Texto: Matías Irala

@matiasirala_

Dentro de esa pirámide de bandas alternativas gestadas en los 90, hay una que merece todos los aplausos por derribar las fronteras estilísticas del rock: Tool.

Amparados en la excentricidad del casi mesiánico de Maynard James Keenan —una voz como las que no hay dos— lograron manejar con maestría la censura, la polémica y el misticismo pretencioso, que terminó por cubrir con una delicada capa oscura, el atractivo sonoro y visual que rodearía a la banda en su primera década.

Aenima, es el nombre de este segundo material —un jocoso juego de palabras entre los términos Anima y Enema— que da cátedra de la línea sonora que irían tomando en discos más complejos como Lateralus o 10.000 days. También es el primer álbum que cuenta con la presencia de Justin Chancellor en el bajo. Los temas oscilan entre la mitología egipcia, referencias a la anestesia disociativa que produce la ketamina y el fundamentalismo religioso ¿Nada mal para un domingo de tarde?

Aenima es un disco imprescindible para los amantes del rock más progresivo de los 90, lleno de pasajes y matices sonoros experimentales que sirvieron de referencia para muchas bandas que buscaron repetir la fórmula de Maynard y sus chicos.

Canción necesaria: Stinkfist, por indagar en la sobreestimulación a la que nos somete la sociedad moderna y la dependencia somática hacia incentivos externos.

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