Quinhagak, Estados Unidos. AFP

Desde que tiene memo­ria, Willard Church Jr. ha salido a pescar en el hielo hasta bien entrado el mes de abril, abriendo sin problemas hoyos de 1,2 metros de profundidad en el río Kane­ktok, cerca de su hogar.

Pero ese cauce que corre a lo largo de la aldea Quinha­gak, en el suroeste de Alaska, apenas se congela ahora, una muestra del calentamiento de las temperaturas que causa estragos en la población indí­gena del estado y en su modo de subsistencia.

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“Soy un cazador y un pescador y toda mi vida he subsistido”, dijo Willard Church, de 55 años y miembro de la comunidad esquimal Yupik, a un equipo de la AFP que visitó reciente­mente esta remota aldea de unas 700 personas ubicada entre el mar de Bering y la bahía de Kuskokwim. “He via­jado por toda la región, saliendo en viajes de cacería y pesca de 10 días en las montañas”.

“Crecimos en una época en la que el invierno era invierno, los ancianos recuerdan neva­das tan altas como los picos de las casas. Hoy tenemos suerte si tenemos pulgada y media [casi 4 cm] de nieve”, añadió.

Mientras los líderes del mundo y la comunidad cien­tífica buscan la mejor manera de combatir el cambio cli­mático, la población nativa de Alaska, que se estima en unos 120.000 habitantes y vive en unas 230 comunida­des rurales, se encuentra en el epicentro de una crisis que les ha obligado a replantear su estilo de vida tradicional.

De acuerdo con la Cuarta eva­luación nacional del clima, un informe ordenado por el Con­greso y publicado en noviem­bre, el estado se encuentra entre las regiones de calenta­miento más rápido de la Tie­rra, calentándose junto con el resto del Ártico al doble de la velocidad que el promedio mundial.

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