Por Viviana Orrego, periodista (viviana.orrego@gruponacion.com.py)

Un accidente en casa podría terminar en la quemadura de los más pequeños, debido a que por su inocencia no miden el peligro del fuego, objetos calientes o la electricidad. Hace 40 años, en San Lorenzo, una niña de apenas 2 años, corriendo y jugando en su casa, se tropezó con un brasero que contenía una pava con agua hirviendo.

Ese hecho marcó para siempre la vida de aquella niña que sufrió quemaduras de primero y segundo grado, y gran parte de su cuerpo quedó con cicatrices que aún permanecen.

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Hoy esa niña tiene ya 42 años, se llama Sandra Raquel Gómez Candia, nació en San Lorenzo de Campo Grande del departamento Central, es de profesión docente y es una campeona de la vida. Sobrevivió a un grave accidente, quedando afectada su piel en la zona del rostro, pechos, brazos, pero afortunadamente no alcanzó sus ojos porque del susto siempre los mantuvo cerrado, recuerda.

“Me quemé con agua caliente cuando tenía dos años. Según el relato de mis padres, porque yo no recuerdo, me resbalé, agarré la manija del brasero que tenía una pava con agua hirviendo, el brasero cayó a un costado y la pava se tumbó sobre mí. Me llevaron al Hospital de San Lorenzo que ahora es Calle’i y el médico que me atendió me enyesó y eso hizo que toda mi piel se pudriera”, relató Gómez Candia a La Nación.

Tras el accidente, sus padres la llevaron de inmediato al centro asistencial más cercano, que en ese entonces era el Hospital Regional de San Lorenzo, donde por falta de conocimientos para la atención a personas quemadas, el médico que la atendió procedió a enyesarla, hecho que generó la descomposición de su piel.

Sandra Raquel Gómez Candia tiene 42 años, nació en San Lorenzo de Campo Grande del departamento Central, es de profesión docente y es una campeona de la vida. Foto: Gentileza.

Estuvo 15 días con el yeso, ya dada de alta del hospital, en el día 15 ella no soportaba el dolor y su padre procedió a retirarle el yeso con unas tijeras y se encontraron con las ampollas y con la descomposición de parte de su piel. Ante tal situación, de inmediato la llevaron al Centro Nacional del Quemado, que en ese entonces se encontraba en Areguá, donde la trataron con procedimientos debidos para su condición.

“Los médicos querían llevar preso a mis padres por la situación en la que yo estaba, ya que no creían que un profesional me haya hecho eso –enyesarla con quemaduras– y creyeron que mis padres fueron quienes me enyesaron. Mis padres tuvieron que recurrir a los vecinos que vieron todo lo que pasó y dieron su testimonio, para que liberen a mis padres de esa responsabilidad y seguí un largo tratamiento allí”, recordó.

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A ella no le crecía el cabello, no le salía pelos en la piel y a los siete años un médico del Cenquer se sentó a explicarle lo que le había pasado y por qué ella era una niña físicamente diferente a las demás; es decir, sin cabellera y con la piel llena de cicatrices visibles.

“Yo había tragado mucha agua, porque al caer yo grité y me entró el agua en mi boca, pero cerré mis ojos por eso no quedé ciega, si no hubiera sido de esa manera yo iba a perder la vista porque el agua estaba hirviendo. Hace poco se cumplieron 40 años de eso, era un 6 de enero, hacía mucho calor, no tanto como el de ahora”, refirió.

Sandra junto al Dr. Bruno Balmelli, director de Centro del Quemado. Foto: Gentileza.

Durante toda su vida se tuvo que someter a un total de 20 cirugías, entre ellas de reconstrucción y estéticas, además tiene prohibido salir al sol, debe estar siempre en lugares climatizados o de sombra debido a que el sol lastima su piel, por lo frágil que quedó. “En el calor me arde la quemadura y en el invierno me duele” dijo Gómez.

Ella superó muchos obstáculos desde muy pequeña, desde la mirada rara de los otros niños en la escuela, así como la discriminación por parte de los adultos, pero asegura que su motivación por salir adelante siempre fue su familia, ya que en ese entonces no había mucho acceso a profesionales psicólogos que la pudieran acompañar.

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Comparte su testimonio de vida con el objetivo de visibilizar a la población de la situación que ella vivió. Pide a los padres tener mucho cuidado con los niños pequeños y con los objetos peligrosos que se encuentren a su alcance, pide también que ante una eventual quemadura lleven a los afectados en el Centro Nacional del Quemado, donde serán atendidos por profesionales en la materia, porque ella tuvo una mala experiencia.

Igualmente, insta a aquellas personas que como ella sufrieron quemaduras y sienten que la vida ya no es la misma por su nueva condición o su apariencia a buscar una motivación por el cual seguir viviendo, seguir luchando para salir adelante y autorrealizarse como persona, como cualquier otra, que esa situación no es ningún obstáculo para conquistar los sueños.

Sandra junto al Dr. Gregorio Martínez, quien fue su primer cirujano plástico, quien le reconstruyó el rostro. Foto: Gentileza.

“Yo no me permití caer en depresión total, porque yo veo que las personas entran en un cuadro depresivo del que cuesta mucho salir y gracias a Dios yo no caí en eso porque siempre tuve a mis padres y mi familia conmigo, quienes me empujaban cuando me estancaba y también depende mucho de cada uno”, refirió.

Ella forma parte de un grupo de autoayuda del Cenquer y se trazó como misión llevar la voz de aliento a aquellos que como ella sufrieron quemaduras y que se sienten mal por ello. Visita muy seguido a los pacientes internados del Cenquer para hacerlos sentir que ella los entiende y se ha convertido en amiga y familiar de muchas personas debido a su experiencia.

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