El presidente Joe Biden abogó este martes por una sociedad más justa en la que los obreros y la clase media tengan mejores salarios y los multimillonarios paguen más impuestos durante su discurso ante el Congreso, en el que defendió el “made in USA” y advirtió a China que no dudará en actuar si amenaza su soberanía.

El discurso sobre el estado de la Unión fue a su imagen y semejanza: optimista. La pandemia interrumpió las cadenas de suministro y la guerra “injusta y brutal” de Rusia en Ucrania afectó el abastecimiento de energía y de alimentos, pero aun así “estamos mejor posicionados que cualquier otro país en la Tierra en este momento”, afirmó el presidente demócrata.

En un discurso lleno de cifras, Biden presumió de la tasa de desempleo más baja en 50 años, de la caída de la inflación y de los beneficios de los reformas y programas de inversiones colosales emprendidos desde que llegó a la Casa Blanca en enero de 2021. “Terminemos el trabajo”, dijo el presidente de 80 años que baraja presentarse a la reelección en 2024.

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Fue un discurso más centrado en política interna, con una defensa a ultranza del corazón industrial de Estados Unidos, del “made in America” que ayudó en su día a su predecesor republicano Donald Trump a conquistar las ciudades obreras. “Mi plan económico es invertir en lugares y personas que han sido olvidados”, que “se han quedado atrás o han sido tratadas como si fueran invisibles” durante las últimas cuatro décadas, esbozó.

Unos planes enfocados en buscar una justicia social. “Ningún multimillonario debería pagar una tasa impositiva más baja que un maestro de escuela o un bombero”, afirmó el presidente, “escandalizado” con las ganancias de las petroleras que el año pasado se embolsaron “200.000 millones de dólares en medio de una crisis energética global”.

Biden pidió un fuerte aumento de impuestos sobre la recompra de acciones de las petroleras y criticó asimismo a las compañías farmacéuticas por cobrar “injustamente” precios altos. Haciendo alarde de su talante moderado, Biden tendió la mano a los republicanos para “trabajar juntos” por el país, aunque acusó a algunos de ellos de intentar tomar “como rehén” la economía exigiendo recortes en el gasto público para aceptar elevar el límite de deuda con el fin de evitar un default.

En más de una hora de discurso, Biden fue más allá de la economía, y abordó temas que dividen a los estadounidenses: las armas y la violencia policial. “Unámonos y terminemos el trabajo de la reforma policial” para responsabilizar a los agentes que tengan comportamientos violentos, y prohibamos las armas de asalto peligrosas “de una vez por todas”, dijo, refiriéndose a Tyre Nichols, quien murió recientemente en Memphis después de ser golpeado por la policía.

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Lo dijo delante de sus padres y de Brandon Tsay, quien desarmó al autor de un tiroteo contra la comunidad asiática en California. También pidió a los republicanos, que desde noviembre tienen mayoría en la Cámara de Representantes, una reforma migratoria.

Consciente de que corre el riesgo de caer en saco roto añadió: “Si no aprueban mi profunda reforma migratoria, al menos aprueben mi plan para suministrar los medios y agentes necesarios para proteger la frontera” con México “y un camino hacia la ciudadanía para los dreamers (soñadores que llegaron de niños), aquellos con estatus temporal, trabajadores agrícolas y esenciales”.

Biden se vanaglorió de que su nueva política que permite la entrada bajo condiciones de cubanos, nicaragüenses, venezolanos y haitianos ha reducido la migración desde esos países en más de un 90%. También tuvo palabras para las mujeres, advirtiendo que vetará cualquier legislación que prohíba el aborto a nivel federal, y para los niños, pidiendo a los congresistas que restrinjan la forma en que las redes sociales los atraen y recopilan sus datos.

“Protegeremos nuestro país”

Fuera de las fronteras estadounidenses, el presidente se centró en China y Ucrania. “No se equivoquen al respecto: como dejamos claro la semana pasada, si China amenaza nuestra soberanía, actuaremos para proteger nuestro país. Y lo hicimos”, dijo refiriéndose al derribo de un globo chino que Washington aseguró que servía para espiar. Entre los asistentes también se encontraba la embajadora de Ucrania en Estados Unidos, Oksana Markarova, al igual que el año pasado. “Vamos a estar con ustedes, el tiempo que sea necesario”, le dijo Biden,

Entre los invitados también figuraban el cantante Bono, como activista de la lucha contra el sida, una mujer que casi se muere de un aborto espontáneo porque los médicos se negaron a atenderla por miedo a infringir una ley que restringe la interrupción del embarazo, el padre de una víctima de una sobredosis de fentanilo, una pareja de lesbianas y supervivientes del cáncer, un tema doloroso para el presidente que ha perdido a un hijo por esta enfermedad.

Detrás de él estaba sentado el nuevo jefe conservador de la Cámara Baja, Kevin McCarthy, quien se puso en pie en varias ocasiones para aplaudir a Biden. “Luchar por luchar, el poder por el poder, el conflicto por el conflicto, no nos lleva a ninguna parte”, afirmó Biden e insistió en que la democracia estadounidense, aunque “magullada”, permanece “inquebrantable”.

Biden se esforzó en infundir esperanza a sabiendas de que las encuestas le son desfavorables. Pero no se deja amilanar. Está acostumbrado. Ya le predijeron una derrota descomunal en los comicios de mitad de mandato de noviembre pasado que se quedó en una previsión fallida.

La noche del martes, el mandatario recibió un cumplido del propio Trump con el que seguramente no contaba. “No estoy de acuerdo con él en la mayoría de sus políticas, pero expresó en palabras lo que sentía y terminó la noche mucho más fuerte de lo que comenzó. Denle crédito por eso”, escribió en su plataforma Truth Social. Sin embargo, la gobernadora de Arkansas, la republicana Sarah Huckabee Sanders, fue mucho más crítica y arremetió contra la “izquierda radical” y lo que considera un ataque a la “libertad y la paz”.

Fuente: AFP.

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