Washington, Estados Unidos. AFP.

Una serie de circuns­tancias celestes inu­suales coincidieron el domingo por la noche para ocultar la Luna que luego rea­pareció vestida de un tenue rojo en un eclipse total que cautivó a los observadores en las Américas, Europa y África.

En México y Los Ángeles, de París a Uarzazat, las mira­das se posaron en el cielo para observar el fenómeno, alrededor de la medianoche para el continente americano, poco antes del alba para tie­rras europeas y africanas.

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Una “superluna de sangre” está sobre un pozo de extracción en Dortmund, Alemania.

El eclipse duró unas tres horas: una primera hora en que la Luna llena fue suave­mente tragada por la sombra de la Tierra, luego una hora de eclipse total y finalmente una hora en que la Luna progre­sivamente se asomó nueva­mente plena y brillante.

La Luna era una “superluna”, el término usado cuando el satélite se encuentra a una distancia relativamente cerca de la Tierra, unos 358.000 kilómetros, por lo que se vio más grande de lo normal.

La Estatua de la Libertad (EEUU) se ve recortada contra la “superluna”.

Además, en dirección Este, Venus y Júpiter brillaron en el cielo nocturno. Durante la fase total del eclipse, la Luna apareció pintada de tonos rojos o rosados. Los esta­dounidenses llaman a este efecto “Luna de sangre”.

Ese teñido se debe a que durante un eclipse los rayos del Sol impactan directa­mente sobre la Luna porque la Tierra está en el medio. Estos rayos solares son filtrados por la atmósfera: los rayos rojos se desvían hacia el interior del cono de sombra y, por lo tanto, hacia la Luna, mientras que los azules divergen hacia el exterior.

En Londres, los aficionados a la astronomía no tuvieron suerte: las nubes bloquearon la vista. Pero los habitantes de Villa Nueva, en Guatemala, de Montevideo, México, Miami y París tuvieron cielos abiertos al espectáculo.

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