Nesconset, Estados Unidos. AFP.

Michael Kidd, de 84 años, que participó en la Guerra de Corea, tiene una joven perra pastor alemán, Millie, que lo calma cuando “descarrila”. Harry Stolberg, de unos 42 años, un ex marine que sirvió en Bosnia, Liberia y Nigeria, tiene un joven labrador que le ayuda a desper­tarse de sus pesadillas.

Y Phil Davanzo, de 31 años, que cargó los cuerpos de mili­tares estadounidenses muertos en una operación de res­cate de rehenes en Somalia en el 2011, espera que su joven Rottweiler sea pronto entre­nado para ayudarle cuando sufre ataques de pánico.

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Son tres excombatientes del primer ejército del mundo con tres síntomas diferen­tes de estrés postraumá­tico (PTSD, por las siglas en inglés) y un remedio común: un perro fiel, entrenado especialmente para ayu­darles cuando atraviesan un momento difícil.

“El mayor favor que me hace es despertarme durante mis pesadillas”, dice Harry de su labrador Rocky, su “amigote” color chocolate, que tiene tres años.

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