La Central Hidroeléctrica de Santo Antonio, ubicada en la Amazonía brasileña, ha suspendido su actividad debido a la falta de agua provocada por la sequía. El caudal del río Madeira está aproximadamente un 50 por ciento por debajo de su media histórica, según ha alertado la emrpesa que gestiona la central, Santo Antonio Energia. El río seguirá así su curso natural para no afectar al flujo de agua normal.

La empresa ha explicado que la suspensión se debe a los límites de operación segura de las unidades generadoras de la central, recogidos en el proyecto elaborado por la constructora y aprobado por las autoridades. La decisión se ha tomado en coordinación con el Operador Nacional del Sistema Elétrico (ONS) para poder compensar y garantizar el suministro, según informa la agencia de noticias Agencia Brasil. Además, ha destacado que la medida no afectará al precio de la electricidad.

La ola de calor en la región sería la responsable de la sequía y de un anormal incremento de la temperatura del agua de los ríos de la Amazonía. En la última semana se han hallado más de 110 delfines de río muertos en el lago Tefé posiblemente debido al calor. Se trata de ejemplares de delfín rosado y de tucuxi, sensibles al aumento de las temperaturas. Se han registrado temperaturas de 40ºC a tres metros de profundidad en este lago, muy por encima de la temperatura media de 32ºC del registro histórico, informa la cadena brasileña G1.

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El último censo de delfines realizado hace algunos años estimaba en entre 800 y 900 la población de delfines rosados y en 500 la de los tucuxis, por lo que la cifra de animales fallecidos es aún más preocupante debido a que se trata de especies que se reproducen lentamente.

Las necropsias no han revelado ninguna causa evidente de la muerte y los animales aparentemente estaban saludables, sin marcas de redes de pesca o lesiones. Por ello la hipótesis más plausible es la proliferación de algún patógeno por el calentamiento del agua que podría causar el comportamiento errático y confuso detectado.

Desde la ONG ecologista WWF han denunciado que estas muertes son un indicio del agravamiento de la crisis climática. Igualmente ha apuntado al impacto de las presas hidroeléctricas construidas, la contaminación por mercurio o los conflictos con pescadores. Además, ha resaltado que se ha iniciado un trabajo para trasladar a animales desde zonas de riesgo a zonas con la profundidad necesaria y la temperatura del agua más moderada.

Hallados muertos 110 delfines de río

El Instituto de Desarrollo Sostenible Mamirauá, una organización estatal brasileña, ha informado del hallazgo de al menos 110 delfines de río en el lago Tefé posiblemente como consecuencia de la ola de calor que afecta a la región. En la última semana se han recogido más de un centenar de ejemplares de delfín rosado y de tucuxi y se ha registrado un importante incremento de la temperatura del agua que ha provocado la muerte de peces que eran el sustento de los delfines.

En concreto se han registrado aguas de 40ºC a tres metros de profundidad, muy por encima de la temperatura media de 32ºC del registro histórico, informa la cadena brasileña G1. “Es algo inédito. Jamás hemos visto la muerte de delfines relacionada con la temperatura”, ha explicado la jefa de investigación del Instituto, Miriam Marmontel.

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El último censo de delfines realizado hace algunos años estimaba en entre 800 y 900 la población de delfines rosados y en 500 la de los tucuxis, por lo que la cifra de animales fallecidos es aún más preocupante debido a que se trata de especies que se reproducen lentamente. Las necropsias no han revelado ninguna causa evidente de la muerte y los animales aparentemente estaban saludables, sin marcas de redes de pesca o lesiones. Por ello la hipótesis más plausible es la proliferación de algún patógeno por el calentamiento del agua que podría causar el comportamiento errático y confuso detectado.

Desde la ONG ecologista WWF han denunciado que estas muertes son un indicio del agravamiento de la crisis climática. Igualmente ha apuntado al impacto de las presas hidroeléctricas construidas, la contaminación por mercurio o los conflictos con pescadores. Además, ha resaltado que se ha iniciado un trabajo para trasladar a animales desde zonas de riesgo a zonas con la profundidad necesaria y la temperatura del agua más moderada.

La sequía perturba Manaos

No lejos del turístico lugar donde se encuentran las aguas negras del Río Negro y las aguas marrones del Solimoes, dos de los principales afluentes del Amazonas brasileño, un lago desapareció dejando una gran extensión de suelo agrietado. Sólo queda un pequeño arroyo donde estaba el Lago do Aleixo, ahora símbolo de la gravedad de la sequía que afecta al estado de Amazonas (norte) y a su capital, Manaos, la principal urbe de la Amazonía brasileña.

Sobre el estrecho hilo de agua, un hombre sin camisa empuja trabajosamente una canoa en la que transporta un refrigerador. El agua apenas le llega a las rodillas. Alrededor se puede ver el borde de la mayor selva tropical del planeta. Cargada con una pesada bolsa de plástico, María Auxiliadora da Silva, una jubilada de 62 años, intenta mantener el equilibrio sobre el tronco de un árbol tirado en el suelo para evitar hundirse en el fango cerca del arroyo de camino a casa.

“No tenemos adónde ir, así que nos quedaremos aquí hasta que vuelva el agua”, dice a la AFP mientras mira con tristeza su casa flotante de madera atrapada en el barro. “Antes se aguantaba bien (flotando en el lago), ahora está toda dañada”, dice esta mujer de pelo rizado y canoso recogido en un moño. En los alrededores también hay muchas embarcaciones encalladas. Un gran barco de dos pisos destinado al transporte de decenas de pasajeros está claramente inclinado hacia un lado. En un costado lleva su nombre: “Vitória de Jesus” (Victoria de Jesús).

Efectos psicológicos

Graciete Abreu, una agricultora de 47 años, vende sus verduras en un mercado del distrito de Colonia Santo Aleixo, cerca del lago desaparecido, a unos veinte kilómetros al este del centro de Manaos. Para transportar sus mercancías desde su finca a orillas del Río Negro, normalmente solo necesita navegar a bordo de una pequeña embarcación. Pero con la sequía, tiene que caminar varias horas para llegar a su destino.

“Llevamos la canoa hasta el lugar donde todavía hay agua, la arrastramos un poco y acabamos abandonándola para terminar el recorrido a pie”, cuenta esta mujer negra que viste una gorra azul con trozos de tela que le protegen el cuello del sol. Pero, según ella, más allá de los daños materiales, la sequía también tiene “efectos psicológicos” por ver el paisaje menguado. La desoladora escena también se encuentra en Marina do Davi, uno de los principales puertos fluviales de Manaos, donde decenas de barcos están varados en el barro. “Trabajo en el transporte fluvial y la mayoría de mis barcos están inutilizables”, suspira Raimundo Bernardo, un empresario de 43 años.

El viernes, el gobernador Wilson Lima declaró el estado de emergencia en 55 municipios de Amazonas, incluido Manaos. Las autoridades locales también han adoptado una serie de medidas para ayudar a las poblaciones afectadas, como la distribución de 50.000 almuerzos. La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, anunció el jueves que el gobierno federal enviará ayuda humanitaria de “emergencia” ante “riesgos para el suministro de alimentos, agua potable, así como de productos de higiene y medicamentos”.

En Amazonas, un estado con 4 millones de habitantes, entre ellos un gran número de indígenas, el bajísimo nivel de los cursos de agua ha provocado la muerte de miles de peces y decenas de delfines rosados amazónicos. La región sufre actualmente el fenómeno de El Niño, que reduce la formación de nubes y, por tanto, las lluvias, y cuyos efectos son cada vez más intensos, en un Brasil particularmente “vulnerable” al cambio climático, según Silva.

Fuente: Europa Press/AFP.

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