Londres, 29 de julio de 1981. Ante una multitud exultante y 750 millones de telespectadores, el príncipe Carlos, hijo mayor de la reina Isabel II, se casa con la tímida Diana Spencer. Una “boda del siglo” que terminó en tragedia. A sus 32 años y tras varias conquistas, el príncipe puede por fin aspirar a dar un heredero a la corona británica, gracias a su unión con esta joven aristócrata de apenas 20 años.
Durante varios días, miles de personas acamparon a lo largo de los tres kilómetros que separan el Palacio de Buckingham de la Catedral de San Pablo con la esperanza de poder ver el cortejo nupcial. “Todos los comercios se pusieron en modo real: escaparates llenos de tricolor y exhibiendo varios retratos de la pareja”, informó la AFP en la época. Incluso se puso de moda en las peluquerías londinenses el corte de pelo “a lo Diana”.
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Mil agentes armados y casi 2.000 policías montados y militares se encargaron de la seguridad, el dispositivo más importante desde la Segunda Guerra Mundial. A las 10:35 horas, “una ovación, mezclada con silbidos entusiastas, saludó la aparición, a las puertas del Palacio de Buckingham, del carruaje del príncipe Carlos con el uniforme de capitán de la Marina Real”, describió la AFP.
Le seguía, desde Clarence House, el de Diana, la futura princesa de Gales, “vestida de blanco marfil, que casi no se veía ante la cantidad de plisados, volantes, adornos de nácar, perlas y crinolina”. A lo largo del camino, cientos de miles de personas gritaban de alegría mientras ondeaban banderas británicas. Unos 750 millones de personas siguieron el histórico acontecimiento en todo el mundo por televisión.
“I will”
Bajo las aclamaciones Diana llegó a la catedral de San Pablo del brazo de su padre, el conde Spencer. Su vestido, el tema principal de debate en la prensa en los días previos a la ceremonia, se prolongaba con una espléndida cola blanca de más de siete metros.
En el interior de la catedral, bajo las altas bóvedas de piedra, había 2.500 invitados, entre ellos Nancy Reagan, de rosa pálido, el rey de Tonga, sentado en su sillón de madera tallada, y el recién elegido presidente francés François Mitterrand.
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Mientras se intercambiaban los consentimientos frente al arzobispo de Canterbury, la voz del futuro rey tembló y fue casi en un susurro que se oyeron sus dos palabras: “I will”. Diana, traicionada por los nervios, invirtió accidentalmente los nombres de Carlos.
A continuación, el duque de Cornualles colocó el anillo de oro de Gales en el dedo meñique de la mano izquierda de su joven esposa, siguiendo la tradición anglicana de que solo la mujer lleve anillo. A su regreso al Palacio de Buckingham, la multitud les aclamó cuando intercambiaron un beso furtivo en el balcón.
Muy diferentes
En junio de 1982, Diana dio a luz a su primer hijo, Guillermo. Dos años después nació Enrique. Aunque en un principio fue presentado como un cuento de hadas, el matrimonio fue en realidad completamente amañado.
Durante la entrevista televisada que hizo oficial el compromiso de la pareja, una periodista británica preguntó a Carlos si estaba enamorado. Dio una respuesta que no presagiaba nada bueno: “Todo depende de lo que se llame estar enamorado”.
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Eran dos personas muy diferentes. Él encarnaba la monarquía, austera y fría, mientras que Diana, fotogénica y empática, fascinaba allí donde iba. Sin embargo, su imagen pública escondía a una mujer herida, que sabía que su marido seguía enamorado de su amor de juventud, Camilla Parker Bowles, a la que Diana apodaba “Rottweiler”.
La relación entre ambos pronto se convirtió en caótica, con infidelidades y venganzas a través la prensa. Se divorciaron en 1996. La trágica muerte de Diana en París en 1997, a los 36 años, en un accidente de coche junto a su nuevo amor, el rico heredero egipcio Dodi Al-Fayed, conmocionó al mundo. Carlos se casó por segunda vez con Camilla en 2005 en una discreta ceremonia civil. Muy lejos de la pompa de 1981.
Fuente: AFP.
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El videojuego “Super Mario” cumple 40 años creciendo con sus fans
Rodeado de miles de objetos con la imagen del famoso plomero de Nintendo, Kikai, de 40 años, asegura que su vida “sería completamente diferente” sin Mario, el héroe bigotudo del gigante japonés de videojuegos que cumple cuatro décadas esta semana. “Super Mario Bros.”, lanzado en Japón el 13 de setiembre de 1985, revolucionó esta industria, especialmente al ser uno de los primeros títulos en que el protagonista avanza de forma horizontal en la pantalla, en un universo repleto de colores.
“Mi padre compró el juego y he jugado con él desde que tengo memoria”, cuenta Kikai a AFP, en su oficina, donde tiene “entre 20.000 y 30.000 objetos” relacionados con Mario. Muñecos, peluches, alfombras... En la casa de este coleccionista, la cara redonda y jovial del fontanero está por todas partes.
Al igual que él, varias generaciones de jugadores quedaron fascinados por este personaje creado por el japonés Shigeru Miyamoto y que apareció por primera vez en 1981 con el nombre de “Jumpman” en el juego de arcade “Donkey Kong”. Se convirtió oficialmente en Mario en 1983 con el juego “Mario Bros.” para este tipo de máquinas y alcanzó la fama gracias a “Super Mario Bros.”, un éxito mundial lanzado para la consola Famicom de Nintendo (también conocida como NES) y del que se vendieron más de 40 millones de ejemplares.
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“Accidente feliz”
“Es un accidente feliz, porque en un principio este personaje no estaba destinado en absoluto a convertirse en un icono de los videojuegos”, señala Alexis Bross, coautor del libro “Générations Mario” (Generaciones Mario). Un overol azul para verlo mejor, una gorra roja para evitar tener que dibujar el pelo... Al principio, el personaje era “puramente funcional, con fuertes limitaciones técnicas”, porque Mario solo estaba compuesto de unos pocos píxeles en la pantalla.
“Mario Kart”, “Mario Golf”, “Mario Tennis”... el personaje ha vivido muchas aventuras y cambios, con su hermano Luigi y su enemigo Bowser. Incluso encarnó la transición de la 2D a la 3D del videojuego en el momento del lanzamiento de la Nintendo 64 en 1996. Poco a poco, se convirtió en una figura “transgeneracional” y “tranquilizadora”, asegura Alexis Bross. “Es un hombre corriente, muy cercano a nosotros, que en un principio no tiene poder y está un poco anclado en el tiempo”.
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“Nostalgia de los padres”
Frente al éxito de juegos como “Fortnite” o “Roblox”, sobre todo entre los más jóvenes, Mario cuenta con “la nostalgia de los padres”, que siguen comprándolo y jugando con sus hijos, explica Rhys Elliott, analista de Alinea. Nintendo, consciente de esta situación, acaba de lanzar en Japón una gama de prendas y accesorios para los más pequeños.
Esta serie de productos derivados abarca desde mochilas hasta relojes de lujo, pasando por objetos de Lego. Mario incluso tiene sus propios parques de atracciones en Japón y Estados Unidos. En el cine, “Super Mario Bros, la película” (2023) fue uno de los mayores éxitos de los últimos años y recaudó más de 1.300 millones de dólares. Está prevista una secuela para 2026. Pero después de cuatro décadas, se acabó ser el héroe que rescata a la princesa en su castillo a cambio de un beso.
Con el surgimiento de personajes femeninos en Nintendo, convertidas en heroínas de sus propios juegos, Mario “se adapta a las nuevas audiencias y sigue poco a poco los movimientos de la sociedad”, apunta Bross. A la espera de una nueva entrega en 3D de las aventuras del fontanero --la última fue en 2017 con “Super Mario Odyssey”--, este experto espera que surja “una idea absolutamente nueva que marque otro hito en la historia de los videojuegos”.
Fuente: AFP.
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Múltiples celebraciones por los 40 años del Live Aid
Hoy 13 de julio se cumplen 40 años del icónico festival Live Aid (1985), donde las más grandes estrellas del rock del momento se presentaron en un festival solidario para ayudar a países africanos que atravesaban una crisis humanitaria. Algunas de las bandas que se presentaron aquella vez y cadenas internacionales difundirán durante la jornada materiales conmemorativos para festejar el aniversario.
- Fotos: Gentileza
Como celebración del alcance icónico y el espíritu solidario del género, desde 1986 cada 13 de julio se celebra el Día Mundial del Rock en conmemoración del gran concierto Live Aid, que tuvo lugar en 1985 de manera simultánea en Londres y Filadelfia, con la presencia de los más grandes representantes del género en ese entonces.
La icónica cita planteó como objetivo la recaudación de fondos benéficos para Somalia y Etiopía, países africanos que se encontraban en ese momento en una gran crisis alimentaria.
Aquel evento, del cual se cumplen 40 años y que fuera impulsado por el músico y activista irlandés Bob Geldof, marcó a una generación y juntó en el escenario, entre EE. UU. e Inglaterra, a grupos como Queen, U2, The Beach Boys, Dire Straits, Reo Speedwagon, Black Sabbath, Led Zeppelin, Judas Priest, The Who e intérpretes como Mick Jagger, Tina Turner, George Michael, Bryan Adams, Kenny Loggins, Eric Clapton, Sting, Phil Collins, David Gilmour, David Bowie, Elton John, Bob Dylan, Paul McCartney, entre otros.
MASIVIDAD
El Live Aid arrancó al mediodía en el estadio de Wembley, Inglaterra, con 74.000 espectadores y en el JFK, de Estados Unidos, con 99.000 asistentes. El evento se transmitió a más de 150 países y se estima que lo siguieron a través de la pantalla 1,9 millones de personas, logrando una recaudación solidaria de 150 millones de libras, gracias a la presencia de más de 70 artistas y bandas en escena.
El rock se encontraba posiblemente en su mejor momento de difusión. A un par de décadas de su surgimiento y posterior afianzamiento, los 80 era un momento de expansión y masividad incomparable, con un avance tecnológico y de libertades en el mundo que hacían de este género la forma de expresión del momento.
El Live Aid surgió en un momento de apogeo del rock y el pop, y permitió marcar un hito en los libros de la historia cultural, capitalizando el alcance que los medios de comunicación, y en particular la televisión, tenían en ese momento.
POR EL ANIVERSARIO
Uno de los inolvidables momentos estuvo a cargo de la banda inglesa Queen, que con un show de poco más de 20 minutos sobre el atardecer nublado de Londres abrió el show con la interpretación de “Bohemian rhapsody”, con Freddie Mercury marcando la melodía en un piano vertical negro de costado al público para concluir posteriormente con “We are the champions”.
La legendaria banda, integrada actualmente por Brian May y Roger Taylor, publicó en la última semana una invitación a sus fanáticos en la red social X, diciendo “¿Listos para cantar con Freddie?”, indicando que este 13 de julio realizarán una transmisión a través de Youtube, a la misma hora que se inició aquel show de hace 40 años, 18:41.
Además, otros anuncios en el marco de la celebración de las cuatro décadas del evento son la publicación de un álbum con el elenco del show que lleva el nombre “Just for one day – The live aid musical”. Este material buscar recrear a través de la música el espíritu solidario y empático que marcó una época del rock. Por su parte, la cadena BBC publicará una serie documental del detrás de escena del festival, que lleva el nombre “Live Aid at 40”, que contará con tres episodios, bajo la dirección de Thomas Pollard. En tanto, algunos canales y radios internacionales realizarán trasmisiones especiales del concierto de hace 40 años.
ROCK SOLIDARIO
El Live Aid marcó un hito en su alcance en tiempos en los que los proyectos musicales se embanderaban con consignas solidarias y posicionamientos sociales y/o políticos.
Antes de ese festival, Bob Geldof y Midge Ure habían ya grabado “Do they know it’s Christmas”, con el mismo objetivo y con la colaboración de Bono, Sting, George Michael, Phil Collins, Simon Le Bon, Andy Taylor y Nick Rhodes, entre otros. En ese mismo marco, Michael Jackson y Lionel Richie, con producción de Quincy Jones, grabaron en 1985 “We are the world”, con el supergrupo denominado USA for Africa, al que se sumaron Tina Turner, Bob Dylan, Paul Simon, Stevie Wonder, Cyndi Lauper y muchos más.
Otros eventos que dieron continuidad a la actividad solidaria y colaborativa de artistas del rock y del pop fueron Live 8 (2005), Afrika Rising (2010), 46664, Global Citizen, entre otros.
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Vida, muerte, fantasía, ilusión, deseo… pulsiones y condición humana
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
“¿Fantasear o desear...?”. Ese era el dilema que, en frecuentes charlas de café, proponía un tan veterano como anónimo polemista que habitaba, cuando la tarde agonizaba, algunas de las selectas mesas en el mítico café La Paz, en la esquina de la avenida Corrientes 1593, cuando esa arteria cordial se cruza con la calle Rodríguez Peña, muy cerca del Obelisco, en Buenos Aires, unos 1.300 kilómetros al sur de mi querida Asunción.
Era los años 70, en el siglo pasado. Enfrente –justo en diagonal– intentaba competir el bar Ramos. En concurrentes habituales estaban cabeza a cabeza. Inolvidables, por cierto. Pero el caso es que, luego de encender la polémica con aquel interrogante, con impostado tono académico, intentaba, aquel sanatero, zamarrearnos.
¡Me parece verlo! Acomodaba prolijamente los dos o tres libros de Sigmund Freud o de Foucault que siempre llevaba con él y lentamente –como buscando las palabras más adecuadas– iba al punto. Fumaba tabaco inglés en una pipa muy gastada y sobre su prominente nariz montaba espejuelos redondos tonalizados verde oscuro.
“El tío Segismundo –ironizaba mientras revoleaba sus manos refiriéndose a Freud– cuando compartíamos algunos puros con amigos en el Café Frauenhuber, en la inolvidable Viena, nos explicaba con claridad, jóvenes amigos, palabra más, palabra menos, que solo fantasean las personas insatisfechas”.
PULSIÓN
Lo seguíamos en silencio. Algunas veces –como la ignorancia nos impedía responder y/o, mucho menos, poner alguno de sus dichos en duda, hacía una pausa que disfrutaba y, si la memoria no me falla, en aquel caso puntual remató: “Cada fantasía surge de una pulsión para cumplir con un deseo insatisfecho, muy deseado, que corrija la realidad”.
Nunca recuerdo su nombre. En verdad, no tengo claro si alguna vez lo supe. Pero sí, sus anécdotas con pretensiones académicas y que se definía como “un libre pensador, diletante”. ¡Nos maravillaba! Aunque –debo admitirlo– teníamos dudas que no confesábamos sobre su presunta sabiduría por aquello de que entre los ciegos un tuerto es rey.
“¡Déjese de joder, farfullante…!”, recuerdo que le dijo –indisimuladamente molesto y a voz en cuello– un reconocido profesional y estudioso freudiano, de quien exclusivamente consignaré sus letras iniciales (G.G.), que incontenible por lo que también escuchó abandonó su café en una mesa cercana y lo increpó sin miramientos.
Un pesado silencio cubrió todas y cada una de las mesas. El increpado no atinó a responder. Se retiró cabizbajo –con sus tres libros bajo el brazo– enmudecido y sin plantarle cara. El increpante nos miró, se disculpó “por interrumpir la conversación sin que nadie me llame” y fue al punto: “Simple y sencillo, muchachos. La fantasía tiene que ver con el imaginario. Con lo que creemos o sabemos que muy difícilmente suceda. Con aquello que suponemos imposible y que, de alcanzarlo, imaginamos sería placentero, pero sabemos que no podrá ser. Desear es converger la fantasía con la realidad más deseada en algún momento de tu vida. ¡No entender esa diferencia es grave… y, pretender explicar desde la ignorancia y la confusión, no lo puedo dejar pasar!”.
Renovó su disculpa y volvió a su mesa. “Como una escuela de todas las cosas...”, como nos enseñó Discépolo cuando escribió aquel tangazo que llamó “Cafetín de Buenos Aires”, así era el bar La Paz. Fantasías. Deseos. Ilusiones. Me atrevo a añadir que, como entonces, en estos tiempos de imágenes exacerbadas y exacerbantes que circulan y atropellan en los avasallantes ecosistemas digitales que facilitan las comunicaciones reticulares contemporáneas, aquellas –junto con la vida y la muerte– emergen como inevitables pulsiones incrustadas en el día a día de nuestros días.
OXÍMORON
Claramente, forman parte de la condición humana. Pese a que, con el correr de los tiempos y a la democratización de las monarquías (¿oxímoron?), con mucho menos frecuencia que algún tiempo atrás y, en aquel contexto, escuchar decir “vida de príncipes”, sorprende porque pareciera ser una expresión que cae en desuso.
Aun así, hay quienes insisten con ella cuando se procura producir sentido respecto de alguna persona que –a juicio de quien así se expresa– tiene allanado el acceso a poderosos y poderosas o cuando dispone de bienes materiales en abundancia o cuando no debe preocuparse por necesidades que –como tales– sí lo son para la mayoría de la humanidad.
En ese contexto, tampoco el futuro debiera ser preocupante para quienes tienen –siempre a la vista de las otredades– tránsitos principescos o, acaso, propios de las realezas. Hambre, desocupación, falta de salud, de educación. En aquel contexto, se suponen alejados de aquellos y aquellas minorías vistosas. Sentires y decires. Pareciera, incluso, que nada ni nadie está exento, alguna vez, de emitir esos juicios o ser depositario de ese tipo de expresiones.
Hasta la muerte –en ciertas ocasiones, por la forma en que se produce y a quien afecta– hace que no sean escasas las voces que se atreven a afirmar que Mengana o Fulano “murió como un príncipe”. En el siglo XIX y buena parte del XX era frecuente que así se significara la partida de este mundo cuando las y los finados eran considerados socialmente como “patricios” o “ricos”.
Curioso, por cierto. Y tanto lo era (y es) que vaya a saber a quién y en qué situación tuvo la lucidez para destacar que “al final de la partida, reyes y peones vuelven a la misma caja”. ¿Sabiduría popular? Tal vez.
LA BODA DEL SIGLO
Aún recuerdo cuando el 29 de julio de 1981 –la tele satelital cuando el mundo era mundial y para nada global– puso “en el aire” (vieja expresión de uso común en la radiotelefonía de entonces, hoy casi olvidada), desde la catedral de San Pablo, en Londres, la que fue llamada como la “boda real o del siglo” porque, aquel día, el príncipe Carlos (32) –hijo primogénito de Isabel Alejandra María Windsor (1926-2022), la reina Isabel II del Reino Unido y de la Commonwealth desde 1952 hasta su muerte– contrajo matrimonio con la joven aristócrata llamada Diana Spencer (20).
Cerca de 800 millones de televidentes lo vimos. “¡Parece un cuento de hadas...!”, escuché decir a dos mujeres que – como otros muchos, frente a una vidriera colmada de televisores– vimos pasar a Carlos, por entonces príncipe de Gales, y Diana recién casados, a bordo del 1902 State Landau, como se conoce al carruaje que, en aquel año, el rey Eduardo VII –tío del contrayente– ordenó construir para ceremonias relevantes.
En la Argentina, desde poco menos de tres años, teníamos tele en colores. La novia, tanto en el ingreso a San Pablo –luego de descender junto con John, su padre, VIII conde de Spencer, de un carruaje vidriado– como en el momento en que salió de esa catedral con su esposo convertida en “alteza real”, tuvo que detenerse varios minutos para que las “damas de honor” acomodaran la cola de su vestido “de casi ocho metros de largo”, relataba la transmisión oficial.
¡Hermoso para ver! Un año y 22 días después –el 21 de julio de 1982– se anunció el nacimiento del príncipe Guillermo, heredero de la corona británica. El 15 de setiembre de 1984 –setecientos ochenta y siete días después que su hermano mayor– nació el príncipe Enrique.
Sin embargo, y como sostiene el dicho popular, “no todo lo que reluce es oro”. El 28 de agosto de 1996 –cinco mil quinientos nueve días después de aquella boda principesca– Diana y Carlos se divorciaron. Con el paso del tiempo la fantasía pública trocó en públicos desatinos vinculares. La princesa descubrió y confirmó que el príncipe tenía como amante a Camilla Parker-Bowles, una amiga de la Casa Real. ¡Crisis!
MULTITUD
Carlos pasó –para muchas y muchos– a ser el “realmente odiado”. Diana, en el transcurso de 1995, decidió no ocultar la situación. Habló con la BBC, la tele pública en el Reino Unido. “¿Cree que Camilla Parker-Bowles fue el factor que desencadenó el fracaso de su matrimonio?”, preguntó el periodista Martín Bashir a “su alteza real”. La respuesta fue simple, breve y clara: “Bueno, éramos tres en mi matrimonio. Y eso es una multitud”. El 31 de agosto de 1997, Diana, Dodi Al-Fayed (1955-1997), multimillonario egipcio, y el chófer, Henri Paul, murieron en un accidente de tránsito ocurrido en el interior del túnel del Pont de l’Alma, en París.
Aquel príncipe, Charles Philip Arthur George (77), desde el 8 de setiembre de 2022, es Carlos III, rey del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones. Camilla Rosemary Shand, luego Parker-Bowles (78) –la tercera de aquel matrimonio principesco que “era multitud”, como lo sentenció Diana, “la princesa del pueblo”, como la categorizó para siempre el ex primer ministro Tony Blair, el 31 de agosto de 1997– es reina consorte.
Fantasías. Deseos. Ilusiones. Condición humana. Fantasías. Deseos. Ilusiones. “Cambia, todo cambia”, canta como nadie Mercedes Sosa. Los khasi –una minoría étnica originaria que habita en el estado de Meghalaya, noreste de la India desde antes de las invasiones dravídicas pobladoras del sur en ese mismo país– desconocen quiénes de sus antecesores y cuándo comenzaron a orientar las raíces de los árboles para construir con ellas “puentes vivientes”.
Lejos de aquellas selvas inigualables, recién se supo algo de los que se conocieron entonces también como “los puentes de raíces vivas de Sohra (Cherrapunji)”, cuando era avanzado el siglo XIX. Los exploradores occidentales se asombraron con aquel descubrimiento. En La Sociedad Asiática, un histórico periódico que se publicaba en Calcuta en 1844, se consignó la información. Desde aquellos tiempos, es polo de atracción hasta nuestros días.
“AMOR RECÍPROCO”
Hacia allí, unas tres semanas atrás, partieron en luna de miel el príncipe Raj Raghuvanshi (21) y la princesa Sonam Raghuvanshi (24). Eran marido y mujer porque sus madres –en esa sociedad matrilineal– así lo acordaron. Ambos pertenecían a la misma clase social y casta. Aquel enclave natural que, además, con unos 12.000 milímetros de lluvias anuales es, según Guinness, el lugar más lluvioso de cada año, era perfecto para manifestarse amor recíproco sin interferencias. La actuación crucial de la mehndi, la celebración musical previa, la ceremonia principal, la fiesta posterior quedaron atrás.
Me explican –por Whatsapp, desde Nueva Delhi, tres diplomáticos chimenteros que me pidieron anonimato– que los fastos nupciales se extendieron por cuatro días. Las dos familias en estado de tranquilidad. Espiritual, social y económico. No faltó nada. Se observaron todos los rituales. Homa (la ofrenda al fuego) se concretó. El Panigrahena, los unió como nunca antes. Las siete vueltas al fuego –el Satapadi– hizo celebrar a muchas y muchos, sonreír a las y los más refinados y desear, ilusionarse... soñar, a otros y otras.
Samskara se instaló en la flamante pareja. Luego, silencio. Los días pasaban y... más silencio. Pero irrumpió la angustia. Primero en el que fue el pueblo de ambos, luego en la provincia, la región y, finalmente, en todo el país. “¿Dónde están?” “¿Qué se sabe?”. La falta de novedades fue parte de las informaciones de la agencia de noticias nacional. Se iniciaron las búsquedas. Los supuestos ganaron el espacio público. Las ideas conspiranoides de poderosos y poderosas ingresaron en los circuitos informativos.
Nadie respondía a las incesantes llamadas a los móviles de Raj y Sonam. La policía y los servicios de inteligencia de la India los monitoreaban inútilmente. También el de uno de los hermanos de la princesa. ¡Nada! Pero, cuando nadie lo esperaba, todo cambió. El domingo pasado aquella novia obediente de los acuerdos y mandatos familiares que se mostró alegre, ilusionada, ante los unos y los otros; que fue objeto de los comentarios de sus vecinos e incluso blanco preferente a la vista de aquellas y aquellos que por ser de clases inferiores o de castas poco respetables no debieran haberla mirado, trocaron interrogantes y angustia sociales.
DIMES Y DIRETES
Desde algunos anocheceres en las sacudidas calles de aquel país con 1.400 millones de habitantes, se sabía por trascendidos –que más tarde se confirmaron– que el cadáver de Raj fue encontrado y recuperado de las profundidades de un precipicio con abundante vegetación. Fue el momento de los dimes y diretes. Se conoció el escabroso detalle de que el cuerpo lo encontraron con el cráneo partido con dos golpes duros aplicados con algún objeto contundente y cortante.
¡Horror! Rescatistas e investigadores tuvieron la convicción de que fue asesinado. Así lo dejaron trascender. No murió como un príncipe. Pero las honras fúnebres sí lo fueron para despedir a su alteza real. Sonam, esposa por un breve tiempo –geolocalizada desde el momento en que se comunicó con uno de sus hermanos– supo por quienes la hallaron que era viuda.
Gritó. Se ahogó en llanto. Insistió con el deshilachado argumento de que fueron víctimas de secuestro. Pero no tenía una coartada que generara, por lo menos, una duda. También supo que Rai Kushwaha, un chófer a su servicio, estaba preso en otra celda. Fue apresado en su pueblo natal, Madhya Pradesh. Contrastaron sus respuestas. Eran amantes desde tiempo antes de que Sonam y Raj protagonizaran una boda principesca.
Como en el caso de Carlos y Diana –con Rai– también se constituyeron en multitud. El amante capturado también confesó. Señaló a los tres criminales que asesinaron al príncipe –sus cómplices– a los que convenció para que ejecutaran al joven esposo de la mujer que también amaba.
Los sicarios fueron apresados. Abrumados, admitieron. La exprincesa viuda dejó de ser víctima para ser victimaria. La justicia la acusa de ser quien incitó a su frustrado enamorado de la necesidad de asesinar a Raj. Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
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Asociación de Peritos Judiciales del Paraguay celebró 40 años
La Asociación de Peritos Judiciales del Paraguay (APJP) celebró su 40º aniversario con una cena institucional que congregó a sus miembros, autoridades y referentes del ámbito judicial, reafirmando una trayectoria marcada por el compromiso con la justicia, la excelencia técnica y la formación continua de los auxiliares judiciales.
“Celebrar estos 40 años es honrar el legado de quienes nos precedieron, renovando al mismo tiempo nuestra visión hacia el futuro. Nuestro compromiso sigue intacto: defender los valores de la profesión, garantizar el acceso técnico a la justicia y contribuir con una sociedad más justa y confiable”, expresó Augusto Mengual, presidente de la APJP.
La APJP es una entidad sin fines de lucro con sede en Asunción, fue fundada el 20 de mayo de 1985 mediante Escritura Pública n.º 46 y reconocida oficialmente por Decreto n.º 13.896 del 24 de febrero de 1986. Su objetivo principal es agrupar a los peritos matriculados ante la Corte Suprema de Justicia del Paraguay, fomenta la unidad y colaboración entre profesionales del ámbito judicial. La asociación vela por la ética, la calidad técnica y la buena gestión de los peritos en el país.
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Por su parte, la vicepresidenta Graciela Álvarez manifestó: “En esta celebración rendimos homenaje a los eruditos que marcaron el camino con sabiduría, integridad y pasión por la verdad. Su legado nos inspira a seguir construyendo una Asociación sólida, respetada y profundamente comprometida con la justicia”.
Durante la velada, la nueva comisión directiva —presidida por el Augusto Mengual y la Graciela Álvarez— hizo entrega de distinciones al Miguel Ángel Arriola por trayectoria y aporte a la labor pericial caligráfica. Asimismo, los peritos Francisco Centurión, Nery Vargas Rojas y Darío Vázquez Piatti fueron reconocidos por su valiosa contribución al fortalecimiento gremial.
La nueva comisión directiva de la APJP está integrada por Augusto Mengual como presidente, Graciela Álvarez como vicepresidenta, Sara Ruiz como secretaria general, Julio Jara como tesorero, y Germán Bonín como síndico. Los vocales son: Víctor González, Librado Sánchez, Walter Daniel Ovelar Fernández, Ermes Raúl Villa y Sebastián Martin Origgi. Vocales suplentes: Blas Rodrigo Caballero Cañete, Rocío Filippini Giménez y Carlos Heriberto Cuevas Chamorro.
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A lo largo de estas cuatro décadas, la organización ha promovido activamente la profesionalización de los peritos judiciales en diversas disciplinas, incluyendo Caligrafía, Contabilidad, Documentología, Informática, Medicina, Psicología, Tasaciones, Arquitectura e Ingeniería, entre otras. También ha impulsado espacios de formación, debate y actualización técnica, reafirmando su vocación de servicio y su compromiso con la ética profesional.
En este año conmemorativo, la actual comisión directiva reafirma su compromiso de seguir construyendo una institución sólida, transparente y alineada con los desafíos actuales. Entre las iniciativas en agenda se destacan la presentación del anteproyecto de ley para la regulación de honorarios profesionales de los peritos judiciales, la creación de una biblioteca virtual, el desarrollo de una base de datos oficial de peritos, el fortalecimiento de vínculos con la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio Público, así como el compromiso continuo con la sociedad.