El Primer Concurso Nacional de Co-creación Artesanía más Diseño (A+D) ya tiene a los tres primeros puestos, el concurso fue organizado por el Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA), con el apoyo y financiación de la Misión Técnica de Taiwán, en el marco del proyecto Fomipymes.
El primer puesto fue para el emprendimiento Jovái con el trabajo de un poncho para’i de 60 listas de la localidad de Piribebuy, el segundo puesto para Tapua con artículos de Karanda´y de Limpio, y el tercer puesto para Vy’a Juhu con los trabajos en ñanduti de la ciudad de Pirayú.
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El concurso Artesanía más Diseño (A +D) se llevó a cabo con el objetivo de salvaguardar las técnicas de artesanías populares y ancestrales de Paraguay, a través del co-diseño entre diseñadores y artesanos locales, que además pretende el fortalecimiento y desarrollo de las comunidades artesanas.
Técnicas ancestrales
En esta primera edición, los beneficiarios del concurso trabajaron en las comunidades de Pirayú con la técnica del ñanduti, en la ciudad de Limpio, con la técnica del karanda’y, y en la ciudad de Piribebuy con la técnica del poncho para’i de 60 listas, y los previamente seleccionados elaboraron bocetos de productos en tres categorías, tanto en moda, hogar e imagen.
De esta manera, los artesanos y diseñadores estuvieron trabajando juntos durante cinco meses en las tres comunidades seleccionadas, creando nuevos productos con la utilización de técnicas del patrimonio cultural inmaterial del Paraguay.
La iniciativa forma parte del conjunto de estrategias de contingencia institucional ante el COVID-19, proporcionando asistencia técnica a las comunidades artesanas, de modo a que puedan desarrollar e intercambiar conocimientos, habilidades y destrezas para hacer frente a los efectos causados por la pandemia.
Los productos co-creados y otros más pudieron ser contemplados en la Feria de Artesanía + Diseño que se realizó este sábado 6 de noviembre hasta las 19:00 en el Centro de Experiencias Achon.
La actividad contó además con el apoyo del Ministerio de Industria y Comercio (MIC), Dirección Nacional de Propiedad Intelectual (Dinapi), la Red de Inversiones y Exportaciones (Rediex), la Asociación Industrial de Confeccionistas del Paraguay (AICP), y el Instituto Superior de Arte “Dra. Olga Blinder” de la FADA-UNA.
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Proyecto audiovisual indígena fue distinguido por la OEI
El Proyecto de Acceso al Audiovisual para Comunidades Indígenas (PAACI), impulsado por el Instituto Nacional del Audiovisual Paraguayo (INAP), fue distinguido con el Premio Iberoamericano de Educación Intercultural y Plurilingüismo Bartomeu Melià 2025, otorgado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), en el marco de la celebración de su 75 aniversario.
El premio consiste en una dotación económica de USD 3.000 y el reconocimiento fue otorgado en la Categoría A - Centros Educativos (Educación Formal), destinada a proyectos e iniciativas educativas que promuevan el plurilingüismo y la interculturalidad en entornos formativos. En esta edición, este prestigioso galardón pone en valor experiencias educativas transformadoras que reafirman la diversidad lingüística y cultural en el espacio iberoamericano.
El PAACI es una iniciativa interinstitucional que cuenta con el acompañamiento técnico y financiero de la Secretaría de Políticas Lingüísticas (SPL), el Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA) y el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec), con ejecución realizada por el Instituto Profesional de Artes y Ciencias de la Comunicación (IPAC). Su enfoque combina la práctica audiovisual con el respeto a las cosmovisiones indígenas.
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El PAACI tiene como eje central el empoderamiento de comunidades indígenas mediante la formación técnica en producción audiovisual, con el fin de contribuir activamente a la preservación de las lenguas originarias y la transmisión del conocimiento ancestral a través del lenguaje cinematográfico, promoviendo una participación activa, crítica y creativa de las juventudes en la construcción de narrativas propias.
En su primera etapa, el proyecto ha capacitado a 14 jóvenes de cuatro pueblos originarios del Chaco paraguayo, quienes actualmente inician el proceso de preproducción de una serie de documentales. Las obras, que se rodarán entre septiembre y octubre de este año, estarán centradas en temáticas clave para sus comunidades: el conocimiento ancestral, las artesanías tradicionales y el rescate lingüístico de sus respectivas culturas. La producción de estos documentales representará la primera práctica profesional remunerada de los jóvenes indígenas, quienes serán acompañados por un equipo técnico-pedagógico especializado en cine comunitario y educación intercultural.
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Joven de la Chacarita se distingue a nivel internacional
Seleccionado entre casi 11.000 nominaciones y postulaciones de 148 países, hoy Fabrizio Daniel Peralta Fretes, estudiante de tecnologías digitales en el Colegio Estado de Israel en Asunción, Paraguay, se encuentra entre los 50 finalistas que podrían verse beneficiados con el premio de 100.000 dólares del programa Global Student Prize 2025.
La organización Chegg se asoció con la Fundación Varkey para lanzar en 2021 este premio hermano del Global Teacher Prize, nominado como Global Student Prize 2025, un premio anual de 100.000 dólares que se otorga a un estudiante excepcional que haya tenido un impacto significativo en el aprendizaje, la vida de sus compañeros y en la sociedad en general.
En su quinto año consecutivo, este premio se ha convertido en una plataforma poderosa para reconocer a estudiantes destacados que están transformando el mundo para mejor, abriéndoles también un abanico de oportunidades a partir de su participación.
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Fabrizio Daniel Peralta Fretes, oriundo de la Chacarita, se ha destacado por ejercer como un líder estudiantil y joven innovador, características que demostró desde muy pequeño, ya que solo con cuatro años se convirtió en el primer estudiante becado del Colegio Estado de Israel, una de las escuelas más prestigiosas del país.
Este joven estudiante se ha destacado por mantener un promedio académico perfecto y en 2024 recibió la distinción académica de la bandera nacional, que lo reconoce como el mejor estudiante de su promoción. Además, fue finalista tres veces en la Olimpíada Nacional de Matemáticas (Omapa), cofundador del equipo de robótica y subcampeón en una competencia nacional, además de ubicarse entre los cuatro mejores en un desafío de diseño de cargas útiles, organizado por la Agencia Espacial del Paraguay.
También cofundó el primer club de debate del colegio y habla seis idiomas en distintos niveles, incluidos español, inglés, portugués, guaraní, hebreo y japonés, entendiendo la importancia de conocer y manejar diversos idiomas.
Debido a estas condiciones académicas en el 2024, recibió una beca completa para participar en el programa Yale Young Global Scholars en la sesión de Innovaciones en Ciencia y Tecnología, donde se encontró con estudiantes de todo el mundo, y trabajó en un proyecto integrado de neurociencia con alumnos de China, Honduras y Estados Unidos.
Su dedicación y esfuerzo le han valido también ser beneficiario de varias becas para participar de programas internacionales, entre los que se destaca el Programa de Fondos de Oportunidad del Departamento de Estado de Estados Unidos, que brinda ayuda financiera y asesoramiento a jóvenes paraguayos destacados para postular a universidades de Estados Unidos.
Si bien cuenta con múltiples intereses y responsabilidades, Fabrizio decidió ayudar económicamente a su familia tras la crisis del covid-19, trabajando cuatro horas cada noche en un restaurante, sin dejar de liderar sus proyectos y mantener su excelencia académica.
“Actualmente me encuentro con muchas expectativas positivas, en general muy optimista, ya que al estar representando a mi país, Paraguay, en algo importante, he de decir que siento que muchos otros jóvenes y familias paraguayas me van a apoyar bastante”, indicó Fabrizio en conversación con La Nación/Nación Media.
Él mismo explicó que el procedimiento para que le sea otorgado continúa con una lista de 10 finalistas, la cual se anuncia en agosto, pero que espera ese momento con mucho entusiasmo, ya que espera llegar a la meta con el apoyo y esfuerzo que existe de por medio.
Líder positivo
A partir de su propia experiencia con el estrés y la ansiedad, Fabrizio fundó SPORTESAI, una organización sin fines de lucro que promueve la salud mental en el deporte y la vida diaria. Sus talleres ya han llegado a más de 300 jóvenes paraguayos, ofreciendo herramientas para la resiliencia y el bienestar emocional.
A través de KESHER, la sociedad de voluntariado de su escuela, lideró campañas en redes sociales, programas de tutoría académica y acciones de voluntariado cívico durante los últimos tres años, además de formar parte de la comisión directiva del Club Interact, en donde contribuye a proyectos de servicio liderados por jóvenes en todo el país.
El sueño del joven Fabrizio es estudiar ingeniería eléctrica en Estados Unidos y luego regresar a Paraguay para mejorar la infraestructura nacional y ampliar las oportunidades para jóvenes en comunidades vulnerables, convirtiéndose en un ejemplo de superación y dedicación para sus iguales.
En esta oportunidad, remarcó también su agradecimiento hacia su familia y su comunidad, ya que son su pilar fundamental para conseguir sus objetivos y seguir luchando por su excelencia, al igual que a su casa de estudios, el Colegio Estado de Israel.
“Además, quisiera agradecer a todas las personas que hicieron posible y accesible una educación para mí, ya que, en mi opinión, esa es una de las razones más importantes por las cuales yo puedo hoy decir que soy parte de los 50 mejores. En Paraguay hay mucho talento; es la falta de oportunidades y acceso a estas herramientas la que no deja que ese talento fluya”, finalizó Fabrizio.
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No se debe premiar por buenas calificaciones, pero sí elogiar el esfuerzo, afirma psicóloga
Esta semana, en todas las instituciones educativas del país estuvieron entregando las libretas de calificaciones, muchos chicos brillaron con sus notas perfectas y otros resaltaron por el esfuerzo de poder aprobar las materias. Profesionales afirman que no se debe premiar la buenas notas, pero no está por demás elogiar el esfuerzo.
Los estados de las redes sociales se coparon de fotos de los boletines de calificaciones, padres y madres compartieron sin dudar la excelencia de sus hijos, pero surgió la interrogante ¿Debería premiar la perfección en las notas?
Para la psicóloga Priscila Zacarías Sarubbi, es muy importante tener en cuenta que todos los chicos tienen diferentes formas de aprender y que cada uno es único. Ahora, con las entregas de calificaciones es muy importante validar lo que sienten los padres sin desmeritar el esfuerzo.
“Si hay algo que presumir seria mas bien las ganas, esmero y tenacidad de los chicos por seguir avanzando. Acompañando amorosamente el proceso, mostrando real interés en la manera que nuestros niños y niñas aprenden. Elogiando sus esfuerzo y logros”, resaltó en entrevista con La Nación/Nación Media.
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Necesidad de validación
La profesional aseguró que se debe resaltar que existe una necesidad de validación por parte de los padres que comparten las las notas de sus hijos, pero que no es motivo para desmeritar el esfuerzo que hizo ese niño excelente.
“Acá lo importante a resaltar es la necesidad de validación que sienten los padres que presumen las notas de sus hijos, sin desmeritar el esfuerzo y la dedicación de los alumnos y su calificación. Pero para los padres con un chico que tiene dificultades de aprendizaje una nota que no sea precisamente un 5 se siente como si lo fuera”, aclaró.
Un esfuerzo en equipo
Zacarias resaltó que cada calificación es fruto de un tremendo sacrificio de todo un equipo, ya sea mamá, papá y docentes. “Muchas veces puede un 3 tener sabor a un 5. Y no me malinterpreten no es fomentar bajas notas, sino persistir por mejorar paso a paso”.
Agregó que todos los chicos tienen diferentes maneras de aprender y cada uno es único en la forma de estudiar y esto lo respalda la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. “Solo uno y la familia sabe lo que vive día a día en el colegio y la casa”, refirió.
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No dar paso a la comparación
Priscila destacó que comparar las calificaciones afecta a los chicos en el autoestima e influye en cómo los alumnos pueden percibir su rendimiento, diciendo: “si saco un 5 soy el mejor”. Por otro lado, una etiqueta para el estudiante que no saca una nota excelente generando ansiedad escolar y sentimientos de inferioridad.
“Las notas no definen quienes somos. Lo importantes es aprender y llevarlo a la práctica. Tener en cuenta que esto también refuerza dos lados un autoestima basada en sacar excelentes notas y estudiar no por un interés genuino sino por recibir aprobación”, aclaró. .
Evitar reacciones impulsivas
“El impacto de los padres en la vida de sus hijos es altamente significativa”, dijo la profesional y aclaró que el aprendizaje también involucra el área emocional, por lo que es importante hacer un trabajo colaborativo entre la casa y la escuela para ayudar al estudiante.
“Por ello deben evitar reacciones impulsivas, generando un entorno seguro de amor y empatía. Hablando con los chicos para conocer en donde se encuentran las áreas a trabajar y reforzar. Buscando soluciones y estrategias para lograr los objetivos en la siguiente etapa”, manifestó.
Para reforzar la seguridad de los chicos se debe acompañar amorosamente el proceso, mostrando real interés en la manera que los niños y niñas aprenden, elogiando sus esfuerzo y logros. “Como padres debemos fijarnos metas realistas y perseverar en lograrlas. Creyendo siempre que con dedicación y esmero lo puedes hacer posible”, concluyó.
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El ñandutí: una tradición que lleva el pan a los hogares
- Jimmi Peralta
- Fotos: Matías Amarilla
El ñandutí, tejido tradicional del Paraguay, presenta en sí misma una sutil metáfora de su naturaleza dentro de la ciudad que sin dudas es su hogar, Itauguá. Situado a 30 kilómetros de Asunción, el distrito es conocido como el centro de producción de vestidos, cuadros, blusas y manteles confeccionados a base de este tejido artesanal, que representa al suelo guaraní en todo el mundo en diversas instancias y certámenes. Las artesanas redoblan la apuesta y ahora van por el Récord Guinness.
El ñandutí es realizado generalmente de manera individual por manos de mujeres. En su desarrollo, tejen más allá del bastidor una trama de producción en comunidad que traza formas, líneas rectas y curvas interconectadas en la diversidad de colores y direcciones.
Como artesanía, el ñandutí se aprende en la casa, con la magia de la formación no sistemática, que da vuelo y vida a su esencia. Al mismo tiempo, pone el sentido de la transmisión de conocimiento de madres a hijas y de hijas a madres, entretanto se cimenta parte del sustento familiar. Este tejido primero pone pie en la función más elemental: llevar el plato de comida a los hogares de los itaugüeños para después barnizar el vínculo colectivo de una ciudad que cuenta con varios centenares de tejedores y tejedoras.
“Mi abuela no sé si tejía, pero yo aprendí de mi mamá, de muy chiquita, y ni bien cuando yo empecé a hacer los bordados, me daba la plata mi mamá. ‘Este es tu trabajo. Te va a servir para comprar otra vez tus materiales’, me solía decir mi mamá. Y así nunca dejé de hacer. Este trabajo también ayudó para criar a mis tres hijas”, comenta Antonia Morínigo, tejedora itaugüeña que esta semana se sumó a la Red Tejiendo Cultura, una plataforma que nuclea a más de 500 artesanas del ñandutí del Paraguay y de países como Australia, Puerto Rico, Chile, Reino Unido, España y Argentina.
Más de 150 de estas artesanas son de Itauguá, algunas jóvenes y otras de más de 90 años. Ahora forman parte de este proyecto que busca sumar el trabajo individual para armar el tejido de ñandutí más grande el mundo, que será de 120 metros de largo por 5 metros de ancho, buscando el récord mundial.
TEMPRANA INICIACIÓN
Como la mayoría de las tejedoras, Antonia empezó de niña. Ahora es abuela y ya no puede producir en bastidores grandes como antes. Ella tiene a su cargo las labores del hogar y todos los días, después del almuerzo, se sienta en su dormitorio a dibujar con el hilo y la aguja sobre su tela. “Este bastidor armado yo termino en un día, porque yo soy ama de casa, tengo que cocinar todo, yo soy la mamá de la casa. A la tarde, puede comer la comida, me suelo sentar acá en mi pieza y hago mi ñandutí, a la noche ya quiero descansar”, comenta. El proceso de producción arranca con el dibujo sobre el papel “y regla”, recuerdan las tejedoras. Luego se estira la tela en el bastidor, se dibuja en la tela y se comienza a tejer. Terminado el trabajo, se separa el tejido de la tela, se lo lava y finalmente se le pone el almidón para que se endurezca.
“Hay gente que tuvo que migrar a otros países, pero se llevaron parte de sus culturas y otras que se dedicaron a enseñar y así esparcir por todo el mundo. La ciudad de Itauguá es conocida como la capital del ñandutí y cuna de la misma. En cada compañía de Itauguá te encontrarás con un o una artesana elaborando su trabajo porque la técnica fue otorgada de generación a generación y se ha vuelto una tradición para las familias. Es por ello que hay más cantidad de artesanos en la localidad de Itauguá”, comenta Guillermo Acosta, coordinador de la Red, itaugüeño y profesor de ñandutí, quien en su propio perfil vital narra la historia del tejido y las familias de su ciudad.
“Todo se inició desde la tristeza de mi querida Maximina Quiñónez. En una tarde se puso triste y observaba su ñandutí y me dice ‘qué pena que ninguna de mis hijas va a legar esto que yo hago, ninguna de ellas dos sabe hacer’. Sentí tanta pena al oírla decir eso que entonces le pregunté cuál era el dechado más difícil y complicado de hacer. A lo que ella me respondió el arasape y la filigrana, que coincidentemente estaba haciendo. Entonces me fijo en sus idas y vueltas que realizaba sin decirle nada en absoluto. Como ella trabajaba cama adentro y venía a casa los fines de semana, la sorprendí con un trabajo que estaba realizando sin decirle nada. Era una imagen de san Blas, pero en ñandutí. Me pregunta quién hizo y le digo que yo.
Me mira y dice que no me cree. Para que me pudiera creer, me siento y le muestro que sí lo podía hacer y desde entonces le tomé como hobby”, narra Acosta sobre cómo en el ñandutí se reafirma el tejido social y el empoderamiento económico de las mujeres de una ciudad.
TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL
Juliana Centurión (88) y Esmérita Antonia Centurión (91) son dos hermanas tejedoras que viven junto a la hija de la segunda en una humilde casa en el centro de Itauguá, donde las tres comparten además el amor al ñandutí y su creación.
Las hermanas aprendieron el oficio desde pequeñas. Su madre transmitía el conocimiento a su descendencia femenina, “porque los varones buscaban otras formas de aportar, como trabajando en la carpintería y otras cosas”.
“Cuando teníamos entre 7 u 8 años nosotros mirábamos a escondidas cómo trabajaba nuestra mamá y hacíamos que practicábamos en papel. No podías hacerlo bien porque ella no quería que nosotras trabajemos. Pero cuando se dio cuenta de que ya lo hacíamos, finalmente decidió mostrarnos cómo hacerlo bien”, comenta Esmérita.
“Cuando me siento puedo producir rápido, pero ahora ya no puedo sentarme por mucho tiempo, ya estoy grande”, explica Juliana.
“Antes valía más nuestro trabajo, se pagaba mejor por el ñandutí. Nosotras ya no salimos a vender ahora, no nos vamos a ninguna parte. Vienen a hacernos el pedido y hacemos. Antes salíamos, ahora tenemos una patrona. Antes producíamos muchísimo más”, explica Esmérita.
El oficio que le legó su madre le sirvió para sostenerse durante una larga vida y para la crianza de su hija, que también teje. Las hermanas se sumaron esta semana al proyecto que busca batir el récord mundial con un tejido de producción colectiva.
ENSAMBLE
Actualmente la producción de las tejedoras se realiza de diversas maneras, pero la preferida es la realización individual de piezas que después son acopiadas e integradas a vestidos, manteles y otras piezas.
Los precios pueden variar y los productos se realizan en algunos casos bajo pedido y en otros es un proceso a la espera de clientes. Las pequeñas piezas se suman entre sí y de esta manera diversas tejedoras pueden finalmente articular sus trabajos en un producto final, que provee a sus hogares de sustento y de prendas a las principales tiendas especializadas de la ciudad o, como varias de ellas dicen, “a mi patrona”.
Entre tanto, para el proyecto del tejido más grande del mundo se les proveerá a todas las artesanas de insumos (bastidores, lienzos, hilos, agujas) y ellas decidirán cuántos módulos realizarán de acuerdo a sus capacidades y habilidades. Las piezas serán posteriormente certificadas para el ensamble. Como es dable esperar, la producción del tejido significará un ingreso económico.
Se estima que se juntarán unas 2.200 piezas a través de la red. Esta será de los diez dechados (dibujos) seleccionados para la ocasión: jazmín poty, mbokaja poty, buey pypore, machete punta, arasape, arapaho un lado, estrella de cuatro puntas con kurusu’i, takuru con karê’i doble, margarita y pensamiento. A los costados la pieza contará con randas con cadenilla doble y en las esquinas estrellas de cuatro puntas con filete. La puesta en valor del ñandutí a través de este proyecto genera un aporte inmediato mediante la generación de pedidos para las tejedoras. A mediano plazo centralizará una red de trabajadoras, lo que podría facilitar a futuro la producción, la adquisición de insumos y la comercialización. A largo plazo se busca la valoración cultural y pecuniaria a nivel nacional e internacional de este tejido que data del XVI, y que surgió en estas tierras de la unión de una técnica europea y la creatividad de la mujer paraguaya.
“CADA VEZ QUE TE TENGO PEDIDO VENDO TODO MI ÑANDUTÍ”
Porfiria González (61), de Itauguá Guasu Costa Dulce, teje desde los 13 años. Ella valora la iniciativa del proyecto y celebra que significará más trabajo para ella.
“Aprendí a hacer ñandutí viendo a mi tía y mi prima. Al darle el primer trabajo que hice, mi tía ya lo llevó, vendió y me trajo ya directamente materiales para hacer más”, comenta Porfiria, quien trabaja mechando su artesanía con las labores domésticas con la ayuda de su hija.
“Yo me levanto a la mañanita y en medio de mi mate hago mi ñandutí. Después me levanto a hacer para el almuerzo, hago todo eso y ya me siento otra vez a trabajar. Si no hay pedido, igual nomás hago yo. En algún momento va a venir el pedido. Cada vez que tengo pedido vendo todo mi ñandutí; si no hago mi ñandutí, hago chipa”, comenta.
Relata que para ella la parte más difícil es el dibujo. “Eso se hace primero, el dibujo, con la regla se hace, se hace bien eso en el papel, después tenés que estirar con el bastidor la tela y dibujar. Ahí se trabaja”, narra sobre el proceso de producción.
“DESDE MUY CHIQUITA ME PAGABAN POR MI TRABAJO”
Felipa López (63) desde los 7 años se sumó a su mamá, su abuela y sus hermanas, todas de la ciudad del ñandutí, en el oficio de tejedora.
“Hago diferentes dibujos, con hilo fino y con hilo grueso, de ambas formas. Eso también me enseñó mi mamá. A ella le enseñó mi abuela. Desde muy chiquita me pagaban por mi trabajo. La plata me servía para mi escuela, para mis útiles. Tengo siete hijos, ahora conmigo ya solo vive uno. A tejer le enseñé solo a dos hijas mías”, comenta Felipa, quien desde sus manos y el arte dio de comer a su familia junto con su marido, quien es constructor.
“JAGANA´I, PERO JAGANA, UPÉA LA HE´ISÉVA”
Filemona Figueredo (68) arrancó como tejedora a los 12 años con su madre y sus seis hermanas. Ella también se sienta con su bastidor entre las actividades de cuidado y de la labor doméstica en su hogar itaugüeño.
“Recuerdo que cuando era chiquita cada 15 días nos tocaba a cada una ir a vender. De esa plata comprábamos para nuestra ropa para farrear”, comenta entre risas.
“Nunca trabajamos para otra persona”, refiere acentuando que nunca tuvo un trabajo en situación de dependencia.
“Siempre jagana’i, pero jagana, upéa la he’iséva. Igusto remba’apo, revende ha rejúma nde platamíre” (siempre ganamos poco, pero ganamos, eso es lo que importa. Da gusto trabajar, vender y venir con tu platita), explica Filemona, quien es madre de tres hijos.
SOBRE EL PROYECTO
Tejiendo Cultura – El Ñandutí Más Extenso del Mundo es una iniciativa impulsada por Innovaciones Comerciales y la Asociación de Ñandutí en Japón, con el acompañamiento de la Municipalidad de Itauguá y la alianza estratégica de la EBA.
Su objetivo no solo es confeccionar de forma colaborativa la pieza de ñandutí más grande del mundo, sino también visibilizar el trabajo artesanal, fortalecer el turismo cultural y abrir nuevas oportunidades económicas para las tejedoras del país a través del arte textil.