“Identificamos un total de 55 efectos a largo plazo asociados con COVID-19”, expresa el estudio elaborado por siete especialistas, que fue publicado el 30 de enero pasado. “La mayoría de los efectos corresponden a síntomas clínicos como fatiga, dolor de cabeza, dolor articular, anosmia, ageusia, etc. También se presentaron enfermedades como ictus y diabetes mellitus”.

“Más de 50 efectos a largo plazo de COVID-19: una revisión sistemática y un metanálisis” se titula el artículo (https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.01.27.21250617v2) presentado en el portal Medrxiv, que distribuye investigaciones sobre ciencias de la salud; en el cual colaboraron Sandra López-León, Talia Wegman-Ostrosky, Carol Perelman, Rosalinda Sepúlveda, Paulina A. Rebolledo, Angélica Cuapio y Sonia Villapol, médicas y científicas, principalmente mexicanas y estadounidenses.

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La pandemia del coronavirus ha provocado al menos 2.526.075 muertos en el mundo desde que la oficina de la OMS en China dio cuenta de la aparición de la enfermedad en diciembre de 2019, según un balance establecido por AFP este domingo. Desde el comienzo de la epidemia más de 113.758.510 personas contrajeron la enfermedad. De ellas al menos 69.695.100 se recuperaron, según las autoridades.

En base a la serie de estudios que revisaron, las investigadoras encontraron que el 80% de las personas con un diagnóstico confirmado de COVID-19 continúan teniendo al menos un efecto general más allá de las dos semanas posteriores a la infección aguda. “Sin embargo, existe la posibilidad de que existan otros efectos que aún no se han identificado”, refieren, aunque la lista de 55 efectos de por sí ya resulta amplia.

Para su estudio, las doctoras identificaron un total de 18.251 publicaciones, de las cuales 15 cumplieron los criterios de inclusión, como un mínimo de 100 pacientes, y que se hayan publicado antes del 1 de enero de 2021. Entre las publicaciones seleccionadas aparecen 9 estudios de Reino Unido, de Estados Unidos, Australia, China, Egipto y México.

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Uno de los gráficos que acompaña al estudio publicado en el portal Medrxiv. Foto: Gentileza.

Se realizaron 21 metanálisis y se incluyeron 47,910 pacientes. El tiempo de seguimiento osciló entre 14 y 110 días después de la infección viral. La edad de los participantes del estudio osciló entre 17 y 87 años. Los cinco síntomas más comunes fueron fatiga (58%), dolor de cabeza (44%), trastorno de atención (27%), caída del cabello (25%) y disnea (24%).

Otros síntomas se relacionaron con enfermedades pulmonares (tos, malestar en el pecho, disminución de la capacidad de difusión pulmonar, apnea del sueño y fibrosis pulmonar), cardiovasculares (arritmias, miocarditis), neurológicas (demencia, depresión, ansiedad, trastorno de atención, trastornos obsesivo-compulsivos), y otros inespecíficos como la caída del cabello, los acúfenos y la sudoración nocturna.

Sin término establecido

Uno de los aspectos llamativos del estudio es también que los especialistas siguen sin ponerse de acuerdo sobre “término establecido para acuñar la condición lenta y persistente en individuos con secuelas duraderas de COVID-19”. Diferentes autores han utilizado los términos “COVID-19 posaguda”, “COVID-19 prolongado”, “Síntomas COVID-19 persistentes”, “COVID-19 crónico”, “Manifestaciones posteriores al COVID-19”, “Efectos del COVID-19 a largo plazo”, “Síndrome posterior al COVID-19”, “COVID-19 en curso”, “secuelas a largo plazo” o “Transportadores de larga duración” como sinónimos.

“Los síntomas, signos o parámetros clínicos anormales que persisten dos o más semanas después del inicio del COVID-19 y que no regresan a un valor inicial saludable pueden potencialmente considerarse efectos a largo plazo de la enfermedad”, afirma el estudio. “Aunque dicha alteración se informa principalmente en sobrevivientes de enfermedades graves y críticas, los efectos duraderos también ocurren en personas con una infección leve que no requirieron hospitalización”.

La fatiga

Respecto al síntoma más común entre los 55 identificados, la fatiga (58%), la investigación señala: “Está presente incluso después de 100 días del primer síntoma de COVID-19 agudo. Existen síndromes como el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), en el que se ha observado que, al año, más de dos tercios de los pacientes refieren síntomas de fatiga clínicamente significativos”.

“Los síntomas observados en pacientes post-COVID-19, se asemejan en parte al síndrome de fatiga crónica (SFC), que incluye la presencia de fatiga incapacitante severa, dolor, discapacidad neurocognitiva, sueño comprometido, síntomas que sugieren disfunción autonómica y empeoramiento de los síntomas globales. tras aumentos menores en la actividad física y/o cognitiva”, agrega.

Trastornos psiquiátricos

“Los adultos tienen un doble riesgo de ser diagnosticados nuevamente con un trastorno psiquiátrico después del diagnóstico de COVID-19, y las condiciones psiquiátricas más comunes que se presentaron fueron los trastornos de ansiedad, el insomnio y la demencia”, alerta la publicación. “Las alteraciones del sueño pueden contribuir a la presentación de trastornos psiquiátricos. Se recomienda el diagnóstico e intervención rápidos de cualquier atención neuropsiquiátrica para todos los pacientes que se recuperan de COVID-19. Es necesario incrementar los modelos de atención en salud mental en hospitales y comunidades durante y después de la pandemia de COVID-19”.

En otro pasaje, las investigadoras aluden a la inmunidad al coronavirus, factor que tampoco ha sido resuelto por la comunidad científica: “El daño tisular inmunomediado en COVID-19 implica respuestas celulares y humorales, pero se desconoce la inmunidad al SARS-CoV-2 y la protección contra la reinfección o un aclaramiento viral final. Además, la razón por la que algunos pacientes experimentan síntomas a largo plazo después de COVID-19 es incierta. Esto podría explicarse en parte por factores controlados por el huésped que influyen en el resultado de la infección viral, incluida la susceptibilidad genética, la edad del huésped cuando se infecta, la dosis y vía de infección, la inducción de células y proteínas antiinflamatorias, la presencia de infecciones concurrentes”.

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