Con una imagen de caballero defensor de la nación, Santiago Abascal convirtió al partido de extrema derecha Vox en una fuerza relevante en España y un aliado indispensable para los conservadores, con los que espera entrar en el gobierno tras las elecciones del 23 de julio.

Militante del Partido Popular (PP, derecha) desde joven, este antiguo diputado del parlamento del País Vasco, de 47 años, fundó Vox a finales de 2013, acusando a su antigua formación, a la que llegó a referirse como “derechita cobarde”, de ser demasiado blanda.

De musculatura trabajada y barba impecablemente recortada, Abascal reivindica desde entonces, en discursos populistas, la defensa de la unidad del país frente a los independentistas catalanes o vascos, de los españoles ante los migrantes, de los hombres frente a las feministas o de los agricultores frente a los ecologistas.

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Tercera fuerza política en el Parlamento español desde 2019, Vox ofrece ahora al PP su “mano tendida” para acabar con el ejecutivo del presidente del gobierno socialista, Pedro Sánchez, en el poder desde 2018, y “salvar España de la catástrofe”.

Una proposición que ya se materializó en numerosas ocasiones tras las elecciones municipales y regionales del 28 de mayo, con las coaliciones formadas en las últimas semanas por PP y Vox en varios municipios y regiones como la de Valencia (este), una de las más ricas del país.

Y los sondeos indican ahora la posibilidad de un escenario similar a escala nacional, tras las legislativas. Duro en el pasado con el PP, “Santiago Abascal sabe adaptarse bien al contexto político”, explica Alexandra Palau, especialista en la España contemporánea en la Universidad de Borgoña. Para poder entrar al gobierno, “necesita mostrarse ahora un poco menos beligerante”, añade.

“Paternalista”

El líder de Vox ha aparcado un poco los posados viriles en Instagram para priorizar imágenes cercanas con la gente, así como las que le muestran como un buen padre de familia -tiene cuatro hijos, de dos matrimonios-, posando el brazo sobre el hombro de una jubilada o como un amante de los paseos por la naturaleza.

En sus anuncios de campaña, Abascal busca imponer una imagen “más paternalista”, destaca Palau, tras campañas de años anteriores en las que se había presentado montando a caballo, con un fondo musical del “Señor de los Anillos”, preparado para “reconquistar” España.

Una clara alusión a la “Reconquista”, la sucesión de guerras destinadas a recuperar los territorios ocupados por los musulmanes entre el siglo VIII y el XV, que sigue usando. “Se retrata como un caballero, con referencias religiosas y una valorización del combate y la masculinidad”, continúa Palau, comparando su comunicación, “simple, binaria” y salpicada de afirmaciones falsas, con la de Donald Trump.

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Nacido en Bilbao y criado en Amurrio, un pueblo del País Vasco del que su abuelo fue alcalde durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), Abascal suele contar que su padre, concejal del PP, escapó a tres intentos de asesinato por los separatistas de ETA.

Tras haber logrado resucitar a una extrema derecha marginal en España desde el fin de la dictadura, Abascal y Vox acusan frecuentemente a la izquierda de querer “dividir a los españoles”, rehabilitando la memoria de las víctimas del franquismo, y de haber “profanado” la tumba de Franco, exhumado en 2019 de su mausoleo monumental por el gobierno de Sánchez.

Estratega

Abascal es un habitual de las polémicas. Durante la campaña, su partido desató la indignación de muchos sectores al negar la existencia de la violencia de género o al rechazar, durante el mes del orgullo, colgar la bandera LGBT+ en los edificios públicos de los municipios o regiones que gobierna en coalición con el PP.

Esas posiciones, junto a sus postulados ultranacionalistas y ultraconservadores -especialmente sobre el aborto- hacen de Vox un aliado incómodo para el PP. Según el politólogo Andrés Santana Leitner, de la Universidad Autónoma de Madrid, Santiago Abascal fue un hábil estratega al no pedir nada al PP a cambio de darle su apoyo en parlamentos regionales y municipios, tras sus primeros éxitos electorales hace cinco años.

En aquellas ocasiones, prefirió esperar al mejor momento posible, con la paciencia de un cultivador de bonsais, una de sus pasiones. Ahora, puede exigir dar sus votos “siempre a cambio de algo”, como una entrada en el gobierno, en caso de que su apoyo sea indispensable para el PP.

Fuente: AFP.

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