París, Francia | AFP
Las compañías aéreas están intentando ser cada vez menos contaminantes pero de momento se limitan a compensar sus emisiones de C02, a la espera de aviones de un futuro todavía lejano en que sea posible volar sin carburantes fósiles.
La aviación representa un 2% de emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2), según la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
En el 2018 viajaron en avión 4.300 millones de personas en el mundo, un 6,1% más que en el año anterior y el tráfico aéreo debería multiplicarse por 2 en próximos 15 o 20 años.
Según un informe publicado en enero por 3 organizaciones europeas, entre ellas la Agencia Europea de Medio Ambiente, en el 2016 la aviación representó un 3,6% de las emisiones de gases de efecto invernadero en países europeos.
Por el momento existen 4 maneras de alimentar energía de un avión: el queroseno, el hidrógeno –que necesita depósitos entre 4 y 6 veces más grandes–, las baterías –de momento demasiado pesadas– y los biocarburantes, todavía caros y en conflicto con producción de alimentos.