Este jueves 8 de noviembre, a las 20:30, se realizará “La música del destino”, Octavo Concierto del Ciclo Oficial Internacional de la Orquesta Sinfónica del Congreso Nacional (OSIC), organizado por el Centro Cultural de la República El Cabildo, extensión del Congreso de la Nación. Tendrá lugar en el Teatro Municipal Ignacio A. Pane (Presidente Franco y Alberdi). El acceso es libre y gratuito.

“Vamos a presentar dos obras muy representativas del periodo Clásico y la segunda ya es más tendiente al periodo romántico: el Concierto para violín n. 5, de Mozart, uno de los grandes conciertos para violín, y tal vez el más importante que escribió Mozart, el más virtuoso, musicalmente el más elaborado; y vamos a tener la presencia de una joven violinista, ya de destacada trayectoria en nuestro medio, Jeanette Bogado, como solista”, adelantaba el maestro Diego Sánchez Haase, director de la OSIC.

Agregó que el plato fuerte sería la Sinfonía n. 5 de Beethoven. “Se trata de la obra más célebre de toda la historia de la música sinfónica. Es una obra grandiosa donde Beethoven rompe todos los esquemas y basándose en cuatro notas célebres escribe un monumento al sinfonismo musical”, explicó.

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El maestro Sánchez Haase realizó un balance de lo que fue la Temporada Oficial Internacional 2018 de la OSIC que este jueves ofrecerá su último concierto del año. “Tuvimos una temporada muy intensa, una agenda realmente muy apretada, donde tratamos de darle espacio a todos los directores y solistas, a todos los que se formaron afuera, que tengan esa posibilidad de formarse con nosotros. Uno de los objetivos de la creación de la orquesta es dar espacio a los jóvenes paraguayos que incursionan en el campo de la dirección orquestal, como solistas y en la composición musical; y esos tres aspectos hemos cumplido”, finalizó.

El violín con Mozart

Entre abril y diciembre de 1775 Mozart compuso cinco conciertos para violín y orquesta, K 207, 211, 216, 218 y 219. Estos conciertos, y en especial los tres últimos, son una notable contribución a su asombrosa colección de obras maestras que superan en calidad a los primeros frutos de su genio.

La elegancia de la escritura, su riqueza tímbrica, su desbordante inspiración y el dominio de la forma son casi inconcebibles a la edad de 19 años, salvo, claro está, que se trate de un genio y Mozart lo era.

Este concierto, es el más personal, atractivo y perfecto de la serie: la libertad con que Mozart trata las formas, la abundancia de sorpresas musicales, el desbordante ingenio con que supera cualquier atisbo de rigidez estructural, el encadenamiento de unos temas con otros en un flujo continuo y arrollador, la desbordante inspiración, todo se conjuga para producir una obra maestra a la altura de algunas de sus mejores sinfonías.

Muchas piezas con igual o mayor dificultad ya se habían escrito cuando llegó el Concierto no. 5, pero ninguna de ellas sobrevivió el paso del tiempo y, muy seguramente, ninguna es una música tan formidable. Un caballo de batalla del repertorio de los estudiantes y un concierto obligado del violinista profesional, el no.5 de Mozart puede ser el concierto para violín más ejecutado de la historia.

La puerta del destino de Beethoven

Compuesta en do menor y estrenada en 1808, Sinfonía n. 5, en do menor Op, 67 contiene las cuatro notas más famosas de la Historia de la música. Mayor sencillez es imposible para iniciar una obra sinfónica. Estas notas han sido interpretadas como el toque de la puerta del destino (en palabras del autor).

El impulso creativo beethoveniano, que ya se había manifestado en las novedades aportadas al mundo del género sinfónico en obras anteriores como la Sinfonía N.º 3, se acentúa en la N.º 5 con fuerza arrolladora.

La genial destreza con la que resuelve la necesidad de elaborar dos temas contrastantes, haciéndolo a partir de un motivo musical único en el primer movimiento (Allegro con brio), es una de ellas: si la nerviosa presentación de dicho motivo inicial (en clarinete y cuerdas) da origen a la reiteración de sus cuatro notas en arpegios ascendentes primero y en juegos de inversión melódica después, están íntegramente construidos con el mismo material. De este modo, el autor consigue otorgar unidad, coherencia y fuerza expresiva a este número inicial, que concluye con la desesperada reiteración de la célula que le dio origen. Con ello, se consolida un modelo de desarrollo temático para las siguientes generaciones de compositores del Romanticismo europeo.

Otro rasgo de originalidad de la obra es el enlace entre el tercer movimiento y el cuarto, soldados sin solución de continuidad gracias a la reiteración fragmentada de la pregunta inicial de aquel, que acumula tensión en crescendo hasta explotar en una nueva fanfarria de carácter triunfal y pujante diseño, con la que se construye el tema del número final (Allegro). Pero Beethoven no se conforma con desarrollar estos elementos de acuerdo con las leyes de la armonía y el contrapunto (aplicadas con la originalidad propia de su inconfundible estilo compositivo), sino que apela a otro recurso que utilizarán las generaciones posteriores: el principio cíclico, que consiste en traer a la memoria del oyente material temático de los movimientos anteriores de la obra, con lo que se confiere a esta una mayor unidad, a la vez que se gana en expresión.

En este caso, el motivo del tercer movimiento interrumpe el exuberante desarrollo temático del cuarto, que regresará tras esta pausa para configurar el brillante final de una sinfonía que se ha alojado definitivamente en el corazón de todas las generaciones de melómanos durante sus más de dos siglos de existencia.

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