El “plan B” es un modelo diseñado para calzar la eventual caída del proyecto principal. Una estrategia de previsión que garantiza la superviven­cia de muchas empresas de rigurosa seriedad y respon­sabilidad. Desde ese ángulo, expresado prácticamente con literalidad, tiene una denotación positiva, explí­cita, moralmente acepta­ble. Pero si su objetivo es destruir a la competencia sin consideraciones éticas, como un as tramposo entre las mangas, tiene una con­notación peyorativa, mal­sana, en que la licitud de los medios es la que menos importa para quienes admi­nistran esta confabulación sin códigos ni reglas. Pero eso no solo acontece en el ámbito de los negocios, sino que se extiende a quienes entienden la política como un simple negocio, un mos­trador para intercambiar favores y hacer clink en la caja registradora.

El “plan B” que se filtra y se reproduce a sotto voce por los comunicadores oficiosos del Gobierno tiene pretensio­nes de alterar la buena marcha de la campaña política de sus adversarios dentro del mismo partido, la Asociación Nacio­nal Republicana, pero, en rea­lidad, está causando grandes alborotos en su propio galli­nero. Hay desorientación den­tro de Fuerza Republicana al punto que un desconcertado vicepresidente y precandidato a presidente, Hugo Velázquez, ya reclamó que el “plan B” sea inmediatamente apartado de su cargo de ministro de Rela­ciones Exteriores.

El candidato del “plan B”, apoyado, parece, por la presti­giosa marca internacional “El gallo deportivo” porque algu­nos de sus seguidores ya han usurpado su logo, es Eucli­des Acevedo, quien empezó sus negociaciones con uno de los precandidatos libera­les dentro de la concertación Mesa de Presidentes de Parti­dos Opositores y gobernador del departamento de Cordi­llera, Hugo Fleitas. Después de una larga conversación entre ambos en el despacho del canciller, según las imá­genes publicadas –quien sin ser colorado ya se le pegó una costumbre muy criticada a los colorados–, el antiguo diri­gente del Partido Revolucio­nario Febrerista (PRF) ase­guró que es precandidato, “pero si alguien mide mejor que yo, iré detrás de él”. Flei­tas, por su lado, destacó la necesidad de un gobierno de concertación nacional que se irá construyendo “con el diá­logo y la búsqueda de consen­sos”. El presidente del PRF, Guillermo Ferreiro, es el más entusiasmado: “Eucli­des tiene trayectoria, ojalá se lance lo antes posible”.

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Para el precandidato por el movimiento Honor Colo­rado, Santiago Peña, la hipó­tesis que se maneja es que el sector oficialista apos­taría por el “plan B” habida cuenta de que Hugo Veláz­quez no está logrando posi­cionarse en las preferencias electorales para los comicios internos del 18 de diciembre de este año. Si así no fuera, y Acevedo está expresando sus aspiraciones presidencia­les sin haberle comunicado al jefe de Estado, entonces, añadió Peña, “el presidente (Mario Abdo Benítez) se gra­duó totalmente como títere e incompetente para el cargo”. Hecho que, remató, tampoco le extrañaría.

Como nunca los oficialis­tas están más desconcentra­dos que la desconcentrada concertación opositora. Con luces de pirotecnia y bom­bas de gruesos calibres cele­braron el anuncio del presi­dente de la República de que en “marzo vamos a divertir­nos”, dando a entender que el pasado mes aceptaría candi­datarse por la titularidad de la Junta de Gobierno del Partido Colorado. Pero tal cosa no ocu­rrió. Ahora el vicepresidente Velázquez informó que bara­jan otras opciones. Entre ellas la de la senadora Lilian Sama­niego y de su colega Juan Afara, así como la del director de Yacyretá, Nicanor Duarte Fru­tos. En la vereda de enfrente desde hace varias semanas Honor Colorado confirmó la postulación de Horacio Cartes.

El fantasma de la traición vuelve a agitar sus sábanas dentro del Partido Colorado. Tal como lo recordó Santiago Peña, cuando en el 2008 Luis Alberto Castiglioni se rehusó a acompañar la candidatura de Blanca Ovelar. Alentados por los buenos guarismos de todas las encuestas realiza­das hasta hoy entre los diri­gentes de Honor Colorado se percibe absoluta calma. Están convencidos de que el pueblo republicano solo una vez, igual que el gato, meterá la mano en el fuego. Una mala experiencia, como la feroz persecución des­atada durante el gobierno de Fernando Lugo, es suficiente. Principalmente de parte de los ministros y directores de entes del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). Partido con el que Euclides Acevedo quiere construir su alianza electoral. El “plan B”, para el resto de la ciudadanía, es solo una deno­minación. Si hasta ya tuvimos un “plan Z”.

Desde ese ángulo, expresado prácticamente con literalidad, tiene una denotación positiva, explícita, moralmente aceptable.

El “plan B” que se filtra y se reproduce a sotto voce por los comunicadores oficiosos del Gobierno tiene pretensiones de alterar la buena marcha de la campaña política de sus adversarios.

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