Lamentablemente, el adjetivo que se “ha ganado” esta administración gubernamental es lo que nos está llevando a casi todos al abismo económico, donde los pobres son cada vez más pobres y la clase media que tuvimos por décadas, está en acelerada vía de extinción.

Basta observar en nuestras instituciones (ministerios y secretarías ejecutivas) el bajísimo nivel académico-técnico de funcionarios que están en posiciones relevantes dentro del organigrama, pero que en la práctica no sirven “ni para la tranca del infierno”, simplemente porque fueron puestos allí por ser seccionaleros, dando rienda suelta al amiguismo prebendario y clientelista.

Mirando el lado profesional que es lo que interesa, llegamos a la conclusión de que carecen de meritocracia, capacidad, idoneidad y otras virtudes para que puedan ser verdaderos acreedores de sus cargos como servidores públicos.

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Si bien muchos le dan poca importancia a las encuestas y sondeos de opinión, no podemos negar que constituyen herramientas válidas para auscultar el sentir de nuestra gente en diversos ámbitos que no sean solo el político y en donde se nota claramente el hartazgo, ante la gran hipocresía y demagogia de los gobernantes, quienes cuando se reúnen en las campañas políticas pintan a nuestro país como si fuéramos la Noruega de América, y sin embargo en el fondo los niveles de desempleo en distintos estratos de edad siguen en aumento, pobreza y extrema pobreza con incremento exponencial, muchísima gente con los bolsillos vacíos y una tremenda falta de capacidad adquisitiva, que ni tan siquiera les permiten poder comprar los alimentos básicos para su subsistencia.

Se jactan de que les ha tocado gobernar en tiempos de crisis, lo cual no es ninguna excusa, pues un buen estadista debe estar preparado para administrar el país en tiempos de crisis y de bonanza.

Los US$ 1.600 millones de préstamos para afrontar la pandemia no han generado impacto positivo alguno en el fortalecimiento de nuestra salud pública. Tuvimos que lamentar la pérdida de 18.000 compatriotas por no haber actuado proactivamente durante la crisis sanitaria del covid-19, muchos de ellos sin siquiera poder adquirir medicamentos que quizás podrían salvarles la vida.

La gente ya “no come vidrio”, y es consciente de que volver a tener un gobierno de bajísimo nivel y calidad por otros 5 años sería casi el suicidio en vida de miles de personas que incluso duermen con el estómago vacío, no porque lo desean, sino porque no tienen trabajo, ni un solo guaraní en los bolsillos, para poder sobrevivir, y sin embargo cuan triste resulta escuchar cuando nos quieren hacer creer que que tenemos el “mejor gobernante” de toda la región como si todos fuésemos analfabetos funcionales.

Las compras en pandemia dejaron daños tanto económicos como morales que son irreversibles. Se armaron verdaderos esquemas de recaudación, se aprovecharon licitaciones para sobrefacturar como ocurrió con la compra de tapabocas, agua tónica, las camas “de oro”, para quienes facilitaron adjudicación de US$ 13,5 millones en el Ministerio de Salud, apenas se inició la cuarentena por la crisis sanitaria. O sea, fue una burla generalizada a costa de la salud de nuestra gente honesta y trabajadora.

Se aplazaron en salud y en todos los rubros. Las obras abandonadas en 70 establecimientos educativos que dejó a 24.000 niños sin aulas nuevas son legados que duelen. ¡Con nuestros niños no se juega!

Paraguay históricamente ha sido un país rico donde la naturaleza nos ha regalado una de las tierras más fértiles del continente, que nos han permitido constituirnos en uno de los principales proveedores de alimentos para el mundo.

Y sin embargo, vaya ironía de la vida, miles de compatriotas no tienen para comprar tan solo un cuarto de yerba y galleta para “engañar al estómago”.

Tenemos una agricultura familiar campesina abandonada, donde residen los mayores bolsones de pobreza en el campo, viéndose los hijos de nuestros labriegos obligados a migrar hacia otras ciudades en busca de trabajo, cuando bien con un apoyo estrecho de parte del Gobierno podrían haberse convertido en microempresarios, eliminando la “odiosa intermediación” que han sido los que sin mucho esfuerzo se han llevado históricamente la parte “más sustanciosa de la torta”.

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