París, Francia | AFP

La “Cortina de Hierro”, o “Telón de Acero”, designa la separación, primero ideológica y luego física, establecida en Europa tras la Segunda Guerra Mun­dial entre la zona de influencia soviética en el Este, y los países occidentales.

¿De dónde viene la expre­sión?

Esta metáfora fue popularizada por el británico Winston Chur­chill: “De Stettin en el Báltico a Trieste en el Adriático, una cortina de hierro se ha abatido sobre el continente”, declara el 5 de marzo, en un discurso en Estados Unidos.

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Su paternidad es atribuida al escritor ruso Vasili Rozanov, que la emplea en el año 1918 refiriéndose a la revolución bol­chevique en su libro “El Apo­calipsis de nuestro tiempo”. “Tintineando, rasgando y chi­rriando, un telón de acero cae sobre la historia de Rusia”.

Frontera ideológica, luego física

Esta frontera entre la Europa comunista y el Oeste, concebida por los dirigentes soviéticos para frenar la ideología occiden­tal, se materializó progresiva­mente para frenar las fugas de ciudadanos hacia el Oeste.

Erigida desde 1949 por Hun­gría, y luego por otros países del bloque comunista, constaba de alambradas, fosas, muros de cemento, alarmas eléctri­cas, instalaciones de disparos automáticos y minas, que se extendía a lo largo de miles de kilómetros.

El muro de Berlín

En Alemania del Este, los diri­gentes comunistas decretan en 1952 una zona de prohibición de un ancho de diez metros a lo largo de la frontera con la Repú­blica Federal alemana (RFA), con alambradas y puestos de vigilancia.

Sin embargo, el dispositivo tiene una falla: Berlín, sepa­rada en dos partes –una bajo control soviético, otra occi­dental– entre las cuales se puede circular sin mayores dificultades.

Unos tres millones de perso­nas lograron refugiarse en la RFA a través de Berlín-Oeste entre 1952 y 1961, privando a la República Democrática Alemana (RDA) de sus prin­cipales profesionales.

ARRIESGADA HUIDA HACIA EL OESTE

Los viajes al Oeste de ciuda­danos de Europa del Este eran únicamente autorizados bajo estrictas condiciones.

Los candidatos al éxodo asu­mían todos los riesgos. Entre 600 y 700 personas, según los historiadores, perdieron la vida al intentar huir del régi­men este-alemán. Solamente el muro de Berlín ocasionó al menos 136 muertos. Unas 5.000 personas consiguie­ron no obstante atravesarlo, usando a veces estratagemas muy imaginativas.

Una familia logró escaparse desde el techo de un edificio gracias a una tirolina conectada con fami­liares cómplices que espera­ban más abajo, del otro lado del muro. Otros huyeron a nado por el Spree, el río que atraviesa Berlín, por túneles o escondidos en vehículos.

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