San Francisco, Estados Unidos. AFP.
El 29 de octubre de 1969 el profesor Leonard Kleinrock y sus colegas de la célebre UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) hicieron que una computadora “hablara” a otra máquina, situada en una región que iba a convertirse en el Silicon Valley. Pero entusiasmo inicial fue mutando a partir de consecuencias nefastas e inesperadas de esta innovación, antecesora de internet.
“Yo nunca vi venir el aspecto ‘redes sociales’. Pensaba comunicar a la gente con computadoras, o a computadoras entre sí, pero no a la gente entre ella”, cuenta Kleinrock, que en junio cumplirá 85 años. Para conmemorar el 50 aniversario de este acontecimiento, el profesor abre nuevo laboratorio consagrado a internet que debería ayudar a resolver problemas imprevistos surgidos con adopción de la red a gran escala.
Unas 4.000 millones de personas en todo el mundo son usuarias de esta red que se pensaba que podría aportar igualdad y conocimientos a la mayoría de la gente. “En determinado sentido, es un invento muy democrático”, destaca Kleinrock.
“Pero también contiene una fórmula perfecta para el lado sombrío de la humanidad (…). Se gritan tantas cosas en la red que las voces moderadas son ahogadas y los puntos de vista extremistas amplificados, expanden el odio, la desinformación y los abusos”, dice el profesor.
El nuevo “Connection Lab” (“laboratorio de conexión”) tratará temas como el aprendizaje automatizado de las máquinas, las redes sociales, la inteligencia artificial, la internet de los objetos o la blockchain, una base de datos descentralizada y segura que permite una trazabilidad presuntamente inviolable.
A Kleinrock le interesa muy especialmente la posibilidad de utilizar la blockchain para vincular personas o datos en línea a su reputación y servir así de medida de confianza. Los internautas podrían por ejemplo saber, al leer una crítica sobre un restaurante, si su autor publicó anteriormente artículos considerados fidedignos.