Para hablar de salud mental, se tiene que hablar de salud integral y si no hay derechos garantizados, no va a haber salud mental.

Por Yesica Vera Zarza

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Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental. ¿Es Paraguay un país que cuida ese aspecto en la población? ¿Era la sociedad menos violenta hace algunas décadas? ¿Había depresión? La Nación plantea estas preguntas a un sociólogo y un psiquiatra.

El sociólogo Henrique Ferreira menciona que existen varios enfoques. “Uno es el más conductual que normalmente tiende a individualizar los casos extremos como los que vimos en estos días, como la familia que fue asesinada, la chica que asesinó a la persona que estaba con ella y que arguye que fue en autodefensa y varios otros. Y el otro enfoque es que finalmente esos casos son respuestas a una sociedad que está enferma. (Es) una reacción a un problema más general y más profundo que proviene de una sociedad cuyos resortes morales ya no contienen los problemas que tienen varios individuos. Estos que deberían ser abordados por la sociedad y se deberían tener políticas para tratar de contenerlos”, dice a La Nación.

Ferreira sostiene que normalmente la gente dice que antes “no era así”. Refiere que anteriormente se consideraba que era un lujo o un capricho tener que ir a un especialista en cuestiones psicológicas, psicoanalíticas. En realidad -argumenta- no se puede hablar de antes porque no existe un registro. "Creo que antes habían casos de frustración, depresión, de ansiedad pero que no eran identificados porque la gente tenía menos conciencia de lo que hoy se tiene de ese tipo de malestares”, explica.

Dice el sociólogo que somos un país que cambió drásticamente. “Cualquier persona en el mundo, cualquier sociólogo, cientista social te va a decir que en Paraguay ocurrieron cambios que en otra parte del globo se dieron en 100 años. Nosotros en menos de 20 o 25 años pasamos de ser una sociedad eminentemente rural a una sociedad que vive alrededor de las ciudades. Entonces nosotros tuvimos cambios tan drásticos, pero no hubo medidas que contengan esos cambios”, sostiene.

Por poner un ejemplo, habla del tema de las frustraciones que se generan cuando se dice que para progresar hay que estudiar y ese tipo de cosas, pero en el mercado laboral eso no es tan así. "Eso se vuelve una gran frustración que poco a poco se va sintiendo en nuestro país”, declara el sociólogo.

¿Qué hacer?

El especialista sostiene que las familias deben empezar a tomar con mayor claridad y transparencia ciertos problemas que hacen a los hijos como es el tema de la educación sexual, la cuestión de la religiosidad, la diversidad. “Aquí lo que se tiende más es a reprimir y una de las respuestas a la represión es la violencia extrema que estamos viendo día a día. Hay para hablar de ciertos temas tabú. Lo otro es que las instituciones educativas tienen que empezar a formar una conciencia un poco más crítica en los jóvenes, que los prepare para los cambios que van a vivir individualmente con su propio cuerpo. "Porque al no estar preparados para eso, en la sociabilidad se vive con extrema violencia”, argumenta Ferreira.

Mayor capacidad de cuidado

Por su parte, el Dr. Agustín Barúa, especialista en siquiatría, explica que sigue habiendo una asociación errónea tanto en las políticas de salud mental como en la sociedad, entre locura y peligrosidad. “Como si fuera que los normales no somos peligrosos o más peligrosos y como si fuera que toda persona en estado de locura necesariamente es alguien con una motosierra matando gente”, ejemplifica.

Señala que desde su punto de vista, la gran estrategia para cambiar el modelo de atención en salud mental, son lo que le llaman los equipos de Atención Primaria de la Salud. Esta es una red que se formó en el 2008 inserta en los territorios, que trabaja con las sabidurías de los territorios comunitarios, que intenta construir participación con la gente y que su campo es la cotidianidad.

Barúa forma parte de un movimiento, un colectivo que se llama Noimbai que milita por la diversidad psíquica, por el derecho a la locura y por los cuidados dialogantes y comunitarios en salud mental. “En términos comunitarios, lo que nos puede ayudar es aprender a estar más cerca entre nosotros y como dice un compañero Álvaro Martínez, más lento entre nosotros. Más cerca quiere decir la posibilidad de darnos cuenta que hay un otro al lado y que ese otro es persona. Y la lentitud tiene que ver con la posibilidad de darnos cuenta de nuestros apuros y de sus consecuencias. Entonces, si podemos modificar el lugar del otro y el lugar del tiempo creo que podemos generar una sociedad con mucha mayor capacidad de cuidados. Cuando yo vivo más lento, me puedo dar cuenta de más cosas y a más aceleración, pierdo sensibilidad. Muchas veces decimos que sensible que sos, como un defecto. ¿Qué pasa con una sociedad que considera que ser sensible está mal, que es un problema, qué dice de nosotros?”, se pregunta el psiquiatra y resalta que la gente ve la sensibilidad como algo negativo, como un defecto, como algo vergonzante incluso”, sostiene.

Factor común: falta de derechos

En cuanto a los hechos violentos ocurridos recientemente, el Dr. Barúa habló acerca de la frustración social y que va más allá de los hechos ocurridos. “Me parece que tiene que ver con un fondo común de la falta de derechos de la gente. Cuando existe eso, es muy fácil que se apoderen los imaginarios consumistas. Eso quiere decir que yo me valido a partir de tener, de comprar. Cuando no tengo la posibilidad de realizar mis propios sueños, los sueños que se me ofrecen son los que puedo comprar y cuando no los puedo comprar, ese es un momento de locura, un momento de crisis”, indica.

Resalta que para hablar de salud mental, tenemos que hablar de salud integral. “Si la gente no tiene algunos derechos no va a haber salud mental. El hambre tiene que ver con la salud mental, la falta de vivienda, la falta de tierra para la agricultura de la población campesina, la falta de derechos a la cultura de los pueblos indígenas, tiene que ver con la salud mental. Entonces, esa integralidad es un elemento fundamental”, puntualiza.

Dice que existe una parte inversa, lo cual no quiere decir que las élites o las clases privilegiadas de la sociedad no tengan estas situaciones, solo que tienen mejores condiciones para esconderlas. “Es mucho más difícil que yo entre en la residencia del barrio Manorá a que vaya a Pelopincho y pueda meter toda la prensa, toda la policía. Entonces las élites tienen mucha mayor potencialidad de blindarse y mayor capacidad de ocultamiento. Hay que tener cuidado con la estigmatización de la pobreza en función de este tipo de eventos”, aseguró.

Crianza sana

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mitad de las enfermedades mentales comienzan antes de los 14 años, pero la mayoría de los casos ni se detectan ni se tratan y al ser consultado sobre eso, el psiquiatra habló acerca los adultos y el problema con manejar la relación con los niños y niñas.

“En general, que esté legitimada en nuestra sociedad la idea de que todo se arregla con un zapatillazo o un cintarazo es una clara demostración de la impotencia adulta, de la dificultad de reconocer que no sabemos qué hacer y que no podemos admitir que nos estamos equivocando y que no sabemos pedir ayuda, asegura a La Nación.

Motivos de consulta

En cuanto a los motivos de consulta de las personas en los servicios de salud, la Dra. Mirtha Mendoza Directora de Salud Mental del Ministerio de Salud, dice -en contacto con la 970 AM- que los datos de la mayor cantidad de motivos de consulta en los servicios del Ministerio de Salud son los cuadros depresivos y los trastornos de ansiedad.

“Están las dificultades de aprendizaje y en cuarto lugar en los últimos 3 o 4 años, las personas que son víctimas de situaciones maltrato, de violencia. Muchas de estas personas que acuden por una situación de depresión o trastorno de ansiedad, cuando se investiga un poco más allá también hay situaciones de violencia que están viviendo y a consecuencia de eso presentan estas patologías. Esos son los datos del Ministerio de Salud”, explica.

“Lo que se hace hasta ahora es tener profesionales especializados para atender a esta población. Si hacemos un análisis de los motivos de consulta de hace 10 años y los actuales, indudablemente que ha variado”, agrega.

Señala que en zonas urbanas esta torta estaba configurada de la misma manera como ahora, con cuadros depresivo, trastornos de ansiedad, las dificultades de aprendizajes. Luego los trastornos más severos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar.

En zonas rurales los primeros motivos de consulta son esquizofrenia o trastorno bipolar, que en psiquiatría llaman los trastornos severos en el sentido de cuadro psicóticos. Entonces, los cuadros depresivos y los trastornos de ansiedad son los que se registran en menor cantidad.

“La hipótesis que puedo suponer es que las personas en el interior en esa época cuando sufrían un cuadro depresivo o trastorno de ansiedad no concurrían a un servicio de salud porque estaba a bastante distancia geográfica de donde vivían. Solamente concurrían cuando había una enfermedad más severa y cuando estaba en crisis de esa enfermedad. Sin embargo, en estos últimos años, tanto en las zonas urbanas y rurales, tienen mismo porcentaje de consulta casi similar, las personas que tienen un sufrimiento emocional o un cuadro depresivo entienden que un servicio de salud tiene algo para ofrecerle a estas personas”, subraya Mendoza.

Otro dato a tener en cuenta es que somos el 3° país en Sudamérica con menor inversión pública en salud. Para alcanzar el promedio de inversión de América Latina y el Caribe, se debe triplicar el presupuesto público de salud.

(Fuente de los datos: CEPAL).

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