Cuando el director de la escuela le preguntó al postulante a maestro sobre su formación, este respondió con toda naturalidad: “Ninguna”, pero, añadió, “che paciencia la mitãre”. La anécdota, real o fabulada, sirvió para graficar la perseverante audacia de algunos compatriotas de ofrecerse o aceptar cualquier cargo sin tener las mínimas condiciones para ejercerlo.

Donde más se multiplicaron estas hierbas de la inclemente osadía fue durante este gobierno. Uno de los ejemplos más patéticos y penosos es el de Eduardo Petta, quien serruchó el árbol de la educación hasta dejarlo con el tranco a ras del suelo. En esa misma línea de irresponsable inconsciencia se encontraba Patricia Samudio, dirigiendo Petróleos Paraguayos (Petropar).

Antes que preocuparse por el combustible se dedicó a comprar agua tónica para contrarrestar los efectos del covid-19. Y los que todavía siguen abusando de la paciencia ciudadana: el inoperante ministro de Defensa Nacional, general Bernardino Soto Estigarribia, y el ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Arnoldo Wiens, quien no es capaz de enfrentar las extralimitaciones y fechorías de las proveedoras privilegiadas por el poder. Mientras, sigue habilitando rutas por partes. Por ejemplo, los pilarenses ya pueden venir desde su ciudad hasta el puente construido sobre el río Tebicuary, pero aún no podrán llegar hasta Alberdi. Claro, esa franja amerita otra inauguración.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Ahora se suma otro pintoresco personaje. El recientemente nombrado ministro de Justicia, Édgar Olmedo. Con absoluto desparpajo aseguró que no tiene “experiencia en organismos de seguridad”, pero que se “siente idóneo” para ocupar el cargo. Una grave contradicción que ensombrece el futuro inmediato de este castigado país y renueva la larga siesta en que el infortunio sigue cortejando al Paraguay. Olmedo ya demostró sus precarias cualidades intelectuales cuando presidió el Instituto Paraguayo del Indígena (INDI). Su modesta actuación en dicha institución no fue impedimento –antes bien parecía una motivación– para que sus compueblanos del departamento de Caaguazú exigieran para él la Secretaría de Justicia. La cuestión es atropellar. La incompetencia para desarrollar con eficacia dichas funciones es un daño colateral que sufre la sociedad. De su paso como ministro asesor de Lucha contra la Pobreza no merece ni un escrito de pie de página.

Por una imprudencia del viceministro de Política Criminal del Ministerio de Justicia, Rubén Maciel, se frustró el nombramiento de Olmedo a finales del mes de enero de este año. Maciel, quien ayer presentó renuncia a su cargo, con la seguridad de un vocero presidencial había anunciado el pasado 26 de enero que la salida de la entonces ministra Cecilia Pérez era “una decisión tomada por el Ejecutivo” y que “ya solo estamos esperando el decreto”. Finalmente, se cumplió. Y Olmedo, sin más méritos que ser un operador político del viceministro Hugo Velázquez, se convirtió en ministro. Cecilia Pérez fue nombrada como asesora de Asuntos de Seguridad de la Presidencia de la República. En el concepto ciudadano, una de las mejores funcionarias de este Gobierno. Hoy víctima de un trueque por un zoquete proselitista.

Aunque muchos quisieron minimizar que el senador Silvio “Beto” Ovelar haya abandonado el oficialismo para incorporarse al movimiento Honor Colorado, los actos apresurados del Gobierno por reposicionarse en el departamento de Caaguazú indican todo lo contrario. Al abogado, periodista y dirigente estudiantil, Mario Varela, ministro de Desarrollo Social, sumaron a Édgar Colmán al frente de la Secretaría Nacional de la Juventud; el precandidato a gobernador por Fuerza Republicana, Marcelo Soto, fue nombrado funcionario de la Entidad Binacional Yacyretá con un salario aproximado de 30.000.000 de guaraníes. El director de Yacyretá, Nicanor Duarte Frutos, también es de Coronel Oviedo, aunque parece que su liderazgo está en pleno declive por lo que pide permanente refuerzos. El último de ellos es Édgar Olmedo, hoy convertido en ministro de Justicia por imperio de la desesperación oficialista que sigue rifando el Estado.

Para consuelo de la ciudadanía, Olmedo dijo que va a “seguir adquiriendo experiencia”, dando a entender, al mismo tiempo, que tiene voluntad para considerarse “idóneo”. ¿Qué será que entiende por idoneidad este señor?

La virtud de la paciencia que tenía aquel aspirante a maestro hoy se traslada al pueblo, que tiene que aguantar a que el nuevo ministro de Justicia aprenda lo que ya debió saber antes de aceptar el cargo. No fue en vano aquella temprana etiqueta: Qué desastre.

Olmedo ya demostró sus precarias cualidades intelectuales cuando presidió el Instituto Paraguayo del Indígena (INDI). Su modesta actuación en dicha institución no fue impedimento –antes bien parecía una motivación– para que sus compueblanos del departamento de Caaguazú exigieron para él la Secretaría de Justicia.

El director de Yacyretá, Nicanor Duarte Frutos, también es de Coronel Oviedo, aunque parece que su liderazgo está en pleno declive por lo que pide permanente refuerzos. El último de ellos es Édgar Olmedo, hoy convertido en ministro de Justicia por imperio de la desesperación oficialista que sigue rifando el Estado.

Dejanos tu comentario