La primera dama de la Nación, Leticia Ocampos, encabezó este lunes un homenaje a las mujeres paraguyas en la Expo Osaka 2025, Japón, con “Kuña guapa: Legado de Fortaleza y Reconstrucción”. Este evento internacional reúne a 150 países, bajo el lema “Diseñando la sociedad del futuro para nuestras vidas”, donde también participó la alteza imperial, la princesa Tsuguko de Takamado, quien acompañó el homenaje a la fuerza y el legado de la mujer paraguaya.
En este evento, se realizó una exposición de prendas y joyas artesanales, como tradiciones culturales del Paraguay, “con énfasis en la vestimenta típica paraguaya, como el ao po’i, el encaje ju y las joyas de filigrana”.
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“El mensaje central de este evento gira en torno a ‘El poder de la mujer en Paraguay’, reconociendo sus múltiples facetas históricas y contemporáneas: desde su lucha por la visibilización y sus derechos, hasta su impacto cultural y social”, refiere el informe de la oficina de la primera dama.
“Kuña guapa” está inspirado en Las Residentas, como símbolo de fortaleza y patriotismo, quienes también fueron protagonistas de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), quienes no solo acompañaron al ejército paraguayo, sino también fueron imprescindibles para la reconstrucción del país.
El homenaje a estas mujeres no será solo un recuerdo, sino una expresión artística viva: a través de una propuesta estética, cultural y emotiva”, refiere la oficina de la primera dama. En este evento se realizó un desfile artístico de alta costura, al ritmo de la guarania,de vestidos confeccionados con textiles típicos del Paraguay, con el objetivo de transmitir la historia de Las Residentas y, con ello, el legado de resiliencia, belleza y poder que define a la mujer paraguaya.
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“El retrato es una forma de crear un espacio con el otro”
El fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar se instaló por primera vez en ese alejado territorio en 2009. Ahora vive en Seyðisfjörður, transformado por el contexto, un planeta distinto, como dice. El artista visual nos habla sobre la esencia de su nueva muestra y sus vivencias en la “tierra del fuego y el hielo”.
- Por Jimmy Peralta
- Fotos Juanjo Ivaldi
El pasado 17 de junio se habilitó en Islandia la muestra “Dejar aparecer”, del fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar, una propuesta coordinada por Auður Mikaelsdóttir que presenta un centenar de retratos de ciudadanos de Höfn, un pueblo de alrededor de 2.200 habitantes, donde el compatriota vivió un tiempo. “Dejar aparecer” es una forma de buscar pasivamente el momento artístico, tanto para permitir que este logre manifestarse, en este caso la imagen frente al observador, así como para el artista permitirse ver y captar la obra, en el caso de Juanjo, registrar con la cámara con el máximo respeto al retratado.
Ivaldi vive su segunda estadía en la isla. En 2009 fue por primera vez, para volver en 2014. Cinco años después volvió a instalarse y a revivir la conexión que le permite ese planeta que se le representa como Islandia, como paisaje y humanidad como contexto. “En el retrato, lo esencial no se fabrica: se revela”, cita el texto de convocatoria a la muestra. Juanjo habló con La Nación del Finde sobre esta iniciativa, su experiencia en Islandia, y la búsqueda ética y estética que propone él con esta colección.
–¿Cuál tu primera vinculación con Islandia antes de ir y la primera en construir al llegar allá?
–Pensar en esto me llevó directo a una memoria de una sala de fotografía con un piso de ajedrez en el “Instituto de la imagen”. Coincidentemente, la primera vez que escuché sobre Islandia fue en un curso de fotografía que tomaba en Paraguay, allá por el 2006 o 2007, no recuerdo muy bien. Alguien puso música de Sigur Rós… ese sonido… lejano, como si viniera de otro mundo. Hoy, mientras te respondo a estas preguntas, vuelvo a poner Sigur Rós y preparo un café. Mi primer vínculo real con Islandia fue por Sunna, una mujer bellísima de estas tierras, a quien siempre voy a estar profundamente agradecido por invitarme a llegar hasta acá. Con ella tuvimos una relación de jóvenes curiosos en esos años, y un día me dijo: “¿Por qué no nos vamos a Islandia?” Yo le dije “¡Jaha!”. Y bueno, fue así como Islandia pasó de ser ecos sonoros (primero conocí su música), después solo imaginación, a convertirse en un hogar.
Llegar desde Paraguay en 2009, con 25 años, fue como aterrizar en otro planeta, Islandia es otro planeta. Recuerdo un paisaje más negro que verde: extensiones de lava, montañas, cielos inmensos, inmensidad más inmensidad, bum, un aura boreal, 24 horas de día, 24 horas de noche y silencios. Hermosos silencios. No era el Islandia “turístico” de hoy, era un país más reservado, lleno de barrios y a la vez más salvaje. Esa naturaleza en todas sus formas, honesta, me atrapó de una forma que nunca imaginé. Creo que, en ese primer invierno, mientras la nieve caía sobre un planeta que apenas empezaba a conocer, supe que algo en mí también estaba cambiando. Para siempre.
–¿Cómo definirías al retrato, y cómo lo diferenciarías de otras formas fotográficas?
–Para mí, el retrato es una forma de crear un espacio con el otro. No es una imposición de la mirada, del “yo fotógrafo” quiero que vos persona hagas esto para que el “yo fotógrafo” sobresalga. En mi experiencia, un retrato ocurre cuando el otro puede emerger, cuando no se lo interrumpe ni se lo fuerza a ser algo. En este sentido, lo diferencio de otras formas fotográficas que a veces buscan captar lo espectacular, lo inmediato o lo evidente. El retrato, en cambio, es más lento. El retrato es espera. Uno se queda esperando un gesto, una pausa, un silencio donde algo del otro se revele. Es como transitar el mundo analógico de la fotografía. Suele haber un segundo donde la persona decide darte algo, o a veces se le escapa, porque siempre está ahí. En mi búsqueda del retrato, no trato de fabricar una imagen, sino dejar que algo que ya está, como la dignidad, una verdad, incluso una herida, se asome, de formas diferentes. Y cuando hay escucha, cuando hay tiempo, ahí entre dos personas, esa imagen puede convertirse en un espejo donde alguien se reconozca con una dignidad que quizás había olvidado. Por eso, para mí, retratar es también un acto de respeto.
EL TRAYECTO
–¿Cuándo empezó a tener forma de muestra esta colección de fotos?
–Esta última exhibición de retratos tiene sus raíces en una experiencia previa del año 2023, cuando trabajé junto a Greta Clough en una región del norte de Islandia. Allí realizamos una serie de entrevistas y retratos que culminaron en la muestra Fl(j)óð, una exposición fotográfica centrada en mujeres de origen extranjero que vivían en Húnaþing Vestra. Compartimos las historias de 33 mujeres de la comunidad, celebrando sus raíces y abriendo espacios de reflexión sobre el lugar que ocupan las mujeres inmigrantes dentro de la sociedad islandesa. Este proyecto fue muy bien recibido y tuvo buena cobertura mediática en el país. Inspirada en esa experiencia, Auður Mikkelsdóttir se puso en contacto conmigo con la idea de hacer algo similar en Höfn, una localidad del sureste a donde llegamos juntos con Tess Rivarola en 2019 y donde vivimos por más de un año. Esta vez, el enfoque estuvo puesto en las y los habitantes de la comunidad. Así comenzó esta nueva etapa.
Durante tres meses hice lo que más me gusta en la vida; manejar en ruta islandesa, escuchar música y fotografiar. Viajé desde Seydisfjördur (un pequeño fiordo del este donde vivimos desde el 2020) a Höfn todos los fines de semana, unos 150 km, atravesando dos rutas de montaña que alcanzan los 600 metros de altitud y no pocas veces están cubiertas de niebla. Conocí y fotografié a 114 personas. En cada encuentro conocí algo nuevo de esta cultura. Tomé café como nunca antes en mi vida. Acá cada vez que llegas a una casa no importa la hora que sea te invitan café. Cada persona me mostró algo nuevo de la forma de ver la vida que tienen los islandeses. Y así fue tomando forma la muestra: como un retrato colectivo que busca reflejar la diversidad del pensamiento, la memoria compartida y lo cotidiano de quienes habitan este rincón del sureste islandés.
–¿Qué sensaciones o intenciones conectan o vinculan entre sí a las fotos de esta muestra?
–Una serie de fotografías puede narrar una historia, pero en esta muestra de retratos el hilo no es argumental. No hay un relato lineal, sino una atmósfera que se construye desde la escucha. Para cada retrato, lo único que pedía era que la persona eligiera el lugar donde quería ser fotografiada. Algunos escogieron sus casas; otros, los caminos donde pasean con sus perros. Algunos volvían a las granjas de sus abuelos, a los establos donde cuidan caballos, ovejas o gallinas. Esas elecciones no fueron casuales: en esta serie de retratos el paisaje no es fondo, es parte del cuerpo. Creo también que lo que une estas imágenes es una intención compartida porque para ser retratado hay que querer ser visto.
En muchos de estos retratos se puede leer el arraigo profundo que cada islandés tiene con su tierra. Para muchos, decir “soy de tal lugar” es un acto de orgullo. Y no es solo una frase: es literal. Algunos nunca salieron de su pueblo Son de ahí, y lo son a mucha honra. Cada persona retratada iba trayendo una nueva perspectiva; su forma de pensar. Y, sin embargo, algo se repetía, remitiendo a algo ya escuchado antes, al otro lado de la isla. Y así se fue tejiendo más o menos, una sensación de intimidad, de presencia, de pertenencia. Quizás lo que une estas imágenes no sea lo que se ve, sino lo que se intuye: una vibración, una confianza, una forma de mirar que no busca transformar, curiosea. Lo que deseo es que cada retrato sea una puerta entreabierta entre la presencia y el misterio.
OBSERVACIÓN Y ESPERA
–¿Cómo llegás vos a la idea de “dejar aparecer” y qué pensás que te aporta como fotógrafo en el contexto donde te manejás?
–El concepto de “dejar aparecer” lo tomo prestado de Humberto Maturana, biólogo chileno, quien plantea que amar es permitir que el otro sea, sin forzarlo a cumplir con nuestras expectativas. Me quedó resonando, y con el tiempo entendí que eso también era lo que yo buscaba al retratar. Coincide con mi manera de aproximarme al retrato, no desde la dirección ni la construcción, sino desde la observación y la espera. Yo no me siento tanto un fotógrafo que “arma” imágenes, sino alguien que observa, que acompaña. En el contexto donde vivo, el “countryside” de Islandia, el tiempo se percibe de otra forma, las personas tienen otras formas de relacionarse. En el momento del retrato, las personas acá pueden llegar a ser muy cerradas para nosotros los “sudacas”. Pero eso es una interpretación desde una expectativa del otro. Aquí, se vuelve clave ser observador, quedarse quieto. Acompañar el silencio entre los dos, acompasar el momento. Aquí no se pueden forzar las cosas. Entonces uno, como fotógrafo, va generando el espacio, las condiciones donde la persona pueda mostrarse, si quiere, si lo siente. Puedo decir hoy que “dejar aparecer” se ha vuelto para mí una ética del mirar y del convivir.
–¿Podrías comentarnos algo de Höfn?
–Höfn es un pequeño pueblo al sureste de Islandia, rodeado de playas negras, glaciares del Parque Nacional Vatnajökull y montañas que respiran con el clima. Tiene tormentas de viento, neblinas… y unos amigos maravillosos. Llegamos allí con Tess Rivarola en mayo de 2019. Hay algo en su paisaje: el viento te habla, o la luz cambia de golpe y te muestra otras formas. A primera vista puede parecer un lugar aislado, pero después de esta experiencia fotográfica me di cuenta de que tiene una vida comunitaria generosa. Vivimos un año con Tess en las afueras de Höfn, Hólmur, en una casa amarilla, con el glaciar como jardín. Después de esa experiencia armamos una exhibición en conjunto: con poesías de Tess y fotografías mías, que se llamó “Mirada extraviada”. Tess tiene mucho que ver con mi desarrollo como artista. Me empujó a buscar más profundidad, a ir más allá. Exige como loca, y eso sirve muchísimo.
–¿Cómo es tu vida allá?
–Ahora vivimos en Seyðisfjörður, en el este de Islandia, a 661 kilómetros de la capital. Mi vida hoy es bastante tranquila, ya no farreo tanto, también intensa en otros aspectos. En el día a día cocino, saco fotos, tomo helado, voy a nadar, chismoseo con la gente, me plagueo… y otras cosas que no te voy a contar porque seguro que mi vieja va a leer esto. Siento que, en lugares como estos, donde el tiempo se mueve más lento, uno puede escuchar mejor. Mirar las cosas en sus diferentes formas y estados.
Escuchar a los demás, y también a uno mismo. La naturaleza no es solo un complemento o una foto para Instagram: es un personaje más que convive entre nosotros, con el que uno dialoga todos los días. Te guste o no. Reykjavik, Höfn, Seyðisfjörður… Islandia me ha dado algo valioso: la posibilidad de mirar con más atención, de reinventarme, de sanar, de perdonar, de crecer de muchas formas. De vincularme con la gente de otra cultura, desde las diferencias y el respeto. Y de construir un ritmo de vida más acorde con lo que necesito en este momento.
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Valencia destaca el ñai’upo como una marca “femenina y mágica”
El Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM), de Valencia (España), lleva a la Sala Jerónima Galés la exposición ‘Mujeres ceramistas del Paraguay’, un conjunto de piezas escultóricas pertenecientes a la disciplina de cerámica popular contemporánea de Paraguay, que se caracteriza por no emplear el torno. Se trata de una selección de obras creadas por las artistas Julia Isídrez, Ediltrudis Noguera y Carolina Noguera, las tres ceramistas más representativas de esta corriente en la actualidad.
La muestra, que podrá visitarse de manera gratuita hasta el próximo 5 de octubre, recopila una serie de creaciones con la marca singular de sus autoras, lo que les dota “de una magia muy particular”, exponen desde el museo valenciano. A diferencia de la cerámica jesuítica o de la producida con torno, en estas comunidades el ñai’upo --el quehacer cerámico-- es femenino, doméstico y comunitario. La técnica de la cerámica popular de Paraguay ha sobrevivido durante siglos mediante la transmisión de madres a hijas.
El modelado por colombín, el uso del engobe natural y el ahumado son parte de una gramática heredada que cada artista resignifica a su modo. Julia Isídrez es natural de Itá, y las hermanas Noguera nacieron en Tobatí. En estas dos localidades paraguayas la cerámica constituye una de las expresiones más potentes de la cultura popular del país. Es un arte que nació de la fusión entre la cerámica indígena guaraní y la alfarería colonial introducida por los españoles en el siglo XVI. De ese mestizaje forzado y persistente surgió una práctica que, sin perder su raíz ancestral, ha sabido reinventarse una y otra vez.
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“La Diputació de València y el MuVIM siempre han estado comprometidos con la creción femenina. Además, con esta exposición el museo refuerza su apuesta por mirar más allá de nuestras fronteras, en este caso a nuestros hermanos iberoamercianos, con los cuales nos unen muchos lazos culturales y sentimentales”, ha destacado el diputado de Cultura de la Diputación, Paco Teruel.
La comisaria de la exposición, Adriana Almada, ha subrayado también los vínculos artísticos que unen a Valencia con Paraguay, y ha resaltado la calidad de las piezas expuestas. “Son las tres ceramistas más importantes que tenemos en Paraguay. Estas obras trascienden la artesanía, la creación funcional y utilitaria, para convertirse en puro arte popular. De hecho, Julia Isídrez ha podido exponer en la última Bienal de Arte de Venecia, siendo la primera persona de Paraguay en conseguirlo”, ha manifestado Almada.
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Proyección internacional
Ceramista y escultora, Julia Isídrez es una de las artistas paraguayas con mayor proyección internacional. Formada desde los 17 años junto con su madre, la reconocida ceramista Juana Marta Rodas (1925-2013), ha transformado la tradición alfarera guaraní en una forma personalísima de escultura contemporánea.
A través del modelado manual y con la técnica del churro (sin torno), Isídrez crea vasijas y urnas figurativas que se convierten en cuerpos animados: piezas con cabezas, patas o colas, inspiradas en animales del entorno local como el oso hormiguero o en formas fantásticas que parecen surgir del barro mismo. Ha participado en la última Bienal de Arte de Venecia.
Heredera de un linaje alfarero de la Compañía 21 de Julio en Tobatí, Ediltrudis Noguera es una de las figuras más reconocidas en la cerámica contemporánea de Paraguay. Aprendió el oficio desde niña junto con su madre, Mercedes Areco de Noguera, y su hermana Carolina, y desarrolló un estilo que conjuga técnica ancestral y escultura visionaria.
Sus obras de gran formato --animales fantásticos, figuras humanas-- son creadas sin torno, a partir del modelado directo con churros y herramientas caseras. Trabaja sentada en cuclillas, moldeando con las manos piezas que crecen como cuerpos vivos. Su cerámica se caracteriza por sus texturas rústicas y su fuerza expresiva.
Por último, Carolina Noguera, que también es ceramista de la Compañía 21 de Julio en Tobatí, inició su camino en la alfarería desde niña, acompañando a su madre en la preparación del barro y el pulido de cántaros. Hija de Mercedes Areco de Noguera y hermana de Ediltrudis, ha forjado una identidad propia en el universo de la cerámica paraguaya con sus inconfundibles*ángeles de barro negro.
Estas figuras, ahumadas con hojas al horno para lograr su característico color oscuro, encarnan una sensibilidad íntima y espiritual. En ellas, el barro se convierte en refugio, medio de expresión y modo de vida. Carolina ha transmitido su saber a sus hijas y colabora activamente con asociaciones locales de artesanas.
Fuente: Europa Press.
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Japón: “Peña cambió completamente el nivel de visibilidad”, destaca empresaria
“Fue una experiencia espectacular. Lo que vivimos en Japón fue una mezcla de emoción, trabajo duro y orgullo nacional”, expresó Mika Nishijima, empresaria, comunicadora y conductora del programa gastronómico “Moyashi”, que acompañó la delegación paraguaya durante la celebración del Día Nacional de Paraguay en la Expo 2025 en Osaka (Japón), evento que coincidió con la visita del presidente Santiago Peña.
“Que esté el presidente cambió completamente el nivel de visibilidad. La gente preguntaba: ¿Dónde está Paraguay? ¿Qué hace aquí? Generó un interés real”, afirmó la ingeniera comercial paraguaya y de ascendencia japonesa, además técnica en gastronomía, graduada con un título del ministerio de Agricultura y Piscicultura de Japón, en una entrevista con el programa “Tribuna”, emitido por Paraguay TV.
“Paraguay está abriendo sus puertas al mundo y tenemos que aprovechar esta oportunidad. Nos queda mucho por hacer, pero vamos por buen camino”, puntualizó Nishijima, al remarcar que la diplomacia presidencial que lidera Peña fue clave para abrir puertas al país que normalmente son inaccesibles.
La delegación superó todas las expectativas. Lo que comenzó como una intención de llevar a 20 empresarios paraguayos, terminó con la participación de 64. “Llevar a tanta gente al otro lado del mundo no es fácil. Son más de 37 horas de viaje, agendas complicadas, pero lo logramos gracias al apoyo de agencias de turismo y la Cámara Japonesa de Comercio e Industria”, explicó. Las visitas incluyeron empresas de rubros tan diversos como tecnología informática, insumos hospitalarios, producción de alimentos e innovación eléctrica.
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Además del intercambio empresarial, uno de los aspectos más memorables de la misión fue el impacto cultural. En Tokio, Nishijima organizó una clase magistral de cocina paraguaya que terminó desbordando la capacidad del espacio asignado. “Fue una locura. El vorivori fue furor total. Incluso más que las empanadas y guisos. Les encantó la sopa paraguaya, y la reacción de los japoneses al probarla fue increíble. Les parecía familiar pero diferente, y eso los entusiasmó mucho”, relató.
Para adaptarse a los ingredientes disponibles en Japón, Mika recurrió a versiones creativas de las recetas tradicionales. Usó harina de arroz y de trigo en lugar de la de maíz, y reemplazó el queso paraguayo por ricota y mozzarella. «La clave es conservar el espíritu del plato. Ellos valoran mucho la suavidad, los sabores sutiles, y eso coincide con varios de nuestros sabores tradicionales», explicó. También presentó una versión del guiso de arroz paraguayo usando arroz japonés, mucho más glutinoso que el nuestro, pero igualmente adaptable.
El evento fue organizado en colaboración con un instituto de gastronomía japonesa, cuyos miembros conocieron a Nishijima durante una visita anterior gracias a una beca. Esa conexión sembró la semilla de lo que sería una clase que, según los asistentes, despertó el interés por la cocina paraguaya como nunca antes. La receta fue entregada a la Embajada de Paraguay en Japón para que puedan replicar la experiencia en más ocasiones.
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Sin visa para Japón
En la entrevista con Tribuna, Mika celebró también la eliminación del requisito de visa turística para paraguayos que viajen a Japón, medida recientemente anunciada tras gestiones diplomáticas bilaterales. “Es una gran noticia. Como paraguaya de pura cepa, con pasaporte nacional, esto me llena de orgullo. Japón nos está viendo como un socio estratégico y eso significa una apertura enorme para estudiantes, investigadores, empresarios y turistas”, comentó.
La empresaria insistió en que este logro no debe verse como un hecho aislado, sino como el inicio de una nueva etapa en la relación bilateral. “Paraguay tiene mucho para ofrecer, pero tenemos que trabajar juntos: el sector público, el privado, la cultura y la comunicación. Solo con ese esfuerzo conjunto vamos a lograr un verdadero posicionamiento internacional”, reflexionó.
Nishijima se mostró emocionada por la posibilidad de seguir compartiendo la cultura paraguaya a través de la gastronomía, un puente que —al igual que la música— une pueblos. “Muchos dicen que la música une, pero yo diría que la comida no se queda atrás. Es una forma de mostrar quiénes somos, de contar nuestras historias, y de abrir el apetito por conocernos más entre culturas”, dijo con una sonrisa. “Esto recién comienza. Paraguay está abriendo sus puertas al mundo y tenemos que aprovechar esta oportunidad. Nos queda mucho por hacer, pero vamos por buen camino”.
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Anuncian muestra y premiación del concurso Elden Tefft
El Comité Paraguay-Kansas (CPK), Kansas-Paraguay Partners (KPP) y el Centro Cultural Paraguayo Americano (CCPA) invitan al brindis de apertura de la muestra y premiación de artistas participantes del concurso de artes visuales Elden Tefft 2025, el próximo miércoles 18 de junio a las 19:00 en la Galería Agustín Barrios del CCPA, sito en avenida España n.° 352 casi Estados Unidos y Brasil, en Asunción.
La muestra quedará abierta al público hasta el viernes 20 de junio en el horario de 10:00 a 17:00. Esta iniciativa lleva el nombre de Elden Tefft en reconocimiento al aporte del escultor, escritor y profesor estadounidense, quien entre los años 1980 y 1991 propició importantes intercambios artísticos entre Kansas (Estados Unidos) y Paraguay, dejando un valioso legado en la comunidad artístico-cultural de Paraguay.
El concurso tiene como objetivo apoyar a artistas visuales emergentes en el desarrollo de su creatividad y capacidad artística, así como brindar una oportunidad de experiencia e intercambio académico y propiciar vínculos culturales y sociales entre Paraguay y los Estados Unidos de Norteamérica.
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El tema establecido como eje inspirador –en esta segunda edición- fue “El arte como voz social”, entendiendo que el arte es tanto un reflejo crítico de la realidad, así como motor de cambio social. La convocatoria se orientó a los lenguajes circunscriptos al campo de las artes visuales: de técnica libre, bidimensional (pintura, dibujo, grabado, fotografía o mixta) o tridimensional (instalaciones, intervención urbana, entre otros).
Durante la exposición el próximo miércoles 18, se dará a conocer al artista ganador del primer premio quien tendrá la oportunidad de realizar una visita académico-cultural de cuatro semanas al Estado de Kansas, USA., con costos de pasaje, alojamiento, comidas, transporte interno incluidos, por un valor estimado de USD 10.000 y viático de USD 500 para gastos personales.
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