Sofía Céspedes Herrera

(sofia.cespedes@nacionmedia.com)

El ahorro consiste en la acción de guardar una parte del ingreso para utilizar en el futuro. No se trata de guardar lo que sobra, es una decisión consciente sobre el uso del dinero con que se cuenta. Así lo explican técnicos de la Estrategia Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) del Ministerio de Hacienda.

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En conversación con el director de la ENIF, Pedro Peña y Richard González, miembro de la ENIF, indicaron a La Nación/Nación Media la importancia de realizar esta práctica desde los primeros años de vida, así también, cuáles son los métodos utilizados para tener resultados.

Los especialistas mencionan que para empezar a ahorrar primero es necesario establecer metas financieras o identificar razones para hacerlo. Las metas financieras deben ser objetivos cuantificables y realizables que podemos lograr en un determinado periodo de tiempo, por ejemplo, ahorrar durante un año hasta alcanzar un monto de dinero para comprar un bien de consumo preferiblemente duradero o para invertir en un emprendimiento.

“Otra razón para ahorrar es tener un fondo para emergencias o imprevistos, o bien ahorrar para la vejez. Otra forma eficiente es tener un presupuesto, que consiste en un registro sobre cuánto ganamos y en qué gastamos. Puede ser semanal o mensual, pero son anotaciones diarias que nos permiten conocer nuestra situación financiera para tomar decisiones sobre el dinero”, precisaron.

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Clasificar gastos

Existen diferentes métodos basados en el presupuesto, uno de ellos consiste en clasificar gastos en: obligatorios, necesarios, por gustos y los gastos imprevistos. “Las metas de ahorro se pueden cumplir poniendo topes a los gastos necesarios y en algunos casos prescindir o aplazar los gastos relacionados con los gustos”, destacan.

En esa línea resaltan que de acuerdo con el lugar en el que se guarda el dinero, el ahorro puede ser formal o informal. El ahorro formal es el que se realiza en las instituciones financieras reguladas por el Estado, estos son los bancos, financieras y cooperativas. Mientras que el ahorro informal es el que se realiza por cualquier mecanismo fuera de estas entidades.

Y recalcan que el ahorro formal tiene la ventaja de que genera rendimiento, es decir, recibe intereses por los depósitos a plazo y es más seguro porque el dinero no está expuesto a robos, pérdidas o deterioro de los billetes.

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Datos

Los profesionales señalaron que la reciente Encuesta de Capacidades Financieras (ECF), 2022, llevada a cabo en Paraguay por CAF- Banco de Desarrollo de América Latina, muestra que el 18% de los paraguayos manifiesta haber ahorrado en los últimos 12 meses, sin embargo, esas personas tienen preferencia por el ahorro informal, dado que el 73% ahorra en casa (en alcancía o debajo del colchón), y un 9% lo hizo en grupos de ahorro informal. El resto de las personas con hábitos de ahorro, utilizaron diferentes modalidades de ahorro formal e informal.

Los números también arrojan que si bien el 60% de las personas conoce los productos de depósito/ahorro, solo 11% tiene al menos uno de estos productos. “Si se analiza por grupo poblacional, la tenencia es mayor entre las personas entre 18 y 39 años, aumenta significativamente con el nivel educativo, y es mayor en las zonas urbanas”, refieren.

Educación financiera

Tanto Peña como González aseguran que la educación financiera en los niños debe estar ligada a la educación de valores y la educación emocional, y que desde esta perspectiva es necesario desarrollar hábitos en los niños de acuerdo con su contexto, edad o nivel de madurez.

“Cada niño tiene su ritmo y formas de aprender, no existe una receta única, por lo cual hay que ser flexibles y comprender que ellos aprenden más fácilmente con el ejemplo. Ahora bien, existen tres hábitos financieros que sería importante que los niños desarrollen, estos son: el autocontrol, la tendencia a planificar y la preferencia por el largo plazo. El autocontrol puede desarrollarse a la par que les enseñamos el valor del dinero”, argumentan.

Promueven que los niños podrían colaborar en tareas del hogar acordes a su edad (regar las plantas, ordenar su habitación o colaborar con los padres en las compras) y recibir a cambio una pequeña remuneración, lo que les permitirá percibir de manera diferente el valor de las cosas.

Por otra parte, pueden aprender a planificar, por ejemplo, participando en la elaboración de la lista de compras del supermercado y ayudando a controlar que no se realizan compras no planificadas. “La educación económica y financiera es muy importante y debe ser enseñada y aprendida desde temprana edad. Se debe iniciar en la escuela, para que las personas puedan ser educadas en edad temprana. La educación financiera debe ser parte de la buena gobernanza de las instituciones financieras (OECD)”, aseveran.

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