Mariano Mercado. Vaticano. Enviado especial de La Nación/Nación Media

Un pastor humilde dispuesto a servir, especialmente a los más pobres. Esta es la imagen que proyecta el cardenal paraguayo Adalberto Martínez Flores, quien amablemente nos concedió una entrevista ayer domingo, a las 17 horas, tras celebrar su primera misa como miembro del Colegio Cardenalicio.

Nos recibió puntualmente y con buen ánimo, como siempre. Antes de iniciar, preguntó cuánto tiempo durará la entrevista y tras responderle que solamente serían un par de preguntas, ya que habiendo viajado desde tan lejos no podíamos volver sin tener una charla exclusiva con él, sonrío y nos ofreció un café.

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Luego pasamos a una sala del hogar sacerdotal donde se hospeda. Está adornada con la imagen de San Juan Pablo II, quien lo eligió para consagrarse obispo auxiliar de Asunción. Allí, ya en plena conversación, en la que siempre se mantuvo tranquilo y sereno, nos insistió en que “la discordia no debe tener lugar en nuestro país”.

“En nuestra historia ya tuvimos luchas fratricidas y se deben evitar. Debemos buscar un país donde cada ciudadano se sienta pleno, donde podamos decir en el rancho reina la paz, abrazados como hermanos, es más lindo el Paraguay”, subrayó.

¿Cómo está viviendo estos momentos de tanta emoción y de relevancia para la Iglesia y de manera especial en Paraguay?

Para hacer un poco de memoria, el 29 de mayo el papa anuncia que me ha nombrado cardenal de la Iglesia Católica, fue una gran sorpresa para todos, también lo fue para mí. La ceremonia de estos días fue un momento muy emotivo, con la presencia de todos los cardenales. Fue una experiencia única ir caminando a la Basílica, ver tantos paraguayos con sus banderas, tocó mi corazón. Sinceramente, me emocioné mucho. El nombramiento ha impactado en el pueblo. Se esperó mucho tiempo la creación de un cardenal para nuestro país.

Para mí, estar junto al Santo Padre era realmente estar con un padre, ya en el 2015 cuando visitó Paraguay, una multitud se acercó a verlo, porque sentía en él un verdadero pastor que cuida su rebaño. Francisco tiene un afecto muy grande a nuestro país y confirma que el nombramiento de un cardenal es un homenaje a la fe del pueblo paraguayo.

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¿Qué podemos esperar de este Consistorio?

Lo que se espera de este Consistorio es que sea un espacio de escucha y análisis. Estaremos tratando el documento de la reforma de la Curia Romana, que es una carta muy importante para la nueva curia, eso nos pide el Santo Padre, tiene que ver con la Sinodalidad, caminar juntos y vamos a profundizar sobre este documento.

Insiste mucho el Santo Padre que la primera reforma que debemos pedir es la reforma del corazón. Adherirnos a Jesús de corazón. En ese sentido, estamos llamados a vivir en comunión.

Mi lema episcopal justamente tiene que ver con eso: Sean uno como el Padre y Yo somos uno. Debemos trabajar por la concordia. Debe reflejarse en los cristianos el espíritu de comunión. Por lo tanto, necesitamos reformar el corazón para un mayor acercamiento entre los consagrados, especialmente los cardenales.

Estos días serán intensos. Este documento debe ser como la brújula para nosotros. Los tiempos cambian y debemos ver qué necesitamos cambiar. Más que la estructura, es comenzar a valorarnos, escucharnos, así como el Pontificado del papa Francisco.

¿Qué le puede aportar cardenal Adalberto Martínez a la Iglesia y en especial al papa Francisco en este nuevo rol?

Si bien aún no tengo una tarea específica, probablemente la reciba en estos días. Mi labor básicamente es colaborar con el magisterio del papa. Como arzobispo de Asunción ya tengo bastante trabajo pastoral, estoy hace 6 meses tratando de mejorar algunos aspectos para que la evangelización sea eficaz y los católicos se identifiquen con su Iglesia, especialmente, buscando en este año del laicado un protagonismo de ellos.

Me gusta hablar con los sacerdotes, especialmente sobre algunas reformas en la estructura que estamos revisando. Pero estoy a disposición del Santo Padre, siempre estaré con el corazón abierto para lo que necesite.

La Iglesia tiene mucho trabajo en la lucha contra la corrupción, ¿por dónde empezamos?

Generalmente, con los obispos solemos manifestar nuestra preocupación sobre este punto que, sin dudas, es el gran desafío, no solo para la Iglesia, sino toda la sociedad. Especialmente, incentivamos a los laicos que sean sal y luz sobre todo en la función pública.

El mismo Santo Padre nos dijo en su visita a Paraguay que la corrupción es como una gangrena y que puede hacer metástasis y contaminar todo el cuerpo. ¿Cómo hacemos para luchar, porque a veces encontramos corruptos que son católicos? Y seguiremos apostando a hacer el llamado de llevar una vida honesta, con coherencia y eso implica mucho compromiso. Debemos ir pensando en soluciones marcadas por la transparencia.

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¿Piensa replicar en la Arquidiócesis de Asunción la coordinadora multisectorial que llevó adelante en San Pedro?

Estamos iniciando un trabajo conjunto con los intendentes que corresponden a la jurisdicción de la Arquidiócesis, así también con algunos ministerios, como Salud Pública y Educación. Vemos la necesidad de identificar los problemas comunes y buscar las soluciones en conjunto, de lo contrario serán solo esfuerzos aislados sin muchos resultados.

Es similar a la multisectorial, sería bueno hacerlo a nivel país usando la temática de la Sinodalidad, escuchando, buscando soluciones a las distintas problemáticas, como el de la tierra, la pobreza creciente en los alrededores de las grandes ciudades, como Asunción.

¿Cómo podemos combatir la pobreza?

Hay mucho por hacer. Estábamos reflexionando con unos colaboradores que uno de los caminos es la educación de todos los ciudadanos. Que no haya un solo niño fuera de las aulas. Reitero, es uno de los caminos. La educación te da perspectivas, sin embargo la ignorancia te pone límites, barreras. Se supera la pobreza cuando hay políticas de Estado que favorezcan a los que realmente necesitan.

Se debe buscar una solución integral, que significa fuente de empleo digno, que la gente tenga un techo donde cobijarse con la familia, proveer tierra a los que no tienen y acompañarlos en su proceso de trabajar la tierra y que sean autosustentables. Necesitamos mejorar todo lo que tenga que ver con la salud de la población y que finalmente implica mejorar la calidad de vida de los compatriotas.

Vocación

¿Cómo descubre su vocación sacerdotal?

Mi vocación viene de joven, me reunía con un grupo de amigos para leer el Evangelio. Reflexionamos y buscábamos ponerlo en práctica. Como nos recuerda Jesús en el Evangelio, estuve preso y me visitaste, con hambre y me diste de comer. Tratábamos de vivir esas páginas de la Sagrada Escritura, a veces dábamos albergue a personas que vivían en el abandono en la calle.

De ese modo, ayudábamos a los pobres, no solo a gente de las calles, también visitábamos a los presos, eran experiencias que nos acercaban al mismo Jesús. Tratamos de imitar a Jesús que es el camino, la verdad y la vida. Luego migré a Estados Unidos y ahí trabajando con los migrantes sentí el llamado.

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¿Qué significa el cardenal Sean O´malley en ese descubrimiento vocacional?

Cuando me tocó migrar a Estados Unidos tuve contacto con muchos compatriotas de distintos lugares. El desarraigo no es fácil. Buscaba insertarme en alguna parroquia donde había misa en español, ahí encontré varios amigos. Y ahí me hablaron de un sacerdote capuchino, Sean O´malley, era un sacerdote joven, él tenía unos 28 años, conducía un programa de radio y pedía voluntarios. Y ahí me acerqué para ofrecerme como voluntario, para los trabajos que él estaba realizando en el Centro Católico Hispánico, un lugar dedicado a los migrantes.

De ahí en más se dio una relación de amistad con él, especialmente ayudando a los migrantes, guiándoles con sus documentaciones, algunos no tenían dónde dormir. En ese ámbito se dio nuestra amistad. Él es como un hermano que me regaló el Señor. Optó por la vida de pobreza siendo él de una familia con muchos recursos económicos, pero tenía la mayor riqueza, la fe, tenía a Cristo, su mayor tesoro. Eso me llamó la atención de él y me ayudó a descubrir mi vocación, a despojarme de las cosas materiales, apuntar a lo espiritual y una opción plena por Dios como lo hacía él.

Cuando fui a Roma a estudiar nunca perdimos contacto. Luego fui a la Argentina a seguir mis estudios y ahí recibo la propuesta de ir a trabajar en Islas Vírgenes, porque el padre Sean se consagró como obispo y necesitaba alguien con mi perfil que lo ayudara con la comunidad latina, mucha gente de Puerto Rico y República Dominicana. Me incardiné allí por 8 años y colaboré con la pastoral. Me acompañó en varios momentos en Paraguay, cuando fui ordenado obispo, cuando asumía alguna diócesis como San Lorenzo y San Pedro. Es una persona llena de sabiduría, muy leal con sus amigos, un verdadero pastor.

¿A quién le dirías gracias hoy por tantas emociones vividas ante este nombramiento?

En primer lugar, gracias a Dios y al pueblo paraguayo, un pueblo sumamente cristiano, que supo vivir momentos difíciles. Paraguay es una tierra que fue regada con sangre, con mártires como San Roque, en esa sangre ha germinado el cristianismo. Quiero agradecer mucho a nuestros antepasados, a nuestros abuelos que nos han legado la antorcha de la fe y para que siga el Evangelio iluminando la vida de las personas, para luchar contra la corrupción, los grandes pecados sociales, el crimen organizado, necesitamos luz ante muchas oscuridades que tenemos hoy, que van sumiéndonos en un ambiente de discordia entre paraguayos.

La discordia no debe tener lugar en nuestro país. En nuestra historia ya tuvimos luchas fratricidas, que se deben evitar. Debemos buscar un país donde cada ciudadano se sienta pleno, donde podamos decir en el rancho reina paz, abrazados como hermanos, es más lindo el Paraguay.

Gracias a aquellos que nos legaron la fe. Gracias a mis padres por darme la vida, a mis hermanos por la cercanía, a mis hermanos obispos de la CEP, por supuesto gracias al Santo Padre que ha tenido una mirada muy especial sobre el Paraguay y como me lo dijo, este nombramiento es un homenaje a nuestro país, a la fe del pueblo.

Un cardenal no hace milagros. ¿Qué le pedirías al pueblo católico de nuestro país para que te acompañe en la misión?

Es una gran verdad. En la Iglesia debemos peregrinar juntos. Nos necesitamos entre todos. La tarea principal como cardenal será trabajar en comunión, dejarme asesorar por quienes saben en temas determinados. No debemos buscar los primeros puestos y grandes cargos. Todos estamos implicados en la misión de la Iglesia y en la búsqueda del bienestar de nuestro país, en particular y que podamos decir que Cristo Reina, a quien queremos entregar nuestra vida.

El papa necesita de los cardenales, los obispos necesitan de su curia, de sus jóvenes valientes como Chiquitunga, de sus laicos que se comprometen con su autenticidad. Somos obreros en la viña del señor.

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