privilegio en esta región del noroeste de Brasil, en la triple frontera con Perú y Colombia. “Ahora sí tenemos sueños para el futuro: poder capacitar ingenieros civiles, geólogos, arquitectos, abogados, enfermeros (...) entre otras posibilidades”, dice a la AFP César Mayuruna, único concejal indígena de Atalaia do Norte, el municipio más cercano.

Pero la conexión –que ya tiene unos 50.000 usuarios en todo Brasil– preocupa a quienes velan por las tradiciones ancestrales. También podría servir a criminales que explotan sin permiso la tierra indígena.

“Difícil”

Los matsés son uno de los siete pueblos contactados del Valle del Javarí, la segunda reserva indígena más grande de Brasil, donde aún hay al menos 19 grupos indígenas que viven en aislamiento voluntario.

Pueblo nómada y guerrero, entraron en comunicación con la modernidad en la década de 1970. Hoy siguen luciendo sus adornos faciales de hueso y marfil, cazan y pescan a pesar de haber adoptado atuendos occidentales. Los más ancianos llevan tatuajes en la cara. Los habitantes que tienen teléfono –en su mayoría jóvenes que frecuentan la ciudad de Atalaia– se conectan por primera vez a la red.

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Raúl, el cacique, también tiene móvil. Utiliza WhatsApp, pero “solo para mensajes de audio, no de texto”, explica su hijo Assis, quien usa varias aplicaciones. Gracias a Internet los matsés de zona podrán comunicarse sin tener que desplazarse días y noches en piraguas.

Para Bene Mayuruna, presidente de la Organización General del Pueblo Matsés (OGM), significa poder estar en Atalaia do Norte, donde desempeña sus responsabilidades políticas, sin perder contacto con su familia en el pueblo.

“Nova Esperança está muy lejos, el acceso es difícil, la comunicación también”, anota.

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