Una ambulancia se dirige a toda velocidad a un centro de atención de soldados ucranianos heridos en las afueras de Bajmut (este), sitio de la más prolongada y sangrienta batalla desde el inicio de la invasión rusa. Ivan, conductor de ambulancia, espera a la orilla de la carretera a que lleguen más y más heridos al intensificarse los combates. El campo de batalla, sembrado de trincheras y bombardeado por la artillería, le recuerda la Primera Guerra Mundial.

“Allí es como Verdún”, suspira, evocando la sangrienta batalla de la Primera Guerra Mundial que duró diez meses. Como en 1916, en el este de Francia, la batalla de Bajmut es extremadamente violenta y mortal. Su desenlace se ha convertido en algo simbólico al acercarse el primer aniversario de la guerra, el 24 de febrero.

Moscú quiere alcanzar su primera victoria significativa tras meses de reveses, pero Kiev está decidido a resistir. Y mientras ambos bandos se atrincheran, el costo humano entre tropas y civiles eclipsó la importancia estratégica de esta ciudad industrial reducida a escombros en sus distritos este, norte y sur.

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Problema clásico

“Es un problema clásico de la Primera Guerra Mundial”, señaló Mark Cancian, analista del estadounidense Center for Strategic and International Studies (CSIS). Tras el fracaso de los primeros intentos rusos de rodear las fuerzas ucranianas en Bajmut, Moscú “continuó atacando” aunque victoria “no signifique nada en términos militares y estratégicos”.

“Hay mucho simbolismo, así que, si capturan Bajmut, harán como si fuera importante pero no lo es”, agregó este exinfante de Marina, quien reconoce que las opciones ucranianas son limitadas. “Si es allí que atacan los rusos, los ucranianos no tienen más remedio que defender” la ciudad, indicó.

Según los servicios de inteligencia británicos, el avance ruso fue detenido pero la presión continúa. El domingo, el grupo paramilitar ruso Wagner reivindicó la toma de Krasna Hora, pocos kilómetros al norte de Bajmut. Eso explica los constantes llamados del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, a que los países le entreguen más armas.

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“Si los suministros de armas se aceleran, en especial de armas de largo alcance, no solo nos mantendremos en Bajmut, (sino que) comenzaremos a poner fin a la ocupación de Donbás”, aseguró a inicios de febrero ante autoridades europeas reunidas en Kiev. El ejército defenderá Bajmut “todo el tiempo que sea posible”, insistió.

Pero esta batalla no es solo cuestión de armas de alta precisión. Para el analista militar ucraniano Oleksandre Kovalenko, Kiev necesita especialmente municiones estándar. “Si no llegan, tendremos serios problemas en Bajmut”, declaró a AFP.

Enorme ventaja

En el terreno, los soldados ucranianos expresan la misma necesidad. “El enemigo tiene una enorme ventaja en materia de artillería”, explicó a AFP Iuri Kryjbersky, un oficial de 37 años. “Puedes sentarte en una cueva de Vassiukivka (aldea al norte de Bajmut) durante media hora y escucharás 40 obuses pasar”, contó.

La otra ventaja rusa es el número, que impresiona al sargento ucraniano identificado con el nombre de guerra Alkor: “Disparamos y disparamos y disparamos, pero a los cinco minutos vienen 20 hombres más contra nosotros”. Moscú y Wagner son acusados de utilizar reclutas mal preparados como “carne de cañón”, una afirmación rechazada por el analista militar ruso Alexandre Khramchikhin, quien lo califica como “propaganda occidental”.

Pero Kiev también sufre grandes pérdidas. El mayor Volodimir Leonov, de las fuerzas de defensa territorial ucranianas, afirma haber tenido una docena de heridos en sus filas en tres días de enero. Cinco de sus soldados murieron. “Nuestros muchachos están motivados, todos vinieron a pelear”, aseguró a AFP. “Pero cuando no hay apoyo de artillería, cuando no hay tanques, simplemente nos disparan como en una galería de tiro”.

Prohibida la retirada

Ningún bando reporta sus bajas, pero ucranianos y rusos describen la batalla de Bajmut como la más sangrienta de la guerra. Cerca del frente norte, AFP observó a fines de enero a una decena de cuerpos presentados como de miembros de Wagner, abandonados sobre el suelo helado.

“Al parecer, no les permitieron huir”, comentó Vladislav, un soldado ucraniano. “Ellos no se habían recuperado de sus heridas y al final murieron aquí, en el campo”. Paralelo a los enfrentamientos en el terreno, una guerra de palabras arrasa entre ucranianos y rusos.

A fines de diciembre, al visitar Bajmut, que tenía 70.000 habitantes y era conocida por sus minas de sal y su vino espumante, Zelenski habló de la “fortaleza Bajmut”. Para Yevgueny Prigozhin, jefe de Wagner, los combates “feroces” en el norte de Bajmut se dan “en cada calle, cada casa, cada escalera”.

La vida en los albergues

Edificios en llamas, restos de proyectiles o nieve ensangrentada sembrada de restos humanos: los signos de los combates en la ciudad sitiada son, en efecto, visibles casi en todas partes. Según las autoridades, más de la mitad de los edificios de Bajmut fueron destruidos. El puente sobre el pequeño río que atraviesa la ciudad es un amasijo de tablones, neumáticos y paletas.

Natalia Shevchenko, quien lo cruza cada día para buscar agua potable, se acostumbró al silbido de los proyectiles. “Ahora vivo en el sótano. Cuando salgo, soy como un topo, mis ojos tienen que acostumbrarse a la luz”, dice la pobladora, una de los 6.500 que decidieron permanecer en Bajmut.

Más civiles han partido desde la intensificación de los combates, precisó Tetiana, una voluntaria en un centro humanitario. En el punto de salida de las evacuaciones, algunas personas esperan toda la noche acurrucadas junto a estufas con sus pocos objetos. Sobrevivir “es una cuestión de suerte”, dice Mykola, una voluntaria de 24 años que participó en Kiev en una ceremonia en homenaje a uno de los dos voluntarios británicos muertos en Soledar en enero.

“La historia se repite”

Natalia Ievtushenko, de 38 años, intentó dos veces abandonar la ciudad. La primera vez, en abril, su hijo de 16 años murió junto a otros 60 civiles por un misil que cayó en la estación de Kramatorsk, la principal ciudad de la región controlada por Kiev.

La segunda vez tuvo un accidente automovilístico. “Ya lo intenté bastante”, afirma. Ella es actualmente voluntaria en un centro humanitario de Bajmut donde da alimento y calor a una población cuya existencia precaria se volvió más difícil con el invierno.

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En las trincheras alrededor, las tropas no tienen ese apoyo. Soportan el intenso frío aferrados a velas fabricadas por voluntarios, en la nieve y el barro, a veces sin dormir durante días seguidos. Las fuerzas ucranianas se preparan para un nuevo asalto, cavando trincheras para intentar contener la ofensiva rusa.

En Sloviansk, a unos 50 km al noroeste, otro soldado es sepultado en la tierra helada. El funeral es por Oleksandre Korovny, de 28 años, miembro del batallón Azov muerto en Bajmut. Un amigo suyo, Oleksi Storoj, señala a un memorial de la Segunda Guerra Mundial. “La historia se repite”, afirma. ¿Qué sentido tiene todo esto?”.

Fuente: AFP.

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