Tatuadas en la piel, pintadas en los muros de Buenos Aires: las islas Malvinas siguen omnipresentes en Argentina 40 años después del intento fallido por recuperar su soberanía, reivindicada desde los libros escolares hasta la propia Constitución.

El reclamo a Gran Bretaña se ha mantenido intacto desde la guerra de 1982, con apoyo mayoritario de la población argentina, que exhibe en todas partes la silueta de los territorios insulares en el Atlántico Sur. La demanda sobre Malvinas, Georgias del Sur y espacios marítimos e insulares es en Argentina un mandato constitucional y está presente en la sociedad y en la cultura popular.

“La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del derecho internacional constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”, establece la Constitución. Cada gobierno argentino aplicó esta política de Estado con variantes, aunque ninguna logró abrir una negociación por la soberanía.

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Malvinas “por siempre”

“Argentina es un país complejo y con muchas grietas, hay pocos temas que rescatan lo colectivo, Malvinas es uno de ellos”, asegura Edgardo Esteban, excombatiente y director del Museo Malvinas. El reclamo está presente en escuelas, museos, billetes de curso legal o letreros que en cualquier punto del país indican la distancia al archipiélago.

“¿Quién nos habla aquí de olvido/De renuncia, de perdón? / ¡Ningún suelo más querido/De la patria en la extensión!”, reza una de las estrofas del himno a Malvinas que se canta en actos escolares. “Malvinas viven para siempre” anuncia un cartel en el cenotafio en Buenos Aires donde una réplica del cementerio militar de Darwin de las islas recuerda a los 649 argentinos muertos en la guerra perdida tras 74 días de batalla.

“La guerra fue una locura de los milicos (militares), si no la hubieran hecho, los ingleses ya las hubieran devuelto”, sostiene Hugo Moussito, de 59 años, mientras lava su auto que lleva la imagen de las islas en la matrícula con la leyenda “Fueron, son y serán argentinas”. Según un sondeo, más de 80% de los argentinos respalda el reclamo de soberanía por vía diplomática y 10% considera necesario desistir. Al resto le es indiferente.

Historia, economía y estrategia

Para el historiador Felipe Pigna las razones argentinas para persistir “son evidentes: con solo mirar la geografía, la historia, la naturaleza, es territorio argentino usurpado”. Esteban considera que el reclamo tiene también razones económicas y estratégicas.

“Inglaterra controla allí el mar y depreda la pesca, los recursos naturales de Argentina, por eso mantenemos nuestro reclamo, hay regalías pesqueras acumuladas por más de 180.000 millones de dólares”, calcula. Las islas también representan un nexo interoceánico y hacia Antártida.

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“Argentina fue el primer país que tuvo una base científica en Antártida” en 1904, recuerda Esteban, al señalar una política activa que se tradujo en 13 bases, seis de ellas permanentes. En ese marco las islas tienen un valor estratégico también para Reino Unido. “Malvinas es el único lugar que tienen de control para el pasaje del Atlántico al Pacífico. Si le pasa algo al canal de Panamá es el paso obligado de los barcos”, señala.

“Ya Reino Unido está pensando qué va a hacer con la Antártida y sus riquezas, fundamentalmente con la mayor reserva de agua potable del planeta”, dice. Por eso para Argentina “Malvinas es un pasado, tiene una historia inmensa de pertenencia y reivindicación, pero también es un futuro que no vamos a resignar”, afirma Esteban.

Matices

“Desde la guerra hubo un canal multilateral inalterable hacia las Naciones Unidas y la OEA y otro hacia el Reino Unido con continuidades, rupturas y algunos pasos en falso”, explica a la AFP el politólogo Agustín Romero, autor del libro “La Cuestión Malvinas: una hoja de ruta” sobre las acciones políticas argentinas desde 1982.

El gobierno de Carlos Menem (1989-999) reanudó las relaciones diplomáticas e impulsó el ‘paraguas de soberanía’ ideado por su antecesor Raúl Alfonsín (1983-1989) para abrir vínculos de cooperación resguardando la cuestión de la soberanía, con el objetivo de generar una atmósfera de confianza que propicie una negociación definitiva. “Algo que nunca se logró por la negativa del Reino Unido a negociar pese a los llamados de la comunidad internacional a retomar el diálogo”, apunta Romero.

Los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015) “fueron muy duros sobre el reclamo bilateral y sin embargo el vínculo comercial fue el mejor de los últimos 30 años; en cambio con Mauricio Macri (2015-2019), si bien el reclamo bajó la intensidad notablemente, el vínculo comercial se deterioró”, indicó.

Dictadura argentina se cavó la fosa

El dictador argentino Leopoldo Galtieri cavó su propia fosa hace 40 años cuando lanzó la aventura militarista de Malvinas y perdió la guerra contra Gran Bretaña, derrota que derivó en la caída del régimen y el retorno a la democracia.

El 2 de abril de 1982, tropas de la dictadura recuperaron por la fuerza las islas que Argentina reivindica como parte de su territorio. 74 días de batallas en tierra, mar y aire después se rendían ante una colosal fuerza de tareas enviada por Londres. Tres días antes, el 30 de marzo, una masiva movilización callejera de la central obrera y partidos políticos que reclamaban “Elecciones ya” había sido reprimida ferozmente, con centenares de heridos y detenidos, además de un muerto en la ciudad de Mendoza.

Los combates en estas islas del Atlántico Sur arrojaron un saldo de 649 argentinos y 255 británicos muertos. El mundo asistió con asombro a un choque bélico entre países de Occidente. Es el más importante de los conflictos de soberanía reconocido por el comité de descolonización de Naciones Unidas.

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“Galtieri tenía pretensiones políticas de pasar a la historia. Su dictadura entraba en fuerte crisis económica, en medio de violaciones masivas a los derechos humanos. Fue puro oportunismo sin rasgos de patriotismo”, dice a la AFP el historiador Felipe Pigna, prolífico autor de libros y programas didácticos de TV.

Inicialmente, la maniobra rindió frutos: Galtieri salió al balcón de la Casa Rosada (presidencia), una tradición de gobernantes democráticos, frente a una Plaza de Mayo dos veces colmada de gente que respaldaba la recuperación de Malvinas.

“Fue un manotazo de ahogado de la dictadura cívico-militar que buscaba perpetuarse en el poder. Sucede que Malvinas es parte de la identidad y pertenencia de los argentinos”, afirma a la AFP Edgardo Esteban, director del Museo Malvinas, escritor y periodista, premiado por el guión de la película ‘Iluminados por el fuego”, su testimonio como excombatiente.

Pigna recuerda que “se venía barajando un plan secreto de ocupación para una de las dos fechas patrias, el 25 de mayo (Revolución de 1810) o el 9 de julio (Independencia en 1816). Pero ante la protesta social, el salto del dólar y las corridas financieras, se apuraron los planes”.

Fantasía dictatorial

La ONU admite la disputa de soberanía desde 1965 y llama a negociarla. Reino Unido siempre se negó. “Argentina quiere recuperarlas por la diplomacia y la paz. Malvinas es parte de nuestra vida”, dice Esteban. “La dictadura creó la fantasía del apoyo que tendría de Estados Unidos. El plan era ocupar, negociar y retirarse. Pero al ver la Plaza de Mayo repleta desde el balcón, Galtieri decide quedarse”, evocó Pigna. Casi 15.000 soldados argentinos fueron movilizados al archipiélago en el Atlántico Sur.

La entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, venía debilitada internamente, pero encuentra un motivo para mejorar su imagen. Manda a luchar a miles de tropas, dos portaaviones y centenares de barcos, bombarderos y helicópteros. “Tenía una enorme superioridad militar”, reflexiona Pigna.

“Londres consigue el apoyo de la OTAN (Tratado del Atlántico Norte), de Washington y de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile”, ilustra el historiador. Argentina se rinde el 14 de junio y el régimen, en crisis terminal, convoca a elecciones.

Soldados torturados

La noche de la rendición, miles de argentinos marcharon a la Plaza de Mayo a reclamar contra los responsables de la derrota. Fueron reprimidos con balas de goma y gases lacrimógenos. Pero la fosa estaba cavada y los dictadores, a punto de caer. Nombraron a un general de transición, Reynaldo Bignone, quien llamó a comicios y en octubre de 1983 regresaba el sistema democrático.

“Se subestimó al enemigo a partir del vínculo con Estados Unidos y los elogios a Galtieri del presidente Ronald Reagan. La autocrítica y los errores militares están contenidos en el Informe Rattenbach, desclasificado hace 10 años”, indicó Esteban.

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El historiador y el excombatiente destacan el contraste entre la actitud heroica de los inexpertos y jóvenes soldados (“esos chicos que pusieron el cuerpo”, dice Pigna) y las brutales conducciones de los mandos militares, denunciados incluso por aplicarles torturas en el campo de batalla.

Aunque los militares argentinos fueron condenados por los crímenes de la dictadura, los tormentos sufridos por los conscriptos, como privarlos de alimentos o enterrarlos en la nieve hasta el cuello, aún no han sido juzgados. Quienes lo denunciaron se encuentran, 40 años más tarde, a la espera de que la Corte Suprema determine si constituyen crímenes de lesa humanidad y por lo tanto no prescriben.

“Fui testigo”

Soldados enterrados en la nieve, otros amarrados a estacas por sus extremidades: “a Malvinas se trasladaron las metodologías de la dictadura”, acusa el excombatiente Ernesto Alonso, impulsor de un juicio contra militares argentinos por torturar a compañeros durante la guerra con Gran Bretaña.

“Lamentablemente la situación que se dio en Malvinas en muchos casos fue estar entre dos enemigos”, afirma Alonso 40 años después en una entrevista a la AFP en el Centro de excombatientes (CECIM) de La Plata, su ciudad natal. Con los testimonios de decenas de soldados, el CECIM abrió en 2007 una causa judicial contra militares argentinos por torturas en la guerra a sus propias tropas.

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“Fue sistemático, no pudimos encontrar antecedentes de lo que vivimos nosotros en Malvinas adonde se trasladó el terrorismo de Estado. Allá valía más la vida de una oveja que la de un soldado. Había situaciones famélicas. Hubo soldados que murieron de hambre”, evoca el excombatiente. Fue “una experiencia muy traumática”, sostiene.

“Yo fui testigo de la muerte de un soldado que fue castigado a dormir fuera de su posición y una mañana lo encontramos entre las piedras, tapado por un poncho, casi congelado con convulsiones. No sobrevivió al frío”, recuerda. También vio “tres soldados estaqueados [con sus extremidades amarradas con tiras a cuatro estacas, ndlr] en la primera sección de la Compañía B de Monte Longdon”.

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En busca de justicia

La causa judicial tiene unos 180 hechos denunciados y un centenar de militares imputados, pero solo cuatro están procesados. El juicio oral se demora a la espera de que la Corte Suprema de Justicia resuelva si considera esas torturas como crímenes de lesa humanidad para que sean imprescriptibles. Si no prospera el caso en Argentina, los excombatientes seguirán buscando justicia en tribunales internacionales, asegura Alonso. Los testimonios recopilados exhiben la brutalidad de los tormentos.

“Nos ponían boca arriba, nos hacían abrir los brazos formando una T con respecto al cuerpo y las piernas separadas atadas con piola (cordel), con la nevada y el frío, te congelaba todo el cuerpo”, cuenta un excombatiente. Otro relata: “Ordenó enterrarme junto a otros tres soldados en un pozo hasta el cuello, sin abrigos, sin casco, por más de diez horas bajo temperaturas extremas y sin alimentos”.

En Malvinas, la temperatura desciende hasta seis grados bajo cero, con temporales de vientos helados, lloviznas, granizo, nieve y escarchas nocturnas. Algunos exsoldados dicen que los obligaron a comer excrementos, los dejaron sin cascos ni protección bajo las bombas inglesas o les aplicaron descargas eléctricas con los teléfonos de campaña.

Prohibido contar

Alonso tenía 19 años y hacía el servicio militar obligatorio cuando el 2 de abril de 1982 el dictador Leopoldo Galtieri mandó tropas para invadir las islas Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña desde 1833 y cuya soberanía reivindican los argentinos.

Diez días más tarde, desembarcaba en el archipiélago, a 2.000 km de su casa, junto al Regimiento 7 de Infantería de La Plata. Su compañía estuvo 64 días apostada en Monte Longdon, donde se libró una de las más cruentas batallas pocos días antes de la rendición argentina, el 14 de junio. Allí perdieron la vida 33 de los 649 argentinos muertos durante el conflicto.

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Al regreso no hubo reconocimiento ni asistencia psicológica. Por el contrario, “nos recibió el peor aparato represivo de la dictadura (1976-1983) y nos impusieron el silencio. Eso causó terribles estragos”, cuenta. “Nosotros fuimos transgresores” de esa imposición. “Hablar fue una acción reparadora, pudimos transformar dolor en lucha”, se congratula.

Más de 600 excombatientes se quitaron la vida después de la guerra, casi la misma cantidad que los que murieron en los 74 días de conflicto bélico desencadenado por la invasión argentina. Desde 2005, Alonso regresó cinco veces a las islas. Fue uno de los impulsores del proceso de identificación del centenar de tumbas sin nombre de soldados argentinos en el cementerio de Darwin, en Malvinas.

El ADN Malvinas

Alonso se enorgullece de aquellos muchachos veinteañeros que con muy poca preparación militar, armamento inadecuado y vestimenta precaria combatieron contra las profesionales fuerzas armadas británicas. Sin embargo, no quiere “quedar anclado” al conflicto bélico. “Las Malvinas son mucho más que una guerra”, afirma al reivindicar la soberanía argentina.

“Malvinas está en el ADN identitario de todos los argentinos y seguramente la dictadura supo tocar ese ADN, por eso todas las contradicciones en la sociedad en ese momento”, reflexiona sobre el respaldo popular que recibió Galtieri por la recuperación de las islas pese a que en 1982 crecía el rechazo a la dictadura y su política económica.

Si bien Alonso deplora “la aventura bélica” del dictador, también lamenta que Argentina siga “cercenada en su territorialidad por una presencia colonial” que se fortaleció en 1985 con la instalación de una base militar británica en Malvinas “que alberga más de 3.000 efectivos que no solamente amenazan la paz de Argentina, sino de la región”.

Fuente: AFP.

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