El aumento de casos de chi­kungunya se torna impara­ble, mientras los intendentes quedan descolocados y buscan salvar la situación con tareas de contin­gencia que no se perciben como solucio­nes sostenibles en el tiempo. Es hora de que las municipalidades asuman con eficiencia la limpieza de sus urbes, de lo contrario, seguiremos lamentando más consecuencias negras de la epidemia.

El último reporte del Ministerio de Salud, correspondiente al jueves pasado, confirmó el total de 14 fallecidos a causa del chikungunya y unos 18.000 casos positivos, además de 16 menores de un año internados y 60 adultos mayores. Las cifras son alarmantes y agravantes, ya que se estima que existe importante subrregistro de la enfermedad que se expandió aceleradamente desde diciem­bre pasado.

El informe detallado de Salud subraya que de los 103 hospitalizados, 16 son menores de un año y 60 mayores de 60 años, de los cuales 25 tienen 80 o más. El ministro Julio Borba sostuvo que estas cifras hasta el jueves último tenían una alta probabilidad de aumento.

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La sociedad en su conjunto y las autorida­des conocemos el origen del problema que se traduce en los criaderos de mosquitos, pero seguimos postergando soluciones.

El ministro de Salud señaló que el 95% de los hogares visitados en Asunción y Central tienen criaderos de mosquitos, y la enfermedad se está expandiendo sin pérdida de tiempo en todo el país.

Hay mucha preocupación por la situa­ción, pero a la par seguimos viendo pro­piedades inundadas de basura, desechos de todo tipo, malezal, enormes casas abandonadas minadas de criaderos de mosquito. La coyuntura sanitaria se encuentra en una delicada situación, que se acentúa porque el sistema de Salud Pública no abastece y los privados tam­bién comenzaron a manifestar el des­borde en la capacidad de atención que pudieran sufrir si persiste el incremento de los contagios.

Hoy en Salud Pública se dificultan los exámenes clínicos y los síntomas, ubica­ción de los pacientes sirven de indica­dores para confirmar los casos de chi­kungunya porque los laboratorios están colapsados.

Las escuelas también comenzaron a reabrir sus puertas tras el receso estu­diantil. El ministro de Salud clamó la colaboración de la cartera educativa y el acompañamiento de campañas de comunicación más fuertes por parte del Ministerio de Tecnologías de la Infor­mación y Comunicación (Mitic). Hay mucho temor sobre el riesgo que signi­fica la situación actual para los niños que retornan a clases.

Existe una cadena de sectores, además del MEC y los estudiantes que pueden lamentar consecuencias si no se mejo­ran las condiciones ambientales con la eliminación de los criaderos de mos­quitos.

No hay argumentos que puedan seguir justificando esta crisis endémica por el chikungunya. Los municipios no pueden continuar con la tregua a los infractores, amerita el trabajo colectivo inmediato en busca de erradicar el mal, la única vía es la limpieza, que es responsabilidad de las comunas.

Ya no más ultimátum, hay que caer con sanciones, con el peso de la ley para los irrespetuosos de la vida y la salud. Urgen cuadrillas de verificación sin más trami­tes, además de acudir a toda la tecnolo­gía posible, llámese mapa satelital o el que fuera para monitorear y hallar sitios con incubadoras de mosquito.

Los vecinos también tienen la enorme responsabilidad de poner al tanto, aler­tar sobre propiedades donde se amonto­nan residuos que propician el origen de larvas. Esta realidad con crudas estadís­ticas no da margen para desentendidos, debemos cooperar en la lucha contra los reservorios de mosquito, de lo contrario nos volvemos cómplices de la desgracia que se expande en el país.

Los intendentes tienen herramientas a disposición para emprender una dura batalla contra los residuos. Falta firmeza en el combate contra los criaderos de mosquito y esta misión se debe ejecutar antes de seguir lamentando más perdida de vidas y gente contagiada.

Si los municipios no encaran una lucha frontal, los entes de control deben actuar, están para eso. Nadie puede des­marcarse del rol que le corresponde, menos en momentos en que todos esta­mos llamados a pelear contra el origen del problema.

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