Karlsruhe, Alemania. AFP.

¿Puede el Estado ayudar a un enfermo ter­minal a morir sin dolor? Ale­mania, donde la Iglesia sigue manteniendo una influen­cia importante, reabrió este martes el debate ante su más alta jurisdicción.

Desde hace cuatro años se envían señales contradicto­rias sobre la cuestión del fin de la vida, haciendo difícil de comprender lo que está o no permitido. No se trata de una “evaluación moral o política del suicidio y de su impacto en la sociedad (…), sino de esta­blecer el alcance de la libertad limitada por la amenaza de procesamientos”, explicó el presidente de la Corte Consti­tucional, Andreas Vosskhule.

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Se trata de una cuestión sen­sible en un país en el que cada vez hay más ancianos, pero donde también sigue flotando el espectro del nazismo. El III Reich recurrió a la eutanasia, sobre todo para matar a los discapacitados.

En el 2015, el Bundestag, tras una serie de sesiones apasio­nadas, prohibió la asistencia “organizada” al suicidio, pasi­ble de tres años de prisión.

Pero dos años después, la Corte Administrativa de Leipzig, la más alta instan­cia administrativa alemana, tomó una sorpresiva deci­sión: los jueces consideraron que “en casos excepciona­les, el Estado no puede impe­dir el acceso de un paciente a productos anestésicos que le permitirían suicidarse de manera digna y sin dolor”.

INDIGNACIÓN DE IGLESIAS

A este tribunal recurrió el marido de una mujer que quedó completamente para­lizada en el 2002 por un acci­dente y que tuvo que tras­ladarse a Suiza para poder acceder a un suicidio asistido en el 2005.

UNA SEÑAL FUERTE

A la inversa, el presidente de la Asociación Médica alemana se pronunció en contra de la legalización de la eutanasia. “Como médicos debemos ser claros sobre el hecho de que vamos a ver a los pacientes como asistentes, como sanadores y no como asesinos”, declaró Frank Ulrich Montgomery a la radio RBB.

El arzobispo de Berlín, monseñor Heiner Koch, advirtió este lunes contra cualquier “cambio del sistema de valores”, por parte de la Corte de Justicia federal, y dijo esperar “una señal fuerte para la protección de la vida”. Entre los países europeos sigue habiendo disparidades: Holanda, Bélgica y Luxemburgo legalizaron la euta­nasia. Los países con fuerte tradición católica, como Italia, Irlanda o Polonia, se oponen a todo tipo de ayuda a la muerte.

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