• Por Felipe Goroso S.
  • MBA
  • Columnista político

Así como el sábado anterior, en “El brunch”, del canal GEN, recibíamos a los candidatos a intendente de Asunción por los partidos de oposición, el sábado que pasó recibimos a “Nenecho” Rodríguez, candidato a intendente del Partido Colorado. Y así como el lunes pasado les dejaba mis impresiones al respecto, el día de hoy les voy a contar algunas cuestiones que desde la estrategia y la comunicación política dejaron la charla.

Óscar “Nenecho” Rodríguez tiene una historia particular. A pesar de su juventud, con 40 años, para el universo ANR es muy joven, supo combinar la conscripción partidaria (tan valorada por sus correligionarios) con una alta dosis de conocimiento popular. Para eso, es de los pocos que supo meterse a la farándula y salirse en el momento oportuno.

Lo mismo pasa en algunas áreas de la comunicación política, más allá de algún que otro desliz que pudo tener en el pasado, es de los pocos que sabe usar a las redes sociales y no que sean ellas quienes lo usen. Error común en los políticos de nuestro país. En similar sentido con los medios de comunicación tradicionales, luego de su breve pero productivo paso por los mismos, supo aprender algunos de sus códigos.

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Como punto a optimizar podría marcarse su comunicación no verbal, donde aún queda camino por recorrer. Más allá de su desempeño en medios, es el momento de que explote áreas aún subexplotadas. Una de ellas es sin duda la transversalidad que le permite su perfil tener en el electorado en general, más allá del específicamente colorado. Y sobre eso, para solidificar y amplificar su llegada a ese segmento del electorado tiene hasta octubre para mostrarse más como “Nenecho”, el vecino de Asunción, y menos como Óscar Rodríguez, el político. Alguien cercano a la gente.

En política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, los elementos decisorios de voto siguen siendo los emotivos y seguirá así por mucho tiempo más. Las redes sociales no son un factor determinante para que la gente tome la decisión de convertir su amor o su odio en el soberano y supremo acto de votar por un candidato.

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