Recientemente el Ministerio de Salud Pública confirmó que en el país existen 233 casos de niñas embarazadas, una cifra verdaderamente alta, más aún, teniendo en cuenta que al tratarse de menores de edad automáticamente hablamos de abuso sexual. Estos números quizás pasaron desapercibidos ante los ojos de muchas personas, no así para Ángela Closs (39), quien desde muy pequeña fue víctima de abuso sexual y hoy decidió romper el silencio.

Closs fue víctima de abuso en el seno familiar hace 30 años y vio a su abusador como su principal protector. Ella habló con La Nación y por más doloroso que le resulte expuso su caso, con el propósito de rogar a los padres que cuiden de sus hijos, para evitar de esta manera que los pequeños experimenten situaciones similares a las que ella vivió.

Ángela, quien apenas tenía 11 años fue abusada sistemáticamente por su tío. Creció en un ambiente de violencia, falta de respeto y alcohol, manifestó. “Hace 30 años fui víctima de abuso sexual por parte de mi tío paterno”, así empezó su relato.

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Ella junto a sus hermanos mayores vinieron hace más de tres décadas desde su Encarnación natal a instalarse en el barrio Campo Grande de Asunción. La familia Closs gozaba de un buen pasar económico porque el papá de nuestra entrevistada, quien es ingeniero agrónomo, fue ascendido a gerente general de una empresa binacional dedicada a la venta de agroquímicos, por lo que tuvieron que mudarse a la capital por los constantes viajes que realizaba el señor.

La pareja Closs era muy joven, cuando Ángela tenía 11 años y su hermano mayor 14, ellos tenían apenas 31 años. “Era un matrimonio tóxico”, describió la denunciante. Las discusiones, peleas, gritos y golpes eran una constante cuando llegaba su padre a la casa luego de sus viajes. Fue así que para evitar los enfrentamientos con su esposa, el señor Closs empezó a llevar a su hermano de 22 años a la casa.

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Ella se convirtió en la hermana mayor con sólo 11 años, ya que su hermano fue enviado a un internado en San Benito, Encarnación, donde realizaba sus estudios, tenía otro hermano menor.

“Cuando había peleas y escenas de violencia, todo terminaba en mí, los disgustos de mis padres remataban por mí porque yo era la mayor en la casa, ellos peleaban y me pegaban, hasta que un día llegó este tío. Él se enfrentó a mis papás y les decía, si le tocan a ella me van a tener que pegar a mí primero, yo salía corriendo y él se iba detrás mío, me adulaba y yo creí que era mi protector”, manifestó.

Tras esas escenas de violencia, el tío aprovechó para acercarse más, él sentaba en su regazo a la niña ganándose así su cariño: “Él me alzaba en su regazo, me acariciaba el pelo, me peinaba, yo no sabía que eso no estaba bien, él ya era todo un muchacho y yo una niña. Además, nunca sentí el cariño de mis padres, para mí él era bueno”, siguió relatando.

Agregó que si bien en la casa nunca faltó comida y comodidades, lo que siempre le faltó fue el cariño, el amor y el respeto por parte de sus padres, ambos la descuidaban e incluso asegura que la madre le hacía bullying y el padre se pasaba tomando whiskies caros en medio de fiestas con sus amigos, sin importar que ella era una niña y que estaba vulnerable ante la presencia de hombres ebrios en la casa durante las noches de “farra”.

Al pasar el tiempo, el tío se quedó a vivir en la casa porque estaba sin trabajo y con la confianza ganada por Ángela, él comenzó a dormir con ella las siestas, le pedía que deje el baño abierto cuando ella se bañaba e incluso la besaba en la boca, cosas que como niña ella creía que se trataban de un genuino cariño de un tío hacia su sobrina, según mencionó.

“Lo que yo no recuerdo es que si me llegó a tocar las partes íntimas, no recuerdo eso, lo que sí recuerdo bien es que en las mañanas despertaba con mis genitales irritados, tanto que dolían. Yo le contaba a mamá y ella solo me decía que me lave con té de hojas de guayaba y nada más”, lamentó la denunciante, quien aseguró que ella o cualquier madre en su lugar la llevaría a un centro asistencial para saber qué es lo que estaba pasando.

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Luego de un tiempo el tío se fue de la casa, ya había conseguido empleo. La seguía llamando constantemente, pero a sus padres no les llamó la atención esta situación. “Él seguramente temía a que yo diga algo, entonces me llamaba y me mandaba regalos. Yo soñaba con una muñeca Barbie que era muy cara en la época, pero pese al buen pasar económico de mis padres, ellos nunca me compraban lo que yo les pedía. Entonces, le pedí de regalo a mi tío”, dijo.

También le llegó a enviar osos de peluches y regalos caros por un tiempo. Luego desapareció y nunca más le llamó, es así que ella dejó en el olvido esos días.

Ella continuó con su vida y a los 17 años estuvo por primera vez con su pareja quien luego se convirtió en su esposo, pero este le reclamó que no haya sido el primero. “En ese entonces yo ni imaginaba nada, es más no recuerdo eso, pero según los profesionales médicos yo voy a recordar poco a poco más hechos de mi vida”, indicó la mujer.

Al finalizar la entrevista, Ángela reiteró a los padres extremar cuidados con los niños, prestar mucha atención a cada detalle y nunca dejarlos solos con personas que no sean de la entera confianza de uno.

“Nadie debe callar este tipo de hechos en el seno familiar. Niñas, chicas, denuncien, no tengan miedo, van a encontrar apoyo si hablan”, manifestó la mujer.

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