Nuestro país se encuentra soportando una de las etapas más difíciles de los últimos años, lo que se traduce en la caída y el escaso crecimiento de los diversos sectores de la actividad económica, como la generación de nuestros principales productos y su menor comercialización. Los golpes recibidos por la economía en los últimos tres años finalmente han terminado repercutiendo en los que habitamos este país. No solo golpean las exportaciones y disminuyen algunas importaciones, producen además el menor ingreso de divisas y el mayor endeudamiento del Estado. Y sobre todo, terminan golpeando donde más duele, el bolsillo de la gente, incrementando fuertemente la cantidad de pobres y haciendo que la pobreza vaya extendiendo sus alcances a vastos sectores de la sociedad.
Algunos creen que la caída de las exportaciones solo afecta a los productores de soja y otros artículos castigados por la disminución y que el resto del país está tranquilo. Sin embargo, el efecto multiplicador que tienen estos golpes hace que lo que perjudica directamente a un sector específico se extienda a otras actividades conexas y finalmente a diversos grupos económicos. La mala cosecha de la soja y otros granos repercute en la actividad de los trabajadores del campo, que tendrán menos trabajo y caída de sus ingresos, en el transporte que tendrá menor movimiento y escasas facturaciones, en los comercios que venderán menos por la disminución en los ingresos de los operarios, lo que pondrá en aprieto también al empleo privado en las zonas urbanas. Si la economía no reacciona vigorosamente y se mantiene débil, sin duda golpeará a los más frágiles que caerán a situaciones muy vulnerables.
El número de personas pobres ascendía anteriormente a 1.951.000 individuos, lo que representa el 26,9% de la población. Estimaciones de los especialistas en la materia señalan que, con la situación económica desfavorable, el número de pobres aumentará fuertemente hasta hacer que 1 de cada 3 habitantes del país esté en la pobreza. Esto significaría que los pobres alcancen a 2.430.000 personas en el Paraguay, con todo lo que ello implica en materia social y económica.
Aparte del flojo crecimiento, en los dos últimos años se sumó el problema de la pandemia del covid-19 que ha incidido muy fuerte en el comercio en general, que solo últimamente se está recuperando, sin contar con otros perjuicios ocasionados en la salud y en la estabilidad de las personas. Casi 19.000 fallecidos en dos años han dejado también su huella imborrable en el sentimiento de miles de familias, que constituye un rudo golpe a toda la sociedad.
El tema tiene tal complejidad porque no solo será necesario mejorar la producción económica, sino también se deberá invertir más y mejor en la gente, sobre todo en las nuevas generaciones que deben enfrentar los desafíos con los medios que tienen. Técnicos del Banco Mundial han señalado que la falta de previsión y las políticas públicas poco acertadas en el ámbito de la educación van a generar un retroceso en una parte considerable de la población en edad de estudiar. Sostienen que, si no se incorporan los elementos necesarios para aprovechar los cambios tecnológicos, pueden profundizarse las situaciones de desigualdad.
Por eso proponen fortalecer los programas de formación continua con acciones dirigidas a reentrenar a los trabajadores y promover habilidades que requiere el mercado laboral. También piden que se repiense el sistema educativo actual en su conjunto. Que se tienda hacia un sistema de trabajo en proyectos con pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas, promoviendo las habilidades socioemocionales y de conocimiento más complejas, con técnicas específicas. Para la gente del organismo internacional, estos elementos permitirán al país estar mejor preparado para generar estrategias y políticas públicas que ayuden a aprovechar las oportunidades y achicar los efectos adversos que existieren.
Teniendo en cuenta estos hechos y recomendaciones, la sociedad paraguaya no solo deberá trabajar más para mejorar la producción económica; tiene la necesidad de realizar más y mejores inversiones en la gente, en los elementos generadores de la riqueza mediante su trabajo. El aporte intelectual de las personas y sus aptitudes para incrementar el bienestar con la tecnología y la capacidad de resolver los problemas con nuevas estrategias serán de gran trascendencia.