Josías Enciso Romero

Como no pudieron lograr que triunfara su candidato a la Presidencia de la República (Efraín Alegre, de la Concertación Nacional), los medios de comunicación alcahuetes de este gobierno ahora aspiran el premio consuelo de armarle su gabinete al que sí ganó los comicios generales del 30 de abril, Santiago Peña. Apenas el electo mandatario anunció quién ocupará la cartera del Interior (una secretaría de Estado eminentemente política) empezaron a cuestionar, objetar, gesticular, criticar y vilipendiar al doctor Enrique Riera, actual senador por el Partido Colorado, quien dejará el cargo de representación el próximo 15 de agosto. Ese mismo día asumirá sus nuevas funciones. Se acordaron hasta del color de su calzoncillo cuando se bañaba en el arroyo Yhaguy. Mereció titular a seis columnas en uno de los diarios, el que ladra a la luna desde la calle Benjamín Constant. “Opositores preocupados porque no lo ven como amigo del diálogo”, ndaje. Un enorme sector de esa oposición fue cómplice de las fechorías del mandatario Abdo Benítez. No abrió la boca en los últimos cinco años, a pesar del fétido olor a corrupción que nos sofocaba de náusea e impotencia.

Principal sostén de esta administración que, felizmente, ya tiene los dos pies fuera del Palacio de López, fue la senadora Desirée Masi, propietaria exclusiva del Partido Democrático Progresista (PDP). Vivió un largo concubinato con el poder. No se le conoce denuncia alguna de los desmanes de Marito. Por obvias razones. Le tenía a Eduardo Petta en el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), a Arnaldo Giuzzio en el Ministerio del Interior (MI), previo paso como capo de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad); a Carlos Arregui en la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad), cargo que heredó, luego, René Fernández, después de sentar sus posaderas en la Secretaría Nacional Anticorrupción (Senac). Todos ellos conformaron un equipo especial para investigar los manotazos al erario público durante la pandemia, llegando a la divertida –para ellos– conclusión de que “no hubo daño patrimonial”. Veremos qué dirán los nuevos auditores. Será para comprar entradas en primera fila para la nueva serie “Persecución política”. Ahí será el lloro y el crujir de los dientes.

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Igual que Efraín Alegre o Desirée Masi y su medio apepu, Rafael Filizzola, las cadenas mediáticas que están en las góndolas de ofertas (les agrió la pichadura, parece) saludaron complacientes el gabinete de impresentables que Mario Abdo Benítez había exhibido el 15 de agosto de 2018. Ni un chistido. Petta, ya lo dijimos, en Educación estaba más perdido que cerrista en un superclásico en gradería sur del Defensores del Chaco. La armada del PDP ya llegó con la sonrisa beatífica de opositores de la Asociación Nacional Republicana (ANR). Mereció el aplauso de los hipócritas bautizados de independientes. El mencionado Petta confesaría posteriormente que ese equipo se “armó para armar” un caso en contra de Horacio Cartes, hoy presidente de la Junta de Gobierno de los colorados. En Petróleos Paraguayos (Petropar) había sido nombrada Patricia Samudio, la reina de las publinotas en el canal de Villa Morra. Manejó la institución como el gallinero de su granja. Pero para eso está el periodismo amigo. Cuando más la atacaban, y con fundamentos documentados, más salía en un programa que se miraba con la lente aumentada. Detrás nomás ya venía Juan Ernesto Villamayor, ministro del Interior, con un extenso y pesado prontuario, interpretando a Juancho, el lagarto. Y el siniestro hermano de madre de Marito, Benigno López, fue a parar al Ministerio de Hacienda, cumpliéndose lo que alguna vez expresara el doctor Luis María Argaña: “El zorro cuidando del gallinero”. Nos dejó en crecimiento cero y un agujero en forma de déficit fiscal.

Enrique Riera Escudero fue un joven activista del sector contestatario del Partido Colorado. Es uno de los mejores oradores que tenemos en este ambiente de monosilábicos y perpetradores en rebeldía contra el idioma español. Incluyendo, es justo admitirlo, a algunos colegas de esta jungla donde muchos se creen merecedores del Nobel o, como mínimo, del Pulitzer. Pero tendrán que contentarse con el Paraná de Plomo. El periodismo de raza, si es que todavía existe, encontrará un buen contendor en Riera en el manejo de la dialéctica. Los que viven en las cúspides del Olimpo –en su infatuada imaginación– darán clases doctorales de cómo manejar un ministerio, cualquiera sea el ramo. Son los llamados periodistas de ramos generales. Ahí me anoto yo.

Aunque no lo conozco personalmente, por lo que leí tiene conceptos muy claros y firmes sobre determinados asuntos que afectan a la seguridad interna y jurídica, la propiedad privada y la necesaria armonía entre los diferentes sectores de nuestra sociedad, empezando por el respeto irrestricto a los derechos humanos. Una propiedad privada que puede ser expropiada si responde a un interés colectivo, como bien lo manifiesta la Constitución Nacional y la propia doctrina de su partido. A mi parecer, Riera puede ser un buen ministro del Interior. Es un hombre bien formado. “No es burro, ni haragán ni sinvergüenza”, colaboró mi vecino don Cecilio. Aunque esta vez me aclaró que originalmente la frase es de la autoría del doctor Dionisio González Torres, “por muchos años rector de la Universidad Nacional de Asunción”, remató. Creo que durante los primeros años de la transición democrática fue, también, ministro de Educación y Culto.

Enrique Riera ni siquiera calzó aún el Ministerio del Interior y ya empieza a incomodar como piedra en el zapato del periodismo complaciente, mercenario y renegado. Como suelo decir: “Se vienen días divertidos”. De histerias, hipertensiones y soponcios. ¡Marche una nueva mamadera para calmar las angustias caninas!


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