Unas 5 mil personas entre magistrados, funcionarios, profesionales abogados y auxiliares de justicia ingresaron desde las 7:00 hasta las 18:00 al Palacio de Justicia, tras la reanudación de las actividades de los juzgados de primera instancia en lo civil y penal. La reapertura de las secretarías en lo penal y civil corresponde a la segunda fase programada por la Corte Suprema de Justicia.
El pasado 4 de mayo, se habilitaron las salas Constitucional, Penal, Civil y Contencioso; los tribunales de apelación de los distintos fueros así como los juzgados de paz de todo el país. En los primeros días ingresaron alrededor de 3 mil profesionales del derecho que acudieron a las distintas salas de la máxima instancia judicial y tribunales de apelación para revisar sus respectivos expedientes.
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Esta reapertura se da tras 48 días en cuarentena a consecuencia de la pandemia del COVID-19. El horario de atención para los profesionales del derecho es de 7:45 a 12:00. Las disposiciones de la Corte se realizan en base a las recomendaciones de las autoridades del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, que están controlando permanentemente todas las acciones que toman las autoridades.
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Ejecutivo oficializa salida de Mazzoleni y a Borba como ministro interino
En la mañana de hoy Julio Mazzoleni dio a conocer su renuncia al cargo de ministro de Salud Pública, señalando que acordaron que deje el puesto a los efectos de que “realmente se pueda generar esa paz que se necesita para enfrentar al desafío” que es la pandemia de COVID-19.
Esto, tras la presión ciudadana y política ejercida sobre el Poder Ejecutivo y su Gabinete, y principalmente sobre las autoridades sanitarias, por el desabastecimiento en los centros asistenciales del país, la falta de infraestructura y la ínfima dosis de vacunas que llegó al país.
La crisis del COVID se agudizó esta semana y terminó por explotar hoy con la salida de Mazzoleni y el pedido ciudadano de renuncia al viceministro, Julio Rolón Vicioso, y al director de Vigilancia de la Salud, Guillermo Sequera, quienes estuvieron en el centro de la tormenta por declaraciones fallidas contra sus pares. Finalmente, retiraron lo dicho y pidieron disculpas.
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📃 Decreto por el cual se oficializa la renuncia al Ministerio de Salud de Julio Mazzoleni y confirma la designación de Julio Borba al frente de la cartera sanitaria. #TodoEstáenLN. pic.twitter.com/cwLGwZLCOM
— Diario La Nación (@LaNacionPy) March 5, 2021
La situación sigue candente y se esperan novedades, sobre todo tras la manifestación ciudadana convocada para esta tarde, frente al Congreso Nacional. En este marco, y con una caída estrepitosa de la popularidad del Gobierno y del presidente Mario Abdo Benítez, a quien también piden su renuncia, se dio a conocer el Decreto 4949, con fecha 5 de marzo del 2021, que oficializa la salida de Mazzoleni del cargo.
“Darse por terminadas las funciones del señor Julio Daniel Mazzoleni Insfrán como ministro de Salud Pública y Bienestar Social, y darse las gracias por los servicios prestados”, dice el documento.
Seguidamente, señala “designarse al señor Julio César Borba Vargas, viceministro de Atención Integral a la Salud y Bienestar del Ministerio de Salud Pública como ministro interino de la citada secretaría de Estado”.
Así, se da por terminada la era Mazzoleni al frente del Ministerio de Salud Pública, sumido en una crisis sin precedentes a causa del COVID-19 y de innumerables falencias y hechos de corrupción que se siguen dirimiendo en ámbitos administrativos y judiciales.
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Estrategia de incomunicación
La comunicación es un tema del cual todos nos creemos expertos. Y es, paradójicamente, donde más fracasamos. No es imprescindible egresar de una facultad especializada para convertirnos en “asesores”. Ni adquirir los conocimientos básicos sistematizados para dar cátedras sobre la materia. Preferentemente, desde el poder. Y desde la audacia de los prestidigitadores con habilidad para colocar buzones como si fueran estrategias. Es una ciencia manoseada desde la ignorancia. Y, más terrible aún, desde la arrogancia. Consecuentemente, desde esta plataforma miope, se volvió una disciplina maltratada y deformada desde la opinión. Naturalmente, siempre está sujeta a la crítica desde cualquier grado intelectual –igual que ese otro nuestro deporte favorito: la educación–, pero ella (la crítica) no habilita para la formulación de una estrategia desde la teoría y la verificación experimental. Porque así se fue midiendo el impacto de la comunicación en diferentes niveles y categorías de la sociedad, y más que nada en el ámbito de las decisiones políticas.
El análisis de la comunicación es muy anterior al auge reciente y presente de la tecnología. Fue hacia 1890 (siglo XIX) cuando se encaró con seriedad “la comunicación moderna como una fuerza dentro del proceso social” (Czitrom, Daniel; De Morse a McLuhan, 1982; 1985 en español). Tres nombres claves de aquella época: Charles Horton Cooley, John Dewey y Robert E. Park. Juntos consideraron que la “moderna comunicación sería un agente fundamental” para restaurar un amplio consenso moral y político para los Estados Unidos.
El estudio empírico de la comunicación gana auge entre las dos guerras mundiales en los campos del “análisis de la propaganda, análisis de la opinión pública, sicología social e investigación de mercados”. La investigación de la comunicación tiene en Estados Unidos como “padres fundadores” a dos sicólogos, un sociólogo y un político-científico. Estas citas solo pretenden ilustrar sobre un tema altamente complejo sobre el que se opina sin más herramienta que la osadía y que, también, fue enfocado desde el funcionalismo, el estructuralismo, el marxismo y, últimamente, desde el neoliberalismo “amnésico y ahistórico”.
En el caso de la comunicación –reducida erróneamente al ejercicio del periodismo– ocurre algo similar a la comparación que hacía Eligio Ayala entre el fabricante de salchichas y el político. Esta es una ciencia con su propia estructura, códigos y normas. Pero se la aborda desde cualquier ángulo y sin ninguna preparación. Durante toda la transición democrática ningún gobierno tuvo una estrategia comunicacional clara. Definida. Al menos esa es la percepción a juzgar por la ausencia de un método para evaluar el impacto de gestión en el ánimo de la sociedad y que posibilitara profundizar los aspectos positivos y desactivar los desaciertos.
No es lo mismo el marketing para ganar elecciones que una estrategia comunicacional de gobierno. Hay una manifiesta diferencia entre la comunicación de campaña y la comunicación de gobierno. Envuelto permanentemente en la euforia del triunfo electoral, del que tarda en despertarse, el presidente Abdo Benítez pronto evidenció que no tenía ninguna estrategia. Ni para informar. Cada acto público es un escenario para la confrontación. Mal asesorado por buhoneros, o impulsado por su propia soberbia, obsesionado por impugnar las críticas a su improvisada y mediocre gestión, el objeto de la ceremonia oficial pasaba –y sigue pasando– a segundo plano. El discurso del jefe de Estado nunca pudo provocar la “evocación en común de un significado” con su auditorio o el público. El mensaje presidencial va por un carril y la percepción ciudadana por otro. Nada propone, solo intenta defenderse.
Hace un año, aproximadamente, escribimos: La comunicación es ciencia desde hace décadas. La verdad es su irremplazable fundamento. A su construcción lógica se incorporan los efectos previamente deseados y la evaluación de los resultados. Este proceso ayuda a corregir errores y realizar las pertinentes retroalimentaciones. Aun así, mucha gente, especialmente la clase política, la sigue subestimando.
En este lapso nada ha cambiado. Ni la presencia del coronavirus pudo obligar al Gobierno a diseñar una política comunicacional. Una que parta de informaciones científicamente obtenidas (Durán Barba, 2003). Datos científicos sobre realidades concretas. Es cierto que las mismas fórmulas no son aplicables a todos por igual. Cada país tiene sus particularidades. Pero aquí no solo se desconocen las fórmulas universales, sino que, además, se opta por evadir la realidad. Así es imposible construir comunicación.
El Gobierno vive extraviado en los pliegues de su propio ombligo. Encerrado e incomunicado por su incapacidad. A mitad de su mandato la sociedad ya armó su veredicto. Y el señor Mario Abdo ni se inmuta, ni se esfuerza por revertirlo. Si el periodismo es la historia del futuro, está garantizado que la historia no lo absolverá. Bueno provecho.
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Establecer “superpoderes” en Salud produjo su decadencia
El neumólogo y ex ministro de Salud, Carlos Morínigo, señaló que las falencias y la corrupción llevaron a la decadencia de la gestión de salud pública, y esta comenzó cuando el Ejecutivo decidió dividir las funciones, estableciendo “superpoderes” a personas que no necesariamente formaban parte de la estructura interna de la cartera sanitaria. Morínigo fue tajante al señalar que, en ningún caso, un ministro puede delegar la función administrativa.
El coordinador del Ineram fue invitado ayer al programa “Fuego cruzado”, que se emitió por canal GEN, señaló que a casi un año del ingreso de la pandemia del covid-19 al Paraguay, y que prácticamente se le levantara como un héroe al ministro Julio Mazzoleni, cuando se aplicaron las medidas adecuadas en el tiempo correcto. Indicó que esa decisión debería haber servido para preparar al sistema sanitario, agilizar los procesos administrativos, planificar, hacer un proceso de análisis de lo que vendría a futuro, pero lastimosamente eso no ocurrió y hoy se tiene las consecuencias con la crisis sanitaria.
“Hoy tenemos un intento fallido, bajo un nauseabundo olor a corrupción de compras de insumos chinos, con eso empezó la decadencia. Posterior a eso, tenían la plata, pero tenían miedo de gastar, un error crucial de esta gestión fue mantener al director de insumos estratégicos, que atajó todas las licitaciones. Nos hizo ver figurita durante todo el año pasado y este año, por el temor a abrir licitaciones, firmar orden de pagos, que hasta ahora teníamos”, comentó.
EL ERROR ESTRATÉGICO
Morínigo señaló que la decadencia de Salud Pública comenzó cuando se instaló los “superpoderes” en la cartera sanitaria, ante la salida del tufo de corrupción, y con la instalación del Comité Covid, que debía controlar las compras de insumos. A partir de ahí los procesos de compra se enlentecieron, porque todo se revisaban y lo hacían personas que no tenían el suficiente criterio sanitario ante la emergencia.
Indicó que el principal error que comentó el Ejecutivo fue separar las funciones, el ministro de Salud se debía encargar de las cuestiones sanitarias y otra persona encargarse de la compra de insumos y medicamentos. “Esa persona encargada de las compras debía tener la misma empatía que el ministro de Salud, con respecto a la celeridad de los procesos. En Salud Pública no podés esperar un minuto, porque ese minuto es vida, y se tiene que agilizar los procesos”, comentó.
Remarcó que el otro grave error al instalar esos “superpoderes”, que se hizo con personas ajenas al Ministerio de Salud, habiendo en la institución personas técnicas, preparadas y capacitadas en los procesos de adquisición, y que conocen cuales son las necesidades reales y urgente de la cartera. “Cuando uno es ministro no puede delegar la función administrativa, porque todo lo que haga ese personal administrativo será responsabilidad del ministro, y tenés que tener conocimiento igual de lo que va a hacer ese administrador”, acotó.
SITUACIÓN DEL INERAM
El doctor Carlos Morínigo recordó que el hospital ya lleva 75 años de vigencia, y que fue creado en la posguerra del Chaco, en 1945, ante una necesidad imperiosa de una epidemia que tuvo el Paraguay, que fue la tuberculosis posguerra. Un hospital fundado por el profesor doctor Juan Max Boetner, y por año se lo conoció al hospital con ese nombre hasta que se especializó en enfermedades respiratorias ambientales y hoy se ha convertido en el principal centro de referencia de atención contra el covid-19.
Destacó que el hospital ha crecido en un 200%, y todo fue gracias al empoderamiento y autogestión, de muchas personas del hospital comenzando por su director que es el doctor Felipe González. Añadió que el Ineram está brindando la mejor atención, incluso que muchos hospitales privados. “Mucha gente sale de alta y dice yo no sabía que el sector público tenía este hospital, de esta envergadura, con esta calidad de profesionales gratis. Sin desmeritar la medicina privada, pero los costos de esta pandemia han saltado al 1.000%, por los equipos de bioseguridad, los medicamentos. Una persona de clase media para abajo es imposible que soporte un día de internación en el privado”, enfatizó.
NO TIRA LA TOALLA
El doctor Morínigo aseguró que no está dispuesto a tirar la toalla, y abandonar el Ineram, porque lo considera su casa y su familia los que acuden al servicio. “Nosotros nos creamos con una vocación muy especial, yo creo que las cosas se pueden corregir, pero si uno asume la responsabilidad y dice, yo fallé y voy a corregir mi rumbo y voy a hacer bien las cosas, en ese sentido, dije que, o se van ellos, no nos vamos nosotros. A fin de que ellos rectifiquen su camino”, aclaró.
Finalmente hizo un profundo llamado a la ciudadanía, a cuidarse, a respetar los protocolos sanitarios, a evitar las aglomeraciones innecesarias, porque se está pasando por la etapa más difícil de la pandemia. “Tenemos los sistemas de salud totalmente colapsados, conocemos todas las condiciones de falta de insumos. Apelamos a la solidaridad de la gente, a la responsabilidad de la gente, que se cuide, porque ahora nos tenemos solamente entre nosotros para cuidarnos”, concluyó.