El papa Francisco se reunió este domingo por la mañana en Budapest con el líder soberanista Viktor Orban, a puerta cerrada, antes de presidir la misa de clausura de un gran congreso religioso internacional.

Poco después de su llegada, el líder de 1.300 millones de católicos, se reunió con el primer ministro húngaro, según unas imágenes divulgadas en la cuenta de Facebook de Viktor Orban, en la que aparecían ambos responsables dándose un apretón de manos.

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El presidente húngaro, Janos Ader, y dos responsables de alto rango de la Curia romana también asistieron al encuentro. “Le pedí al papa Francisco que no deje perecer a los cristianos húngaros”, publicó Orban en su cuenta de Facebook. Por su parte, el Vaticano afirmó en un comunicado que el encuentro fue “cordial”.

“Entre los varios temas tratados, se encuentra el papel de la Iglesia en el país, el compromiso con la protección del medio ambiente, la protección y promoción de la familia”, indicaba el comunicado. Pero ¿habrá abordado el papa, que tiene fama de hablar sin tapujos, temas como la acogida de los migrantes o la tolerancia del colectivo LGTB+, cuestiones en las que discrepa con Orban?

Y es que Francisco ha pedido incesantemente a los gobiernos que acojan a refugiados que huyan de la miseria, sea cual sea su religión. Un reclamo incesante que se ha topado con la incomprensión, incluso, de parte de los fieles católicos.

La “amenaza” del antisemitismo

El papa viajó a Budapest respondiendo a una invitación del Congreso Eucarístico Internacional, siguiendo los pasos de Juan Pablo II, que acudió a ese evento en 1985, en Nairobi (Kenia). Tras su breve paso por la capital húngara, el sumo pontífice visitará la vecina Eslovaquia, donde realizará una verdadera visita de Estado, de tres días. En su primer discurso durante su visita, ante líderes cristianos y judíos, el papa Francisco advirtió de la “amenaza del antisemitismo que todavía serpentea en Europa y en otros lugares”.

“Es una mecha que hay que apagar”, afirmó. “La mejor forma de desactivarla es trabajar en positivo juntos, es promover la fraternidad”, añadió durante su visita a la capital de Hungría, un país que alberga a la mayor comunidad judía de Europa Central, estimada en unos 100.000 miembros. El 34º viaje internacional del papa Francisco, de 84 años, se produce unos dos meses después de que fuera operado del colon, una intervención que requirió anestesia general y diez días de convalecencia en el hospital.

“Lo siento si hablé sentado. No tengo 15 años”, declaró el papa. Desde primera hora de la mañana, la inmensa plaza de los Héroes de Budapest se fue llenando de grupos de peregrinos llegados de todo el país para presenciar la misa que el sumo pontífice debía oficiar allí a partir de las 9:30 GMT, bajo un radiante cielo azul.

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“No estamos aquí por la política, sino para ver y escuchar al papa, el jefe de la Iglesia. Estamos impacientes por verle, ¡es maravilloso que esté en Budapest!”, declaró a la AFP Eva Mandoki, de 82 años, que vive a un centenar de kilómetros de la capital. No se habría perdido esta visita por nada del mundo, como tampoco faltó, en 1986, a la de Juan Pablo II -la última efectuada por un papa a ese país-.

Se preveía la asistencia de unas 75.000 personas al evento, que debía ser transmitido en grandes pantallas. En la ciudad, feudo de la oposición a Orban, se colocaron carteles dándole la “bienvenida” al papa Francisco y elogiando sus llamados a la solidaridad y la tolerancia con las minorías. Viktor Orban también debía asistir al evento. Él tiene orígenes calvinistas, mientras que su esposa es católica.

“¡Todos somos migrantes!”

Jorge Bergoglio, cuyos antepasados, italianos, migraron a Argentina, no ha dejado de recordar a la vieja Europa su pasado, construido por oleadas de recién llegados. Aunque nunca ha aludido directamente a ningún político en particular, sí que ha criticado abiertamente “el soberanismo” que, según él, dedica a los extranjeros unos “discursos parecidos a los de Hitler en 1934”.

A quienes muestran su desacuerdo, les replica que ayudar a los excluidos es algo eminentemente cristiano. En abril de 2016, durante una visita a la isla griega de Lesbos, el papa lanzó: “¡Todos somos migrantes!” e invitó a subir a bordo de su avión a tres familias sirias musulmanas, cuyas casas habían sido bombardeadas.

En esa época, el dirigente húngaro ordenó levantar una valla en la frontera sur de su país para impedir la llegada de “musulmanes”. Una política muy restrictiva en materia de derecho al asilo que ha levantado ampollas en Bruselas, en tanto Orban asegura que lo que pretende es preservar el legado cristiano de Europa.

Fuente: AFP.

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