Los civiles de Avdiivka llevaban ya desde 2014 en medio del fuego cruzado entre las tropas ucranianas y los separatistas prorrusos. Pero con la invasión lanzada por Rusia hace un año, este otrora próspero enclave industrial se ha convertido en una ciudad fantasma.

Los pocos habitantes que quedan se encierran en los sótanos de los edificios sin agua ni electricidad, con temor a convertirse en víctimas colaterales de los duelos de artillería constantes en torno a este lugar del este de Ucrania. Un equipo de la AFP pasó en Avdiivka la mañana del 8 de febrero.

Fuego y agua

- 8:39. Un incendio arde todavía en un apartamento de la calle Komunalna tras el disparo de un cohete en la noche. Una espesa humareda negra se escapa por una ventana que da a la escalera de incendios. Ante la ausencia de bomberos, el fuego deberá extinguirse por sí solo, dicen los habitantes. Restos carbonizados y trozos de cristal van cayendo lentamente sobre la nieve.

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- 8:42. Desde el amanecer, dos horas antes, los habitantes emplearon el tiempo llenando botellas de agua en una fuente municipal. Como si la amenaza de los morteros y los cohetes de ambos lados no fuese suficiente, una anciana murió recientemente de una intoxicación por monóxido de carbono causada por el humo de una estufa de leña mal ventilada, dice un habitante.

- 9:09. Andryi, de 51 años, se prepara para partir. “Toma esto”, dice, ofreciendo un collar con una cruz. “Te va a proteger”.

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- 9:28. Oleksander Lugovskykh, de 35 años, está sentado en el borde de la cama en el apartamento que comparte con su gato Tusik. Bajo una luz tenue, con una silueta escuálida, el hombre no parece preocupado por el humo sofocante que escapa de la estufa y le da una larga pitada a un cigarrillo.

Para ganarse la vida, Oleksander repara sierras. El trabajo depende de la luz diaria. “A las 14 horas la jornada está más o menos terminada”, explica. “No hay nada por hacer. A las 16 horas ya es de noche”.

Afuera, un viento gélido hace caer la temperatura a -18 ºC. Oleksander, antes albañil, afirma que el calor de la estufa hace la situación soportable durante el día. Por la noche no la usa. Le cuesta entender el sentido de esta guerra: “Son combates entre políticos para demostrar quién es más fuerte”, dice, y alza los hombros.

El combustible

- 10:22. Svitlana, de 49 años, está desde temprano en la única tienda de Avdiivka. Escucha la radio sentada en medio de un surtido de lámparas, botas y cargadores solares. “De media, hay unos tres clientes por día. Es suficiente para que gane un poco de dinero. No quiero depender de la ayuda”, explica.

- 10:56. Cerca del mercado bombardeado, los habitantes se reúnen en el hueco de la escalera utilizando un generador para recargar los teléfonos móviles. En el exterior, elevan los aparatos hacia el cielo con la esperanza de recibir cobertura. A veces, con éxito.

A unos pasos, Liubov Stepanova, de 71 años, recoge leña. La acompaña un carro estropeado que arrastró por la nieve desde el sótano que comparte con 20 vecinos. “Éramos 50, pero muchos se fueron”, dice la jubilada, que trabajaba en la fábrica de carbón y productos químicos de Avdiivka.

- 11:02. En el sótano sin ventana de Liubov, Tetiana, de 68 años, masajea los dedos artríticos de Galyna, de 83, que descansa en una litera bajo una guirlanda.

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Estrés

- 12:31. Vitali Sytnyk, de 55 años, se toma una pausa en el hospital central de Avdiivka. Sus marcadas ojeras revelan las largas jornadas y las noches en vela. La mayor parte del personal partió el año pasado debido a los bombardeos. Desde octubre es el único médico.

A pesar del fuego cruzado, la clínica, que se encuentra a solo un kilómetro de las líneas rusas, se encuentra bien abastecida, asegura. Las detonaciones de morteros hacen temblar los cristales de las ventanas. Él aprieta una mano con la otra.

“La gente está estresada”, dice. “Vienen y piden antidepresivos y somníferos. Como médico, yo se los doy. Pero les digo: ‘Para dormir bien, hay que irse’”. Fuera del centro, enciende un cigarrillo y muestra los daños causados por las bombas en dos pisos del hospital, donde solo está operativa la planta baja.

- 13:30. El ruido de bombardeos se intensifica y Vitali corre hacia el interior. “Deberías irte”, dice mirando por encima del hombro.

Fuente: AFP.

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