La fiscal Andrea Ríos explicó este miércoles que se están realizando las investigaciones correspondientes sobre el incendio en un depósito de la ciudad de Villa Elisa, donde presumiblemente se almacenaba combustible de forma clandestina. El siniestro dejó dos personas heridas, una de ellas se encuentra en terapia intensiva.
“No sabría decir si funcionaba para ordeñe de combustible. Recibo la denuncia de un incendio en Villa Elisa y me constituí para recabar datos y determinar qué produjo el incendio. En el lugar encontré tambores, que presumiblemente pueden ser de combustible”, dijo la fiscal en una entrevista con el programa “Así son las cosas” de la radio Universo/Nación Media.
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Sostuvo que todavía no se sabe si los tambores contenían combustible, pero que se están realizando la pesquisa correspondiente a fin de aclarar las causas del voraz incendio en el barrio Sol de América de Villa Elisa, durante la noche del martes, donde una mujer y su padre resultaron víctimas del siniestro.
Ríos sostuvo que ella no tiene conocimiento sobre el ordeñe de combustible en el lugar, tampoco hay una denuncia de un incendio anterior. Una de las víctimas se encuentra internada en unidad de terapia intensiva en el Centro Nacional del Quemado, con pronóstico reservado.
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“La hija tiene quemaduras de segundo y tercer grado, ella se encuentra en terapia y el padre tiene también quemaduras, él se encuentra en sala normal. Tengo que determinar cómo se produjo el incendio, estuve hablando con los bomberos y se van a estar realizando pericias en el lugar para determinar qué produjo el incendio”, agregó la fiscal.
Un incendio de gran magnitud se registró en un depósito de combustible, aparentemente clandestino, ubicado en el barrio Sol de América de la ciudad de Villa Elisa, durante la noche del martes. Un total de ocho unidades de bomberos acudieron hasta el lugar para controlar el fuego.
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Fiscalía, la cachiporra de Matute
EL PODER DE LA CONCIENCA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Es imposible contar la infinidad de películas y series en los que los policías fueron los protagonistas de la pantalla. Incluso antes de que tuviera sonido el cine, el icónico Chaplin ya era perseguido por algún representante de la ley. Luego, la televisión sumó otra gran variedad de uniformados que se convirtieron en clásicos como el pelado Kojak, Starsky y Hutch, Sonny Crockett y Ricardo Tubbs o Sledge Hammer hasta los investigadores de NCIS.
Todos tenían sus características especiales, pero la verdadera imagen que de niños aprendimos a confiar y respetar fue la que proyectaba el oficial Matute, el dolor de cabeza de don Gato y su pandilla. Era el policía fiable, honesto y de buen corazón. No necesitaba de pistolas ni violencia; le bastaba su cachiporra, que solo era un implemento decorativo. No servía más que para dar vueltas en su muñeca.
Matute enseñó a toda una generación que los ciudadanos podían recurrir a los policías cuando tuvieran problemas. Pero esa idea poco a poco comenzó a ser relegada al subconsciente cuando el mundo demostró que la realidad era muy distinta. La imagen romántica se marchitó con denuncias de corrupción, bien expuestos en programas como Los Intocables, de Elliot Ness, donde todos los uniformados cobraban de la nómina clandestina del hampa.
Dudar de una institución como la de la Policía desequilibra todos los cimientos de una sociedad, pero más grave es cuando esa duda se convierte en traición que no proviene de simples y codiciosos policías, sino de personajes que recibieron la confianza y el voto a través de las urnas.
Así como la imagen de un Matute es la de un policía que ofrece protección y justicia, la ilusión que tiene una nación de un presidente es que trabaje para que ese pueblo tenga una vida más fácil y digna, pero cada vez saltan más ejemplos de que el cargo solo es excusa para hartarse del dinero ajeno.
Hace apenas unos días, fuimos testigos de que la Justicia puede tardar. Un hombre al que todos creían íntegro y que incluso daba charlas sobre democracia, Álvaro Uribe, fue hallado culpable de dos delitos graves: fraude procesal y soborno en actuación penal, por lo que fue condenado a 12 años de prisión y una multa considerable. Y aunque su defensa tiene la posibilidad de apelar el fallo de la jueza Sandra Heredia, Uribe no es al único al que los colegas de Matute lograron atrapar.
Un mes antes, en junio, la Corte Suprema de Argentina confirmó la condena de 6 años de cárcel y la inhabilitación de por vida de ocupar cargos públicos para Cristina Kirchner. Antes que ella, Carlos Saúl Menem también fue condenado por venta ilegal de armas a Croacia y a Ecuador y también por pago de sobresueldos a funcionarios.
En Brasil, por Lava Jato Lula da Silva también fue preso 580 días en una cárcel de Curitiba hasta que el Supremo Tribunal Federal revocó la condena. En Ecuador, el expresidente Rafael Correa fue condenado a 8 años e inhabilitado por 25 años de cargos políticos. No cumple la sentencia porque obtuvo asilo en Bélgica. En Perú, otro exmandatario como Alberto Fujimori también fue declarado culpable y pasó varios años en la cárcel.
Hace poco más de una semana a Paraguay llegó una publicación acerca de una investigación de un periodista argentino que exponía que el expresidente Mario Abdo tendría dos cuentas secretas en Seychelles con nada menos que 21 millones de dólares.
A diferencia de los otros países, en los que los ciudadanos exigieron que sus exmandatarios paguen por sus actos ilícitos, acá toda la oposición en lugar de ser la voz de los oprimidos asumió un silencio cómplice al igual que dos grandes medios de comunicación, que hace tiempo perdieron la vergüenza.
Esa publicación argentina hizo que el Parlamento paraguayo instara a que se investiguen las presuntas cuentas de Abdo Benítez y que incluso lleguen al Departamento del Tesoro de EE. UU.; sin embargo, el Ministerio Público de Paraguay hace años que tiene elementos para investigar, pero no presenta ningún resultado convincente. Como la cachiporra de Matute, solo da vueltas como un implemento decorativo.
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Ministerio Público habilita parcialmente su nuevo edificio en Encarnación
Con el objetivo de fortalecer la infraestructura institucional en el sur del país, el fiscal general del Estado, Dr. Emiliano Rolón Fernández, encabezó este jueves el acto de habilitación parcial del nuevo edificio del Ministerio Público en la ciudad de Encarnación.
El evento contó con la presencia de autoridades del sistema judicial y de entes del Estado, entre ellos, las fiscales adjuntas Fabiola Molas (Área V) y Matilde Moreno, el secretario general de la Entidad Binacional Yacyretá, Dr. Mario Cáceres, y el vicepresidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, Gustavo Miranda. También participaron agentes fiscales, directores y funcionarios del área.
La sede, ubicada en el barrio La Paz, marca un paso importante en el proceso de descentralización y modernización de la justicia en Paraguay. En esta primera etapa se habilitaron el área de denuncias, el departamento de Psicología Forense, la sala de reuniones y la Fiscalía Adjunta.
“Estamos iniciando el uso gradual del edificio, que cuenta con 11 pisos. En esta fase inicial priorizamos los espacios esenciales para la atención ciudadana y la gestión interna”, explicó el fiscal general Rolón Fernández, quien también anunció que para el año 2026 se prevé el funcionamiento completo del edificio.
Durante su intervención, el titular del Ministerio Público adelantó que en los próximos meses continuarán las obras de adecuación, incluyendo la incorporación de un Laboratorio Forense con tecnología de última generación.
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“La construcción del nuevo edificio representa una inversión significativa en infraestructura pública, orientada al fortalecimiento institucional del Ministerio Público en el sur del país”, destacó Rolón. Asimismo, recalcó que la nueva sede permitirá mejorar el acceso a la justicia, optimizar trámites, reforzar investigaciones y ofrecer una atención más eficiente a la ciudadanía.
Una vez culminado, el complejo se convertirá en una de las instalaciones más modernas del Ministerio Público a nivel nacional, contribuyendo directamente al fortalecimiento del sistema judicial y al bienestar de la población.
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El policía de la foto del Ycuá Bolaños: “Lo recuerdo como si hubiera sido ayer”
Ciudad del Este. Agencia Regional.
A 21 años de la tragedia del Ycua Bolaños, la imagen de un policía con un niño en brazos, a quien rescataba, trataba de auxiliar, sigue impactando como un eco de aquella dolorosa mañana. El uniformado, uno de los protagonistas de esta histórica foto, aún recuerda el hecho como si hubiera ocurrido ayer. Y es que en el incendio de ese supermercado fallecieron cerca de 400 personas.
La Nación/Nación Media habló con el comisario principal Juan Duarte Ferreira, quien es el policía que hizo una técnica de primeros auxilios para una ventilación artificial al niño que llevaba en sus brazos.
Hoy, el uniformado es padre de dos hijos, un hombre de 26 años y una niña de 7. Cumple funciones en la Comisaría 11 de Juan E. O´Leary como jefe policial y, en tal sentido, de nuevo se encuentra cuidando a niños en esta mañana del 1 de agosto, al hacer la cobertura de la Escuela Las Residentas, del citado municipio.
Periódicamente, desde su función en una aparente tranquila ciudad del interior del país, el comisario Duarte Ferreira lidia con víctimas de asaltos, robos, violencia familiar, desapariciones, homicidios, accidentados, en índices mucho menores que las zonas de gran movimiento, pero asegura que, especialmente, cada 1 de agosto, la memoria le hace volver a aquel primer domingo de agosto del 2004.
“Lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer, cada gesto, cada acto, cada situación que nos tocó aquella mañana y en siguientes jornadas; no se debe olvidar para que no vuelva a ocurrir”, expresó el comisario Duarte. Remarcó que fue “lamentable ver tantas muertes en época de paz”.
Asimismo, dijo que la imagen divulgada de su intervención en el hecho le valió que hasta un tiempo después, existieran personas que lo reconocían en el transporte público, y, por ejemplo, le agradecían por haber salvado a un familiar. Dijo que fue un policía en servicio, así como otros cientos de uniformados, bomberos voluntarios y un sin fin de personas que ayudaron.
Ayudar niños, parte de su oficio
El oficial recorrió varias unidades policiales a lo largo de estos 21 años hasta quedar en Alto Paraná. Después del siniestro, cumplió funciones en Accidentología Vial del Departamento de Criminología, donde le tocó intervenir en muchos accidentes.
“Estuve de nuevo en muchas situaciones terribles, especialmente cuando encontré a niños como víctimas de esas tragedias en rutas, pero sabemos que eso corresponde a nuestra función”, sostuvo el comisario Duarte.
El oficial de policía no fue solo el agente que ayudó en el incendio, sino familiar de una víctima y, en tal sentido, refiere que conoce muy bien la lucha encausada en busca de Justicia y reparación. Un sobrino de 20 años, Nelson Damián Duarte, trabajaba en el supermercado y fue una de las víctimas.
“Una larga lucha, juicios interminables, muchas familias sin asistencia, es lo que nos dejó también ese día tan triste; mucha fuerza a los que no fueron atendidos como corresponde”, dijo el policía.
¿A quién rescató?
Inicialmente, se creyó que el niño salvado por el policía y retratado en la emblemática foto del reportero Sebastián Cáceres, para el Diario Noticias (extinto), se trató de Enzo Bobadilla.
Sin embargo, cabe recordar que hasta hace unos años, Verónica Bécker, madre de una niña, aclaraba que fue su hija, Annete Nicole Gaus Bécker, de cuatro meses, la que está en la emblemática imagen y lamentó que se haya cometido ese error, tratándose de la identidad de una hija que perdió.
El policía Juan Duarte informó que mantuvo contactos con la familia del citado niño hasta que llegó a la edad de 7 u 8 años, aproximadamente. Luego, él se trasladó a otras zonas del país a cumplir funciones y dejó de tener vinculación con dicha familia, aunque había estado acompañando el crecimiento del niño.
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Ycuá Bolaños: una tragedia que se vive, se recuerda y se lucha por sanar
Cada 1 de agosto el pueblo paraguayo recuerda uno de los días más terribles y luctuosos de su historia: el incendio del supermercado Ycuá Bolaños. Aquel domingo soleado del 2004 se vio teñido por el fuego, las cenizas y las lágrimas de casi 400 paraguayos fallecidos. Han pasado 21 años, pero la herida sigue sangrando, sigue doliendo.
El sol quedó cubierto por el negro humo que cubrió la ciudad, que se volvió gris y doliente por el terrible suceso que marcó para siempre al barrio Trinidad, donde en cada cuadra había al menos una víctima.
Las llamas habrían iniciado cerca del mediodía en la cocina del patio de comidas del super, el cual, debido al día y el horario, estaba lleno de familias que estaban compartiendo en el lugar o iban a retirar el almuerzo para compartirlo en sus casas.
Los múltiples testimonios refieren que segundos después de escucharse una explosión, el sitio estaba rodeado de llamas, las cuales se extendieron de manera voraz, generando pánico, miedo y un descontrol entre todos los que estaban en el lugar y que, al intentar huir del sitio, se encontraron con los portones y las salidas de emergencias cerradas, quedando atrapados en el infierno que, tras 21 años, permanece en la memoria de todo un pueblo.
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La historia de cientos de sobrevivientes ha sido contada año tras año, con la esperanza de que aquella tragedia nunca sea olvidada. Rocío Melgarejo es una madre que casi pierde a su hija aquel domingo. Ese día la siguió por años, ya que su hija no solo sobrevivió milagrosamente, sino que debió luchar por recuperarse y sanar.
“Mi hija Luna tenía 4 añitos apenas, pero ella cada domingo iba a la iglesia con mi hermano Nelson y su novia María Luisa. Ese domingo no fue la excepción, pero al salir del encuentro fueron hasta el super para almorzar; ellos estaban en el estacionamiento cuando el fuego los atrapó”, relató Rocío a La Nación/Nación Media.
Continúo recordando que, en medio de la densa humareda y las llamas que tomaban el lugar, casi por un milagro un pastor amigo de la familia apareció para ayudar a su hermano a rescatar a la pequeña Luna y su cuñada María Luisa, quienes lograron salir de las llamas al igual que su hermano Nelson, pero con graves secuelas.
“Ese día yo no entendía lo que pasaba, porque a mi hermano lo derivaron a un hospital, a mi cuñada a otro y a Luna al IPS; ahí me dijeron que estaban y fui a buscarla, desesperada. Cuando llegó una de las doctoras, me mostró unos aritos, muy peculiares, cuadraditos; eran los de Luna”, comentó Rocío.
Destacó que en los minutos posteriores a la tragedia, y en medio de la búsqueda y el hallazgo de su hija, no podía dimensionar todo lo que había pasado, pero al llegar a ver a su hija, quedó completamente paralizada, ya que si bien no podía creer el estado en el que se encontraba, sabía que era su retoña.
“Yo entré a la habitación y vi a Luna, estaba en una camilla, y tenía toda la cara colorada, hinchada, con respiradores y soporte médico; no podía creer que era mi hija. Miré sus piecitos, me detuve a mirar sus pies y sabía que era ella, me convencí de que era ella. Ella sufrió un paro respiratorio, estaba muerta al momento en que la rescataron; después volvió a la vida, pero no se sabía cuánto tiempo estuvo sin respirar”, indicó Rocío.
Entre las explicaciones médicas sobre el estado de Luna, surgían posibilidades terribles, como el hecho de que su capacidad del habla y desarrollo se hayan visto comprometidas debido a la falta de oxígeno sufrida, eso sin contar las quemaduras que habían sufrido.
“Luna sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en un 20 % de su cuerpo, pero si bien esa cifra suena poco, ella era muy pequeña y esto hacía que la situación fuera muy grave según los médicos, y que la agravante era la zona de las quemaduras, ya que le afectaba la cara, parte de la cabeza, el cuello y las manos; además, pasamos por infecciones y otras dificultades”, explicó la madre de Luna.
Una vez fuera de terapia intensiva y con la capacidad de ser trasladada, la pequeña Luna inició su camino en una nueva vida, una vida donde debía aprender a lidiar con el dolor de las heridas, los tratamientos por quemaduras y los cuidados para la cicatrización.
La búsqueda de la recuperación total de Luna la llevó hasta Chile, hasta la Caoniquem, que es una corporación que se dedica a la rehabilitación de niños, niñas y adolescentes con quemaduras y otras cicatrices, donde por meses recibió atención médica especializada; debió quedar internada e inclusive permanecer en un albergue junto a su madre.
Rocío recuerda con resiliencia y fortaleza los procesos médicos a los que debió acompañar a Luna, incluyendo las cirugías de injerto y los procesos de confección de sus ropas compresivas que debía utilizar la pequeña para garantizar una rápida y buena recuperación.
“Ella usaba su máscara y ropas de compresión todo el tiempo, siempre; no se las sacaba porque se quería curar. Los primeros años de la escuela las usaba ahí y, si bien nunca me contó que haya pasado mal, sé como mamá y mujer que en algún momento se sentía incómoda por la forma en que nos miraban o hablaban, pero todo lo fuimos superando”, destacó Rocío.
Con una larga lucha, y algunas marcas tanto en la piel como en la memoria, hoy Luna tiene 25 años, trabaja, estudia y se destaca como una persona sumamente afín al arte, ya que baila, canta y pinta, logrando expresarse completamente a través de estas plataformas que la apasionan.
Hoy Rocío relata como un milagro que su hija y su hermano hayan sobrevivido, y recuerda con amor y cariño a su cuñada María Luisa, quien debido a la inhalación de humo y el paro que sufrió no logró sobrevivir. Hoy, a pesar de 21 años de perspectiva, Rocío nunca olvida aquel domingo que marcó la vida de su familia.
Esta madre es el fiel ejemplo de miles de familiares que perdieron a alguien aquel trágico 1 de agosto, pero que también lograron abrazar a un ser querido que fue arrebatado de las llamas aquella mañana, una madre que comprende que el milagro puede nacer en medio de una tragedia y que no existe nada que el tiempo, el amor y la dedicación no curen.
El 1 de agosto del 2004, el incendio del supermercado Ykua Bolaños se cobró la vida de 364 personas y resultaron con heridas graves más de 200, hombres y mujeres. Las familias de todos ellos nunca olvidarán la pérdida, el miedo y la injusticia vivida aquel día, en especial porque si las puertas no hubieran sido cerradas, quizá aún podrían abrazar a quienes aman.