- Por Augusto dos Santos
- Analista político
En el año 2008 la familia Zuccolillo apostó a Lugo, organizó la redacción para tal apoyo y ganó. En el 2013 apoyó a Cartes, mientras imprimía las cajetillas de cigarrillos de Tabesa en sus imprentas y también ganó.
En el 2018 apostó a Alegre, le dio todo su respaldo y perdió. En el 2023 apoyan (al igual que el Grupo Vierci y Harrison ) a Efraín Alegre, mientras que los grupos Nación Media y JBB respaldan -sin duda alguna- la opción que el presidente sea Santiago Peña.
Hace pocos días comentamos este ecosistema de proximidades mediáticas a la observadora de la Unión Europa y nuestra percepción fue que el preconcepto existente era que el Grupo Nación apoyaba a Peña y que el resto de los grupos eran palomos nubios resguardando al cáliz de la primera comunión.
Se trata del eterno juego hipócrita de quienes se creen los redactores de la historia que gozan de la merienda de las cooperaciones a cuenta de aborrecer y maldecir cualquier cosa que se parezca a partidos políticos sin explicarnos hasta ahora cómo harán democracia sin partidos políticos (un buen tema para charlar con alguien que pueda explicarles sobre el reino mundial del bipartidismo, los Estados Unidos).
Hay dos cuestiones que quedan clarísimas en el itinerario en curso: primero, que se trata de un plan para desplazar a la ANR del poder con una agrupación de partidos (lo cual es lógico) a lo que se suma una telaraña de oenegés, casi todas originadas en la misma rosca y la cooperación internacional.
Y en segundo lugar, cualquier damnificado por la más suprema estupidez podría darse cuenta de que lo que está en curso es una guerra empresarial gigantesca por la ocupación de espacios de poder, motivado en gran medida por el jugoso e inagotable bistec del Estado.
El escenario a futuro tampoco ofrece grandes novedades. Los partidos políticos seguirán ocupando espacios esenciales en el Congreso y el nuevo presidente deberá coordinar con ellos el futuro del país. Unas empresas continuarán y otras serán reemplazadas en el manejo de las obras y contratos públicos. Las constructoras y otras proveedoras de los grupos mediáticos tendrán solo un poco más o menos de los contratos de siempre. Eso sí, en ningún caso perderán.
Y para que ello siga funcionando tan perfectamente, en el 2028 volverán a rayar la cancha para enunciar solemne: los que quedaron de mi lado son los buenos y los que quedaron del otro son los malos.