Hurghada, Egipto | AFP
En aguas cristalinas de color turquesa unas pequeñas medusas rosadas rodean a aficionados al submarinismo llegados de todo el mundo para admirar las profundidades del mar Rojo, cuyos espectaculares corales están amenazados por el aumento del turismo en Egipto.
En la costa de la localidad turística de Hurghada, (este) los peces payaso, peces puerco y peces mariposa nadan entre arrecifes de coral verdes y violetas, a una decena de metros de profundidad.
Con aletas en los pies, máscaras de oxígeno y un guía profesional, un grupo de turistas, muchos de ellos europeos, contempla este espectáculo sereno que contrasta con la agitación en tierra firme.
En Hurghada abundan los bazares y los complejos hoteleros con precios asequibles para atraer a un máximo de clientes.
“Es bastante más barato que el Caribe”, afirma Daniel, alemán de 29 años, tostándose al sol en una playa privada. Al igual que él, cada vez más turistas extranjeros vuelven a Hurghada. El sector turístico egipcio se desplomó después de revolución que expulsó del poder al presidente Hosni Mubarak en el 2011.
El número de visitantes cayó de 14,7 millones en 2010 a 5,3 millones en el 2016, un año después de atentado contra avión ruso que causó 224 muertos en Sharm el Sheij, localidad turística del mar Rojo.
Desde el 2017 ha mejorado. En el 2018, la contribución del turismo al Producto Interior Bruto del país aumentó 16,5% hasta alcanzar su nivel más alto desde el 2010, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC por sus siglas en inglés). Egipto no ha comunicado las cifras de visitantes del año pasado.
“El aumento del turismo en Egipto es positivo, pero ha incrementado la presión (sobre los arrecifes)”, afirma Heba Shawky, directora general de la oenegé Hurghada Environmental Protection and Conservation Association (Hepca).